MUSICA › LILIANA VITALE Y VERONICA CONDOMI, EN EL CICLO LOS VIERNES MUSICA
El show de hoy en la Sociedad de Distribuidores permite reencontrarse con la particular amalgama que integran dos voces diferentes, idénticas en su pasión: “Todo fluye, es divertido y nos encanta hacerlo... y lo trasmitimos de esa manera”.
› Por Santiago Giordano
A principios de los ‘80 grabaron Danzas de Adelina y Camasunqui, trabajos en los que las voces se interrogaban a sí mismas, en un espacio de libertad y experimentación por entonces poco frecuentes en la música argentina. El ejercicio de cantar canciones sobre canciones, disolver diversidades, elaborar simplezas y sumar gestos hasta hacer de las propias voces una misma cosa, las unió en los tiempos de MIA. Desde entonces Verónica Condomí y Liliana Vitale mantienen ese lugar compartido, un laboratorio que las reúne más allá de sus actividades individuales. A lo largo de los años Condomí hizo del folklore su rumbo, formando parte de los MPA en la década del ’80, o más recientemente en trío con Ernesto Snajer y Facundo Guevara; Vitale indagó el costado menos genérico de la canción y hasta incursionó en el tango. Pero ese espacio común hecho de dos voces y sus posibilidades, apuntalado por la amistad y el parentesco (porque son cuñadas), se mantuvo en el tiempo. “Siempre seguimos tocando juntas. Con nuestros ritmos de vida, mantuvimos vivo el lugar que habíamos creado, y aunque hubo años en los que no tocamos en vivo, nunca dejamos de juntarnos para trabajar y ensayar”, cuenta Condomí en diálogo con PáginaI12. “Además, desde 2005 en adelante grabamos sistemáticamente nuestras actuaciones –interviene Vitale– y pensamos que llegó la hora de hacer algo con ese material.” “Tenemos el disco en la panza, lo estamos gestando”, bromean las cantantes.
En esa zona de Buenos Aires que los viejos vecinos llaman Villa Crespo y los jóvenes inmobiliarios Palermo, el sol de la siesta entibia con indulgencia. En el estudio, a la hora del mate y los bizcochos, el dúo se disuelve por un momento: Condomí toma dulce, Vitale ceba amargo. Atenta cada una a su bombilla, no dejan de hablar del disco que se viene y que anticiparán en parte hoy a las 20.30 en el auditorio de la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1372), en el marco de Los viernes música, el ciclo que organiza PáginaI12, con entrada gratuita. “Tenemos mucho material para seleccionar –cuenta Condomí– y todavía no lo decidimos, pero hasta podría ser un disco doble.” “Lo que sí tenemos decidido es el título, que será Humanas –adelanta Vitale–, en referencia a las voces, que se muestran tal cual son, naturales, sin maquillaje.” “Si se escucha algún instrumento es apenas como un adorno, son las voces las que están siempre al frente, en el rol principal”, asegura Condomí.
De un brillo oscuro que viaja hacia los registros bajos la de Vitale, más luminosa y rampante la de Condomí, ambas voces tienen una expresividad inconfundible y en el dúo se complementan desde la propia personalidad. “Por más que cada una de nosotras desarrolló una vida musical propia, con sus enfoques, y desplegó diversos proyectos, en esta unión la voz es el centro de todo, hasta convertirse prácticamente en un solo instrumento”, asegura Condomí. “Mi voz tiene posibilidades sonoras y la de ella otras –acota Vitale–, se suman los timbres y se arma el dúo, que no es ni ella ni yo, es el dúo, un espacio en el que nos entregamos a la improvisación.”
Gran parte del trabajo del dúo que conforman Vitale y Condomí tiene que ver con la investigación y la improvisación, y eso, claro, implica un riesgo cierto. “Como nos conocemos desde hace muchísimo, nos lanzamos a correr ese riesgo con gusto”, dice Condomí. Vitale detalla por dónde va la forma de trabajo del dúo: “Comenzamos a grabar las actuaciones, y ahora que estamos seleccionando lo que tenemos grabado descubrimos que hay cosas que están buenas, y que si no las registrábamos se iban con aquel momento, nada más. Por eso parte de este disco tendrá ese material, el resto será una selección de temas clásicos del dúo y otras canciones que elegimos para alternar”.
En el aquí y ahora de la improvisación, que tiene que ver con encontrar más que con buscar, la dinámica del dúo se amplía hacia horizontes insospechados. A la hora de definir el resultado de esas improvisaciones la primera palabra que sale es “raro”, pero como todo juego ofrece sus claves. “Lo que hacemos en dúo no se parece a lo que hacemos solas”, explica Condomí. “Por ahí lo definimos como raro, pero el cantar juntas desde hace mil años nos da una gran fluidez. Más que raro, es distinto.” “Lo raro está en que no es algo habitual”, agrega Vitale. “Si lo escuchás con un prejuicio de formato o de género te puede parecer raro, pero para el que no tiene prejuicios no lo es, porque todo fluye, es divertido y nos encanta hacerlo, y lo trasmitimos de esa manera.” “Si se lo escucha sin prejuicios funciona –asegura Condomí–, porque tiene que ver con la búsqueda de lo sonoro a partir de la voz. El nuestro es un instrumento multitímbrico y tiene una inmensa gama de posibilidades que explotamos sin límites. Más allá de decir una letra o cantar una melodía, le sacamos el jugo al instrumento. Sin ir más lejos, a veces cantamos en otros idiomas y aunque no se entienda lo que dice la letra, hay una sonoridad que es suficiente para dibujar el perfil de la gente de otros lugares.”
Ambas coinciden en que para que el juego de la improvisación se complete, el público es fundamental, y que cuando logran compartir el riesgo con el auditorio la felicidad que circula arriba y abajo del escenario es una energía inigualable. “Lo más lindo que tiene el dúo es que te permite establecer una conexión con el público en un marco de intimidad –asegura Vitale–; entonces el riesgo lo asume también quien escucha. Eso no tiene precio, porque lo nuestro es precioso pero no tiene un valor de mercado.” “Nos ha pasado de sentir esa energía en los distintos lugares donde tocamos –interviene Condomí–, cuando el público está dispuesto a jugar el juego. Inclusive incorporamos un trabajo de improvisación colectiva entre el público y nosotros, y eso le agrega un plus de felicidad a quien escucha.”
Los mates, dulces y amargos, van y vienen. La charla se prolonga. Condomí cuenta que todavía hay gente que en los conciertos les pide “Los castillos” o “Milonga bataraza” –de aquellos discos primeros del dúo–, y Vitale asegura que esas cosas tienen que ver con las idas y vueltas del camino de la voz. “Sin duda este presente es una continuación de aquel trabajo –reflexiona Condomí–, de hecho el próximo disco tendrá cosas de los primeros. Nos dieron ganas de volver a hacer algunos viejos temas que son como los clásicos del dúo.”
–¿Cómo dosifican el material para los conciertos?
Verónica Condomí: –Hay una buena parte de improvisación, una parte de clásicos del dúo y otra de canciones que cantamos de manera, digamos, más convencional. Un poco de todo. Lo que le dio las primeras características al dúo fue el trabajo de contrapunto que hacían las voces. Entonces yo venía de la música clásica y tenía toda esa data que entre otras cosas se volcó ahí.
Liliana Vitale: –Ese es el hilo conductor del dúo, y de ahí se disparan muchas improvisaciones: dos manos limpias y la cabeza abierta. Como en un piano, yo canto la mano izquierda y ella la derecha.
–¿Hasta dónde llevan esa libertad tímbrica de la voz?
V. C.: –Hasta los extremos del registro y de la expresión gutural de la voz, como sentido primario del ser humano.
–Más allá de lo que quedó grabado, a través de las improvisaciones siguen agregando cosas en cada ejecución...
V. C.: –Claro, también muchas cosas que nacen de las improvisaciones quedan sedimentadas, incorporadas al tema. Muchas veces escuchamos algunas improvisaciones grabadas y dan ganas de aprenderlas, de que se hagan ellas mismas temas.
L. V.: –También estamos incorporando canciones que vienen de distintos lugares y se unen en nuestro gesto. Temas como “Que ves el cielo”, de Invisible; “La estrella azul”, de Peteco Carabajal, una baguala de Muñoz, o “Vidala para mi sombra”. Nos gusta cantar las canciones populares.
V. C.: –A las canciones las adaptamos, pero nunca las rompemos, tratamos de proponerlas lo más simples y bellas posibles, porque por eso las elegimos.
L. V.: –Cantar con letra es un desafío al ego, porque el cantante que canta desde las palabras se planta desde su diferencia, desde su gesto más distintivo. Por ejemplo, cuando hicimos “La estrella azul”, cada una llegó con su fraseo, que es parte de la propia manera de ponerse ante la canción, y eso nos obligó a arrimar los bochines en ese plano.
V. C.: –Y la versión que hacemos es distinta a todas, es la del dúo. No por haber resignado eso dejamos de ser nosotras, somos el dúo como lugar esencial.
–¿Y el tema sigue siendo lo que era?
V. C.: –Claro, no hay intervenciones en la melodía ni en la armonía, sólo contrapuntos.
Los mates ya están fríos. Condomí y Vitale cantan “La estrella azul”. Por detrás de las voces que se trenzan surge, hermosa, la voz de la canción.
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