MUSICA › NINE INCH NAILS ESTA AQUI
Música industrial de nueve pulgadas
El grupo norteamericano vivió en el Luna un romance con sus fieles seguidores.
› Por Mariano Blejman
En uno de los pocos momentos en los que estuvo quieto, Trent Reznor, el factótum, líder y creativo de Nine Inch Nails, miró al público del Luna Park que tanto lo había estado esperando estos años y le dijo –sin intentar el uso del castellano ni para la acostumbrada demagogia de los músicos foráneos–, “ésta es la mejor noche de toda la puta gira (‘fucking tour’, dijo en verdad)”. Poco tiempo después, miró el fervor de sus seguidores –que cantaron todos los temas, y no es un dato menor teniendo en cuenta que su disco más exitoso The Downward Spiral salió en 1994– y se preguntó también por qué “no habían venido tanto tiempo atrás”. Así, con esas dos frases, y unos saludos finales conmovedores, Reznor ingresó –tarde, pero ingresó– en la oleada de músicos internacionales que se enamoran del público argentino en su primera cita (una oleada que disfrutaron en su plenitud en este país Los Ramones, y contemporáneamente los alemanes de Die Toten Hosen, pero que después seguirían agrandándose con Los Rolling Stones, Los Wailers, y hace no más de una semana Pearl Jam).
Se notaba en las remeras desvencijadas que, evidentemente, fueron desempolvadas de los roperos de otra época: Rage Against The Machine, Danzig, Ministry, atuendos que ya casi no se fabrican más. El encuentro tenía no sólo sabor a recital, sino también a celebración: el negro sólo era interrumpido por las camaritas de fotos digitales (se puede ser dark y tecnosexual a la vez). Pero el de la Uña de Nueve Pulgadas (Nine Inch Nails) fue un set verdaderamente demoledor. Una especie de tren bien afinado que pasó por la estación Luna Park rumbo a Retiro, provocando un show de 2.15 horas. Reznor vino a comprobar que lo que se escuchaba en los primeros ’90 dentro de los ¡casetes! de The Downward Spiral era factible de ser llevado al vivo. Que su figura sigue siendo un imán sobre el escenario y que a pesar de los decibeles más bajos que se escuchan en su último disco With Teeth en vivo tiene una magnífica potencia escénica.
Pero no deja de ser difícil explicar cómo se siente la música industrial alive. A ver: tal vez pudiera definirse como una mezcla de trash, máquinas a todo lo que da, actitud punk, una melodía subterránea y espíritu dark. Sin embargo, lo de Nine Inch Nails siempre fue –y todavía va– más allá: el grupo industrial más popular de la historia, fue la responsable de llevar esa escena a la audiencia masiva. Y fue capaz de tocar a Buenos Aires, con 10 años de retraso, y lograr que el público cante hasta los solos de las máquinas de memoria. ¡¿?!
Trent Reznor, a diferencia del resto de sus pares, usó la base de la industria para escribir melodías, hacer canciones estructuradas, aportar momentos de alta lírica, algo que no era demasiado común en esa escena hasta su irrupción. Y prácticamente nunca volvió a serlo. En todo caso, otro fue el camino elegido por Ministry, llevando su espíritu hacia la audiencia del heavy metal sin obtener la masividad de NIN, que finalmente NIN perdió cuando Reznor entró en un espiral de alcoholismo. Algunos piensan que por su espíritu provocador (capaz de cantar “I wanna fuck you like an animal”, y seguir con momentos de delicada lírica) pudo haber sido una especie de sex symbol de los ’90, a la altura de Jim Morrison.
Trent Reznor está entrenado: sus brazos sobre los micrófonos demarcan una musculatura digna de un personal trainer, aunque es probable que sus fibras vengan de tanto saltar sobre el escenario. Así lo hizo en el Luna donde el público darkote ensayó todo tipo de cantitos de cancha, aunque definitivamente la de Reznor es una banda difícil de arengar: algunos probaron gritando “¡Nine Inch Nails, Nine Inch Nails!”, otros practicaron el “NIN”, “NIN”, “NIN”, pero nada. Alguno avisoró una diatriba con “Olé, olé, olé, Reznor, Reznor” y el cantante devolvió el gesto con su hit Closer, tema que lo convirtió en una especie de chamán posmoderno de los’90, o con la introspección de Hurt que evidencia el carisma que lo convirtió en una estrella.
Pero el paseo por sus discos fue completo, digno del tiempo de espera, que incluso le hizo renovar de público, ya que los espectadores se mezclaban entre viejos seguidores y nuevas caritas. Con una escenografía digna de una ciudad industrial, Reznor comenzó su show por el final de su carrera (como es debido) con You Know What You Are? de With Teeth, aunque también el tema homónimo, Terrible Lie y Something I can Never de Pretty Hate Machine, hasta que llegó por fin el primero de The Downward Spiral llamado March of the Pigs, seguidos de los clásicos Closer y Hurt, entre otros ruiditos que bien podrían comprobar que –mal que les pese a ambas tribus– algunos momentos de la electrónica y de la música industrial no se diferencian más que en una cuestión de volumen y alguna que otra distorsión. Sobre el cierre, Reznor probaba con Starfuckers, inc. del disco The Fragile y terminaba por el comienzo de su carrera con Head like a Hole de su primer trabajo publicado en 1989 Pretty Hate Machine. Y se fue, pero no quería irse. A lo mejor vuelve más seguido, con su antiguo protégé Marilyn Manson. ¿Por qué no?