MUSICA › “CAPRICCIO”, DE RICHARD STRAUSS, EN EL TEATRO COLON
Debates con forma de ópera
Florencia Sanguinetti, repositora de la puesta estrenada ayer, habla sobre esta obra que escenifica cuestiones teóricas.
¿Dónde está el alma del teatro lírico, en el texto o en la música? ¿Cuál de estas disciplinas da nacimiento a la ópera? ¿Tiene más valor la tradición o la innovación? Estas y otras preguntas son las que escenifica Capriccio, última producción operística de Richard Strauss, que estrenó ayer en el Teatro Colón (Cerrito y Viamonte) y continuará sus funciones mañana a las 17 y el martes y el viernes a las 20.30, con régie del alemán Wolfgang Weber repuesta por Florencia Sanguinetti y con Stefan Lano al frente de la Orquesta Estable del coliseo porteño.
Ambientada en las afueras de París en el siglo XVIII, la eterna disyuntiva estética en el drama musical acerca de la superioridad de la palabra o de la música es representada en Capriccio a partir de una competencia entre el poeta Olivier y el músico Flamand para obtener el amor de la Condesa Madeleine, quien, obligada a elegir entre sus dos amores, encontrará que “las dos artes están intrínsecamente entrelazadas”. Sanguinetti explica: “Es una obra dirigida a un público apasionado por la ópera porque de principio a fin se plantean preguntas relacionadas con la esencia del arte lírico; preguntas que a su vez abren otras preguntas, porque no tienen respuesta. Y todas son apasionantes para alguien que ama el género”. En un solo acto, Capriccio despliega en escena una larga disertación teórica acerca del arte lírico, una especie de “testamento artístico” del mismo Strauss (que la escribió a los 77 años), “quien habla sobre todo con la voz de uno de los personajes: el director de teatro”, explica la régisseuse. “Toda la pieza es una larga conversación entre mecenas y artistas. Es una obra teórica, intelectual, sin intriga o conflicto, muy distinta a una obra teatral, y ésta es la dificultad que presenta para el responsable de la puesta.”
Programada para ser estrenada el 28 de octubre, Capriccio fue montada por el director alemán invitado Wolfgang Weber, pero esa fecha debió ser cambiada a causa de la suspensión provisoria de la temporada del teatro que decretó el gobierno porteño tras los sucesivos conflictos gremiales. “Estuvimos todo el año trabajando entre paros y asambleas –cuenta Sanguinetti– y nuestra actitud siempre fue la de tratar de salvar el espectáculo. A pesar de todos los conflictos que fueron gravísimos e interrumpieron muchísimos ensayos, veníamos respetando las fechas de los estrenos; por eso no podíamos creer que ésta, que era la penúltima ópera de la temporada, se suspendiera. Fue muy frustrante tenerla ensayada y lista para ser estrenada y no poder hacerlo.” Un mes más tarde, Sanguinetti –jefa de Producción del Colón y régisseuse recibida en la misma institución– fue designada como repositora del espectáculo, que debió ser montado en dos semanas, reemplazando a los extranjeros que la gestión de Capobianco había contratado –que ya habían regresado a sus países natales– por artistas locales.
“Tuve que empezar de cero, pero respeté fielmente la régie de Weber”, explica la repositora. “Su propuesta –continúa– es prácticamente una réplica de lo que fue la obra cuando se estrenó en 1942. De hecho trajo una planta de la puesta original y se diseñó la escenografía sobre esa base, y se respeta al pie de la letra cada indicación de la partitura de escena de Strauss.” Un salón rococó de 1775 –creado por Marcelo Salvioli, que también es el responsable del vestuario– es el marco en el que Capriccio tendrá lugar. “A mí me parece bien –afirma Sanguinetti– conservar la época de la obra, que retrata a esa aristocracia en decadencia tiempo antes de la Revolución Francesa. Pero lo que es fascinante es mirar esa época desde la nuestra”, dice, replanteando el sentido de la pieza a partir de un dato clave: Strauss la compuso en plena Segunda Guerra. “Uno no puede dejar de preguntarse por qué presentó esta obra, puro debate estético e intelectual, en ese contexto. Yo creo que esta obra es como un pequeño diamante, una joya única, en medio de un mundo de horror. Y ese contraste la realza.”
Informe: Alina Mazzaferro.