Domingo, 9 de noviembre de 2008 | Hoy
MUSICA › ANIMAL COLLECTIVE ACTUA HOY EN EL CICLO NUEVO AIRES FOLK
La banda estadounidense presentará aquí Strawberry jam, su último CD. Pero lo suyo es una promesa permanente de sorpresas.
Por Roque Casciero
Como tantas otras bandas, Animal Collective es el producto de cuatro muchachos que se conocieron en la secundaria. Pero el cantante y guitarrista Avey Tare (cuyo nombre real es David Portner), el cantante y percusionista Panda Bear (Noah Lennox), el guitarrista Deakin (Josh Dibb) y el brujo electrónico Geologist (Brian Weitz) nunca se encerraron en un garaje a zapar temas de los Stones, sino que desde el principio abordaron la música con riesgo y libertad: no hay ataduras de géneros –pueden hacer un disco de folk con guitarras acústicas y luego uno puramente electrónico, o de noise rock–, en los conciertos no tocan las canciones del disco que acaba de salir sino las que están componiendo para el siguiente, y ni siquiera tienen por qué estar todos los integrantes a la hora de grabar o emprender una gira. Por eso, aunque en teoría Animal Collective llega hoy al ciclo Nuevo Aires Folk (a las 21, en La Trastienda) para presentar Strawberry jam, seguramente el concierto será una sorpresa incluso para los más fans (entre quienes se cuenta Juana Molina, por cierto). “Cada vez que salimos de gira cambiamos de equipamiento, así que tenemos que decidir qué temas viejos podemos adaptar al nuevo sonido. Son auténticas recreaciones, al punto de que muchos podrían confundirlas con canciones nuevas”, se ríe a través del teléfono Geologist. El seudónimo se debe a que en los shows usa una linterna en la cabeza para ver sus teclados.
–¿Cuáles son los límites para una banda como Animal Collective? Porque da la sensación de que, si quisieran, hasta podrían hacer un disco de heavy metal.
–Hacemos todo lo que sentimos como propio. La música es algo muy personal, viene de nuestras experiencias emocionales, de nuestras ideas sobre el arte... Lo que hacemos no tiene que ver con estilos típicos de música, aunque hemos variado mucho nuestro sonido: desde algo cercano al folk acústico hasta algo más tecno, tiene que ver con la música que amamos. Y aunque me encantan algunos discos de heavy metal, no creo que nunca hagamos esa música (risas). No se sentiría como algo nuestro, sería como interpretar personajes. En el último disco, por ejemplo, tratamos de meter cierta influencia de hip hop, pero no suena en absoluto a hip hop. Tiene cosas en el sonido, pero nunca vamos a largarnos a rapear porque no es algo que tengamos dentro. Siempre haremos lo que tengamos ganas y nada nos parecerá demasiado, siempre y cuando sea genuino.
–Ustedes no se quedan pegados a un género, pero se los define como urban folk o freak folk. ¿Sienten que ese rótulo, o algún otro, los representa?
–La verdad que no. Sé que suena arrogante decir eso, pero nosotros cambiamos de disco a disco. Cuando se hablaba del nuevo folk o freak folk, allá por 2004, justo habíamos sacado un disco acústico y nos metieron ahí, pero nadie se tomó el tiempo de escuchar el que había salido antes, que era de noise rock con guitarras eléctricas. No es que nos resistamos a que nos cataloguen, simplemente nos parece miope que lo hagan. También usan mucho la palabra “psicodélico” para describirnos, pero supongo que tiene diferentes definiciones según quién la diga. Para algunos sonará retro, a los ’60, pero para nosotros tiene que ver con hacer música visual y colorida, y en ese sentido sí somos psicodélicos.
–Panda Bear vive en Portugal desde hace algunos años y el resto de ustedes está desperdigado en varias ciudades de Estados Unidos. ¿Cómo se las arreglan para trabajar tanto?
–En realidad, no trabajamos tanto como alguna gente piensa. De todos modos, la banda se ha puesto más productiva desde que vivimos en ciudades distintas, porque cuando nos encontramos para tocar disfrutamos mucho de estar juntos. Nos extrañamos cuando estamos separados, entonces nos genera más excitación vernos para tocar. De todos modos, cuando estábamos en Nueva York sacábamos un disco o dos por año, y ahora uno cada dos años. No ensayamos mucho, quizá unas cuatro semanas por año nos juntamos para probar material, pero trabajamos muy rápido porque mientras tanto todo el mundo estuvo haciendo cosas en su casa y tiene ideas nuevas. Con el e-mail es más fácil trabajar de ese modo, no es como en los ‘80 y los ’90, cuando tenías que mandarte cassettes por correo.
–El modo en que empezaron a trabajar como colectivo, sin alineación fija, ¿les dio más libertad?
–Supongo que sí, porque nos sacó bastante presión de encima. Para el próximo disco y para la gira, por ejemplo, vamos a ser tres, porque Deakin decidió que necesitaba parar por un tiempo y pasar más tiempo en su hogar. Y como él es un guitarrista tan imponente, tuvimos que pensar cómo podíamos hacerlo sin él, pero a la vez nos generó una sensación de libertad porque eso va a cambiar nuestro sonido y nos obligará a hacer otras cosas.
–¿La costumbre de terminar de moldear los temas en vivo es el modo que encontraron para reemplazar la improvisación en la sala de ensayo?
–Cuando trabajamos en las canciones y las probamos en vivo hay cierto grado de improvisación, pero en realidad, antes de salir de gira sí nos juntamos un par de semanas para ensayar. No queremos sentir que le presentamos al público una idea sin terminar, no es que va a vernos ensayar o algo así. Cuando presentamos una canción es porque sentimos que está lista, aunque en alguna parte de nuestra mente sabemos que no está terminada porque todavía no ha vivido una vida con nosotros. Después de tocarla durante un mes en la gira, ya sabemos qué cosas nos resultan interesantes y qué hay que cambiarle porque ya no nos atrae. Siempre trabajamos de esa forma, sólo que al principio tocábamos en shows de 30 o 40 minutos y ahora tocamos casi dos horas, entonces es casi imposible hacer canciones nuevas durante todo ese tiempo.
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