MUSICA › MARCELA ROGGERI HABLA DEL ESPECTáCULO VIVIR EN EL FUEGO
La pianista rendirá homenaje a la compositora Sofia Gubaidulina. En la misma puesta, Elena Tasisto leerá textos de la escritora Marina Tsvetayeva, con dirección de Alejandro Tantanian. Se trata de dos artistas notables, que en distinta medida sufrieron el estalinismo.
› Por Diego Fischerman
En el documental, la mujer, de unos setenta años, frágil, recorre su pequeño departamento, oscuro y abigarrado, frente a la cámara. “Entraron por acá, aquí revisaron; buscaban libros de poetas prohibidos”, cuenta, casi sin expresión. “Era como si me violaran”, dice entonces, mirando de soslayo, avergonzada, la compositora Sofia Gubaidulina. Nacida en Tartaristán en 1931 y actualmente radicada en Alemania, la autora pasó casi toda su vida como empleada de la industria cinematográfica soviética, orquestando la obra de otros o componiendo a medida para films menores. Sus propias composiciones eran consideradas decadentes y contrarrevolucionarias, entre otras cosas por su frecuente referencia a cuestiones religiosas. En 1980, Gidon Kremer estrenó su Offertorium para viola y orquesta. A partir de allí, su nombre, como los de Alfred Schnittke y Edison Denisov, comenzó a circular como respuesta a una pregunta que la glasnost hizo posible: ¿qué había sucedido con la música clásica en la ex Unión Soviética después de Shostakovich?
En 1982, Gubaidulina compuso Hommage a Marina Tsvetayeva, con textos de una escritora notable, que se había suicidado en Yelabuga en 1941, luego del fusilamiento de su marido, de su caída en desgracia y de la muerte por hambre de su hija. Y las dos historias, la de la compositora y la de la poeta, se juntan en Vivir en el fuego, un espectáculo que se presentará hoy en el Auditorio Amijai (Arribeños 2355) y el jueves en Villa Ocampo (Elortondo 1837, Beccar, a la altura de Av. del Libertador 17400) y donde la pianista Marcela Roggeri presentará su último CD editado en Europa, con la obra para piano de Gubaidulina, y Elena Tasisto leerá textos de Tsvetayeva, con dirección de Alejandro Tantanian. “Yo estaba estudiando esta música y, al mismo tiempo, leyendo los textos de Tsvetayeva”, cuenta Roggeri a PáginaI12. “La primera vez que me dijeron que hiciera aquí la música de Gubaidulina fue en Villa Ocampo. Después, José Miguel Onaindia, que es el productor del espectáculo y quien terminó aglutinando todas las piezas, sin saber nada me invitó a ver un espectáculo de Tantanian basado en los textos de esta poeta.”
Roggeri no encuentra, en la música de Gubaidulina, lazos evidentes con la música de cine. Salvo, dice, “cierto espíritu improvisatorio”. Para la pianista, hay en estas obras, escritas en su totalidad en la década de 1960 y en los comienzos de la siguiente, “algo de la respuesta al momento; como si parte de las decisiones se tomaran mientras la obra se está tocando”. Las producciones discográficas de Marcela Roggeri son grabadas, siempre, en vivo y en el Manége de Reims. Las anteriores estuvieron dedicadas a Erik Satie (también realizó aquí un espectáculo con música de este autor y textos a cargo de una actriz, que en esa oportunidad fue China Zorrilla) y a Domenico Scarlatti. Este último, editado como los otros por Transart, contiene la obra completa escrita para piano por Gubaidulina, desde la Chaconne de 1963 hasta Invention, de 1974. “No creo que la cuestión del género signifique demasiado, pero de todas maneras debo confesar que me interesó que se tratara de una compositora mujer. Encuentro que ella toma a la música de una manera muy religiosa y muy emocional. Creo que no hay un desdoblamiento entre su tarea profesional o artística y en su personalidad como mujer. Me da la sensación de que esas dos caras están absolutamente unidas.” La pianista, por otra parte, reconoce que su aproximación a la música de Gubaidulina tiene, también, mucho de emocional. “Y de corporal”, agrega. “Sus obras tienen mucho de juego. Ella cuenta que, con su hermana. como no tenían juguetes, jugaban con un piano. Hay algo absolutamente lúdico en su manera de componer pero, también, en cómo esa música debe ser interpretada. Hay secciones, por ejemplo, donde se debe tocar en el encordado. Y esa sensación, de estar prácticamente dentro del piano, sintiendo las vibraciones de las cuerdas de una manera totalmente diferente a la habitual, es física. No es intelectual. Creo que la elección del repertorio siempre tiene algo de físico. Y, más allá de todo lo que pensemos, es el cuerpo el que produce la música, con la presión de los dedos en las teclas, con las formas de manejar los pedales. Y, también, está el cuerpo del que recibe la música.”
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