MUSICA › MANUEL MORETTI Y VICTOR BERTAMONI, DE ESTELARES
Los músicos analizan el crecimiento de la banda surgida en La Plata en los años ’90. Su cuarto CD, Sistema Nervioso Central, que “despedirán” hoy en el Opera, les abrió puertas que parecían impensadas. Tanto que están consiguiendo algo muy difícil: prestigio y popularidad.
› Por Luis Paz
El embotellamiento de la primera mañana consigue ya sólo frustrarlo a medias. Apela a su oficio de taxista y a su cigarrillo, baja la ventanilla y sube el volumen de su autoestéreo. “Me encanta el programa, quería dedicarle ‘Aire’ a Nico; te amo, mi vida”; “¡Buenísimo lo de Estelares! Saludos a Manuel y a los chicos”. Los mensajes de oyentes de El show de la noticia parecen parte de un encuentro guionado. El pasajero sonríe por la casualidad. Y cuando el taxista finalmente lo deja en la puerta del café donde esperan Manuel More-tti y Víctor Bertamoni, cantante y guitarrista de Estelares, al que venía en la butaca trasera le toca pasarles los saludos.
“Aun sabiendo que pasa, me pone muy contento confirmarlo, porque está buenísimo que sigan devolviéndonos cosas cuando hace dos años y medio que estamos con esto”, inaugura Manuel, bien despabilado a las nueve de la mañana, luego de una visita al programa radial. ¿Pero qué es ese “esto” y qué pasa con él? Es Sistema Nervioso Central, el cuarto disco de la banda de Junín con asiento en La Plata, editado en 2006, con la producción de Juanchi Baleirón y la colaboración de Jorge Serrano, Pity Alvarez, Edu Schmidt, Mariano Esaín y Mariano Martínez. Y pasa que la enorme calidad del disco no sólo conformó al cuarteto (Pablo Silvera en bajo y Carlos Sánchez en batería), sino que también les sumó suficiente beneplácito popular como para que a nadie le parezca una operación de prensa que encabecen charts, antecedan a Calamaro en el Pepsi o motiven arrumacos en un bar. O en el mismísimo Teatro Opera, donde hoy a las 21 despiden SNC.
“Te parece que nada es suficiente para este día. Nos ayudó mucho que aparezca nuevo material para ver un horizonte más allá de SNC, un disco que disfrutamos mucho, pero siempre tenés esa inquietud de componer, por el gen de la banda”, comenta ahora Víctor, un humilde, sutil e inventivo violero que si no encastra en el rol de guitar hero es porque su traje favorito es la canción. El genoma estelar que nombra está compuesto por cromosomas criollos –Calamaro, Páez, Charly, Spinetta y Solari– y colonos –Lennon, Neil Young, Bowie y Stevie Wonder–; por urbanos –Goyeneche y Julio Sosa–, rurales –Atahualpa y Cafrune– y tropicales –Gilda y Rodrigo–. Esos son los filamentos nervales que componen la cuaterna discográfica Extraño lugar (1996), Amantes suicidas (1998), Ardimos (2003) y Sistema Nervioso Central (2006).
“Este disco –retoma Manuel– tuvo su tiempo justo como para todavía disfrutarlo, después de dos años y medio. Tiene que ver también con lo increíble que es que los discos sigan rodando y haya personas que lo descubrieron hace meses. O gente que nos conoce hace tres años, lo que suena ilógico, por un lado, teniendo en cuenta que hacemos discos desde el ’96. Pero también es sumamente lógico porque vivíamos en el culto.”
–Salir del culto con popularidad, buena prensa y apoyo discográfico les costó a muchas bandas veinte años (Massacre, Los Cafres, El Otro Yo). Ustedes pudieron hacerlo en la mitad, ¿pero no es aun así mucho tiempo?
V: –Por el perfil de la banda es normal, grabamos nuestros primeros discos y sabíamos que iba a ser largo. Me acuerdo de que Gustavo Gauvry, dueño de El Cielito Records, nos dijo que, más allá de la guita, los equipos o la práctica, tiene que pasar el tiempo y hay que tocar donde se pueda. Eso no te garantiza que te vaya a ir bien, pero para una banda como nosotros fue vital que haya pasado el tiempo.
M: –Es verdad que lleva mucho tiempo, acá y en todos lados, no me vienen a la mente artistas que hayan surgido en menos de una década. Es el tiempo que tiene que pasar el vino que tomás para que te guste.
V: –Lo de Massacre y Estelares también pasó por salir a buscar al oyente. Buscar un productor y una compañía es una necesidad artística tuya. Salir a buscar al oyente es ir más al frente con lo que hacés.
–¿Y qué salieron a hacer?
M: –Nos dedicamos a poner la canción intimista en la oreja más naturalizada y también en las que no están tan acostumbradas.
–¿Como Luis Almirante Brown, el personaje de Diego Capusotto?
–Capusotto tiene esa facilidad para decir cualquier cosa y sortear cualquier género.
–Pero es humor, lo cursi no se le permite tan fácil al que hace música en serio. ¿Caer en la cursilería es el riesgo de la canción?
–Todos me dicen que “I just called to say I love you” es una grasada, pero me chupa un huevo, la melodía es exquisita y los arreglos son muy buenos. La letra no es muy buena, eso sí. Bueno, “es la guitarra de Lolo” es un verso raro, pero la melodía es magnífica. Una canción que escribo no la siento cursi, la traducción del oyente puede ser cursi.
–¿Y cómo asume ese riesgo?
–Mirá, hay críticos inteligentes y críticos no muy inteligentes y puede ser que un tipo muy culto te diga que es cursi y no te comprenda. A mí me encanta Pity, es algo que agarro; me gusta Roberto Carlos, me gusta Gilda, hay melodías de Rodrigo que me encantan, no tengo problema con eso. En las radios siempre te hacen la misma pregunta: “¿Qué canción te da vergüenza?”. Una canción que te gusta no te da vergüenza.
–¿Qué da, entonces? ¿Da cosita?
–Claro, te da cosa pensar que te van a decir estúpido. Te la ves venir: “¡Ay, acá me van a decir que soy un idiota, acá que soy cursi!”
Manuel se acurruca en la silla, se hace bolita como el Emo Morales cuando se imagina padeciendo ser una pelota de golf. Señalarle el gesto lleva a un breve intercambio sobre Bombita Rodríguez (“Demuestra el poder de la canción popular”), el kirchnerismo (“Lo mejor que tuvimos en años”) y a risotadas con Víctor, ya con el sol en la cara.
–Para salir a t ofrecer eso, debieron fabricarlo. ¿Qué materias primas usan para sus canciones?
–Melodía, emoción, arreglos, palabras, historias. Son cosas muy nobles que devuelven más emoción.
–Bien, y cuando ya sortearon el riesgo de la cursilería, ¿cómo se enfrentan a reproducir lo popular sin que deje de ser novedoso?
–Tratándose de la canción como formato, expandirla sin que se pierda la calidad es lo más difícil. Comúnmente se confunde lo popular o no con lo bien hecho o no.
V: –No podés ir a buscar la canción sin nada que decir. Porque la encontrás cuando tenés una necesidad de expresar algo.
M: –También tiene que ver con el desarrollo del oficio personal, de la banda y de las canciones de pop rock. Entramos en las dos categorías, pero esencialmente somos una banda de rock, incluso las temáticas están más relacionadas con algo melancólico tanguero que con algo popero.
–Y también su alusión a la tríada sagrada del sexo, las drogas y el rock n’ roll. Los “cartoncitos del más allá” de “Eléctricos duendes” son tan coreables y controvertidos como el “soy muy puta y no trabajo para vos” de Babasónicos. ¿Es el discreto encanto de la canción pop?
–Todos pasamos épocas raras. Algunos dicen que nuestras letras son naïves, lo leí alguna vez. No creo tener cosas naïves en ningún disco. Es otra cosa la que intentamos, agarrar algo complejo, del pozo ciego, y ordenarlo con claridad sobre la mesa. Algunos lo confunden con naïf.
–El error de no entender la diferencia entre sencillez y liviandad...
–Claro. En “Ella dijo”, fijate que la mina le dice que no es su amor y que sólo quiere tener sexo. Ahí hay padecimiento, eso no es liviano.
–Alguien dijo que no existen historias de amor, sino de desamor. Y los distintos tipos de de- samor parecen ser su catalizador temático.
–En Estelares el gran tema histórico es la carencia, aunque pocos lo tradujeron. Muchas canciones no hablan del amor, sino de desarrollarlo, del encuentro, de buscar lo que se necesita. Es como un enunciado psicoanalítico: somos carentes, entonces precisamente el motor es el encuentro, y no necesariamente el encuentro amoroso.
Siempre que se hable de canción pop en Estelares habrá que buscarla más en su sentido institucional (la Canción) que en lo formal. Es que Estelares puede ir del funk al electropop, coquetear con la psicodelia, tocar esos preciosos ro-ckitos de tres minutos alla Calamaro o aggiornar la ética y estética musical del tango como “hippies del año 2000”. Y el desarrollo del oficio les permite, también, recuperar al rock barrial con “Las vías del tren” –distorsión, fraseo chabón y Pity incluidos–.
–Con ese tema recuperan en cierto punto la estación ferroviaria como institución, retoman los sentidos que tiene para el barrio: la posibilidad de irse, el regreso al origen, el encuentro, el refugio.
–La idea de las vías viene desde Tanguito, es fuerte en nuestro rock. Y para nosotros es fuerte por vivir a dos cuadras de las vías y haber dicho mil veces “otra vez mirando las vías del tren” queriendo decir “otra vez solo como un perro y encima no pasa ni el tren”. La canción está cercana a la chifladura, y no como broma, aunque está llena de luz. Estamos tan poco adiestrados para saber relacionarnos que cuando aparece el amor de verdad es difícil saber cómo tratar al otro.
–“200 monos” es de las pocas canciones que hablan de la paranoia sin ser paranoica...
–Hay una retraducción de la paranoia, de épocas sin mucha luz, que tiene que ver con haber encontrado la manera de contar algo que pasó hace tiempo. Se relaciona con esto del oficio, no en el sentido del artista como instrumento de la obra, pero cuando pasa algo el oficio te lleva a sortear cualquier barrera y ahí surge la canción, surge la forma de hablar con amabilidad de la locura, que es jodida de entender.
–Ahora tendrán que encontrar otras formas de amabilidad para otras canciones. ¿Hay una receta?
V: –Melodía más verso, es con lo que nos educamos, y después tenés estilos. Tenemos 16 temas nuevos, grabaremos diez. Tenés algunos más stones, otros más beatles, otros tangueros, otros más fiesteros bailables, pero siempre buscando el equilibrio para una buena canción. Ya estuvimos ensayando el disco nuevo y las canciones toman forma.
M: –Estamos conformes. Amamos todos nuestros discos y SNC fue un discazo y eso es presión. Pero escuchamos lo que tenemos y decimos: “Lo logramos, está buenísimo”. Eso nos pone muy contentos.
Con alegría y paranoias encriptadas, entonces, saldrán hoy a ofrecer aquel oficio y a seguir motivando a algún taxista a bajar la ventanilla y decirle a alguna porteña que su nombre huele a jardín luxemburgués.
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