Jueves, 18 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › EL TEATRO COLON TERMINA EL AÑO ENVUELTO EN FOCOS DE CONFLICTO
Obras previstas que no se realizaron, una programación lírica sin fechas precisas, pocos compositores locales y rumores sobre un alejamiento de Horacio Sanguinetti son parte de un balance de 2008 del máximo coliseo argentino.
Por Diego Fischerman
La programación de un teatro como el Colón es compleja. Como lo supieron Roberto Caamaño o Sergio Renán, para nombrar a dos de los directores artísticos cuyas gestiones fueron más consensuadas por el público y los especialistas, no sólo se trata de una cuestión de títulos deseados, y de equilibrio entre estéticas y entre hits y novedades. También es esencial el orden, que depende del tiempo de preparación de unas u otras óperas, de las dificultades de lectura y ensamble del coro o la orquesta para algunos títulos en particular y, obviamente, de la disponibilidad de los cantantes, sobre todo para aquellas obras que no forman parte del repertorio más habitual. Y, obviamente, ningún teatro serio, y ningún director con el conocimiento necesario acerca de la materia, anunció jamás aquello que no se estaba seguro de poder cumplir. Hacer anuncios sin ton ni son tiene, en el mercado internacional, consecuencias gravísimas.
La dirección del Teatro Colón que asumió hace un año y con una altisonancia inédita descalificó todo lo hecho por las gestiones anteriores, anunció a comienzos de 2008 algunas actividades para este año y una programación para 2009 y 2010 que, en rigor, nunca fueron desmentidas. De hecho, la base de datos más consultada por profesionales del medio, operabase.com, sigue publicando aquello que Sanguinetti, junto al jefe de Gobierno de la ciudad –a quien involucró en su anuncio– anticipó en aquella oportunidad. La página web del Teatro Colón, en cambio, es más realista. Si se intenta recabar datos acerca de los planes, aparece el texto: “Actualmente no se dispone de mayor información”. De lo adelantado para 2008, casi nada se cumplió, empezando por lo previsto para la Opera de Cámara que debió descartar María de Buenos Aires de Piazzolla, porque no se había percatado de que los derechos estaban contratados por otro teatro, que presentó El mundo de la luna de Haydn sin su partitura original, porque no estuvo en condiciones de comprarla, y que canceló todo el resto. Ahora, aunque nuevamente con una informalidad pasmosa, Sanguinetti envió sólo a dos diarios (La Nación y Clarín) un proyecto de programación lírica para el año próximo que no incluye fechas precisas ni elencos completos, diferente de la prevista originalmente.
La primera sorpresa tiene que ver con la sala. Al asumir, y justificar su decisión de suspensión de la temporada planificada por la gestión anterior en el Teatro Coliseo, afirmó que ese teatro “no servía para hacer ópera”. Seguramente ignoraba que era el único, además del Colón, que tenía un foso capaz de albergar una orquesta completa –las versiones que se realizan en el Avenida, salvo que se traten de óperas barrocas, incluyen orquestas adaptadas–. Ahora sus planes tienen al Coliseo como sede aunque, asegura, “antes el precio era inadmisible; ahora es adecuado”. Su nuevo proyecto, esta vez pergeñado por Mario Perusso, su actual director artístico, comienza con una puesta de Roberto Oswald para Parsifal de Wagner y continúa con El rapto en el serrallo de Mozart, con régie de Daniel Suárez Marzal. Entre agosto y septiembre subirá Orfeo y Euridice de Gluck, con dirección musical de Arnold Oestman y la actuación de Paula Almerares, Virginia Tola y Franco Fagioli. Rigoletto, de Verdi, tendrá dirección musical de Carlos Vieu, y el cierre será con un programa doble: Volo di notte, de Luigi Dallapiccola, y Suor Angelica de Puccini, con puesta en escena del hijo del director artístico, Marcelo Perusso. También se presentará un programa sinfónico coral con el Stabat Mater de Rossini y Lauda Sion de Mendelssohn. Los únicos compositores argentinos incluidos serían parte de la programación de la Opera de cámara y se trata de autores totalmente marginales al modesto canon de la actividad: Alberto Balzanelli y Bruno D’Astoli. Entre lo que no sólo no estará sino que la dirección del teatro no consideró que fuera pasible de alguna clase de aclaración –ni siquiera el aviso a los artistas involucrados, que en muchos casos aún no se enteraron– se cuentan la reposición de La ciudad ausente, de Gerardo Gandini, con libreto de Ricardo Piglia, la puesta de Alfredo Arias para Pelléas et Mélisande de Debussy, Rusalka de Dvorak, con régie de Mario Pontiggia, un supuesto concurso cuyos ganadores harían El elixir de amor de Donizetti y una Madama Butterfly de Puccini con puesta de Rita Cosentino y la actuación protagónica de Maria Pia Piscitelli y Darío Volonté. Mientras tanto, los rumores acerca del alejamiento de Sanguinetti arrecian. Algunas fuentes cercanas a la Secretaría de Cultura, cuya autoridad máxima parece haberse cansado de no tener injerencia sobre un área que se lleva un quinto de su presupuesto, aseguran que es el propio director artístico, Mario Perusso, quien complota para que el ex rector del Nacional de Buenos Aires sea reemplazado por Luis Ovsejevich, ex del Colón y responsable de la Fundación Konex. Otros informantes, más allegados a la Jefatura de Gobierno, dejan traslucir que juegan en otra liga, más prestigiosa internacionalmente, y que esa está lejos de ser la única posibilidad de rescate.
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