Jueves, 18 de diciembre de 2008 | Hoy
DISCOS › EVERYTHING THAT HAPPENS WILL HAPPEN TODAY, UNA JOYITA
El trabajo, que David Byrne y Brian Eno definen como “gospel electrónico”, nació casi por casualidad, cuando se reunieron por la reedición del legendario My life in the bush of ghosts y empezaron a darle forma a un paquete de canciones sencillamente irresistible.
Por Eduardo Fabregat
Todo lo que sucede sucederá hoy
Y nada ha cambiado,
pero nada es lo mismo
Y todo mañana puede ser ayer
Y todo lo que sucede sucederá hoy.
Son algo más que viejos conocidos. En 1978, More songs about buildings and food, el segundo disco de Talking Heads, marcó el inicio de la fructífera relación entre el escocés David Byrne y el inglés Brian Eno: uno de esos vínculos que puede entenderse como una hermandad artística, almas gemelas capaces de producir indiscutibles hitos en la música contemporánea. Si los shows del CBGB y el álbum debut 77 habían llamado la atención sobre la banda que completaban Tina Weymouth, Chris Frantz y Jerry Harrison, la trilogía producida por Eno (More..., Fear of music y Remain in light) consolidó a los Cabezas Parlantes como uno de los grandes nombres de la escena estadounidense. Pero para los hermanos británicos no fue suficiente. En 1981, My life in the bush of ghosts se convirtió en la ineludible referencia de la música electrónica por venir: el abordaje casi científico de Eno y la voracidad de Byrne por músicas de los confines del mundo dieron por resultado un disco que suena moderno aún hoy. Un cuarto de siglo después, el dúo volvió a cruzarse para la reedición –remasterizada y con bonus tracks– de aquel disco seminal. Y allí mismo quedó plantada una nueva semilla, cuando Eno le comentó a Byrne que tenía varias estructuras que no lograba convertir en canción y a las cuales les faltaba el aporte lírico y una voz que lo expresara. Así nació uno de los mejores discos de este 2008 que ya termina: Everything that happens will happen today.
“Al empezar nos repartimos claramente los roles: yo haría la música y David las letras, la línea melódica y la voz. Y nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo así como gospel electrónico, música en la que el canto es fundamental, pero cuyos paisajes sonoros son atípicos para esa clase de canciones centradas en lo vocal”, explica Eno, que confiesa haber descubierto la vibración del godspell precisamente a través de TH: “Mientras grabábamos More songs... en Nassau, escuché una canción del Reverendo Maceo Woods y el Christian Tabernacle Choir en una lejana radio sudamericana. Pasar tiempo con TH y ver sus intereses musicales me abrió los oídos a géneros y estilos que desconocía, incluyendo el gospel. Con lo que este disco, de algún modo, viene a cerrar un círculo”.
El relato de su colega, obviamente, coincide en varios puntos. “Cuando Brian me pasó los tracks instrumentales vi que no eran ambient, como podía esperarse, y sentí que de esas semillas evocativas surgían estructuras de canción. Empecé a trabajar en una que Brian llamaba ‘And suddenly’, y cuando quedó terminada los dos quedamos extasiados: la semilla gospel-folk-electrónica había germinado. Las bases de algunos de los tracks seguían la línea del folk tradicional, el country o el gospel, antes que esos estilos se sofisticaran en lo armónico. Las estructuras de acordes de Brian no eran las que yo hubiera elegido, con lo que fui empujado en una nueva dirección, enfrentado a lo desconocido... lo cual, por supuesto, era buenísimo. El desafío era más emocional que técnico: escribir simples canciones, de corazón, sin caer en el cliché. El resultado, en varios casos, es esperanzador, positivo, aun cuando algunas letras describan autos explotando, guerras y oscuros escenarios similares.”
Entonces, apenas suena la combinación de percusión electrónica y guitarras acústicas de “Home”, apertura de Everything that ha-ppens..., resulta imposible no darles la derecha a sus responsables. Un poco a la manera del exquisito Wrong way up realizado junto a John Cale, Eno pone su capacidad para el ambiente sonoro al servicio de la sugerente voz de Byrne, que a cada disco canta un poco mejor. La combinación puede dar momentos tan dulces como “My big nurse”, “One fine day” (aquel que se llamaba “And suddenly”) o el track que titula el disco; arranques oscuros e intensos como “I feel my stuff” y “Wanted for life”, y canciones luminosas, de esas que dan ganas de salir a la terraza a cantar a los gritos, como “Life is long” o “Strange overtones”. “Estas canciones tienen elementos de nuestro trabajo previo –lo cual no es sorprendente–, pero al mismo tiempo emergió algo nuevo”, dice Byrne. Es cierto: sólo en “Poor boy”, inmediatamente antes del melancólico cierre de “The ligthouse”, puede advertirse ese cruce de samples, esa construcción abstracta, cierta deformidad de ceros y unos que caracterizaban a My life in the bush of ghosts. Lo demás es, efectivamente, algo nuevo.
Lo que resulta especialmente llamativo, además, es la cohesión del disco, que fue grabado de a pedazos en la casa de cada uno y mezclado en Nueva York, y que cuenta con el aporte de invitados célebres como Phil Manzanera y Steve Jones, el aporte multiterreno del coproductor Leo Abrahams (que toca bajo, batería, guitarra y firma “Strange overtones” junto al dúo). Está claro que todos estos años, la cantidad de horas compartidas en estudios, hacen que Byrne y Eno jueguen de memoria y hagan que su opus dos brille como pocas cosas este año. Lo hace, también, desde el margen de la industria, ya que por el momento Everything that happens... se ofrece exclusivamente a través del sitio www.davidbyrne.com: allí puede escucharse como streaming gratuito (y se ofrece la posibilidad de embedarlo en el propio sitio), hay un download libre de “Strange...” y se puede adquirir en formato digital o pidiéndolo por correo con el packaging completo, realizado por Sagmeister Inc. y con cierta semejanza con esas casitas virtuales de The Sims.
A pesar de toda esa virtualidad, las once canciones (y los bonus tracks que se ofrecen en el sitio) tienen la solidez de una roca. “A final de cuentas, hicimos juntos algo que ninguno podría haber realizado por separado”, concluye con simpleza Byrne. El mismo que canta que “todo mañana puede ser ayer”, y al cabo propone junto a su viejo socio musicalizar por todo lo alto el presente: que todo lo que sucede, suceda hoy.
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