Martes, 23 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › UN BALANCE DE LA DOBLE PRESENTACIóN DEL INDIO SOLARI EN LA PLATA
El ex cantante de los Redondos ofreció esta vez un plus con la presencia de Andrés Calamaro. El público volvió a reclamar por el retorno de Patricio Rey, pero está claro que la identidad del Indio solista está más firme que nunca.
Por Juan Ignacio Provéndola
Cuando el Indio Solari bromeó alguna vez diciendo que se quedaba afuera de todas las encuestas, no hizo más que resaltar una constante de su era solista: sea lo que tenga para ofrecer, lo hará en el último suspiro del año, cuando ya los balances estén cerrados y no quede lugar para ningún suceso. Así como, desde 2004 a la fecha, hizo públicas sus decisiones artísticas más importantes sobre el ocaso de cada año (ya sea para editar un disco o para volver a escena tras el largo silencio postRedondos), fue en este diciembre que decidió arrimarse lo más cerca posible a Buenos Aires tras su declarada imposibilidad de tocar en Capital.
Tal vez por eso fue que decidió guardarse para la ocasión la carta que no pudo jugar en los anteriores shows del año, invitando a Andrés Calamaro con un consejo que dejó sabor a súplica: “Trátenlo como yo trataría a sus amigos”, les solicitó el Indio a quienes había llamado “talibanes ricoteros”. Durante “El salmón”, “Veneno paciente” y “Esa estrella era mi lujo” –una preciosa perla de los Redondos–, el ex Rodríguez se animó a disputarle el centro de la escena a Solari repitiendo a dúo un pequeño pasito coreográfico e, incluso, imitando los clásicos movimientos del anfitrión que antes ya había chicaneado diciendo que “me los robaron los floggers”.
Al margen de ese contertulio de viejos colegas y nuevos amigos, el Indio siempre fue amo y señor de las tablas. Para arengar a las huestes (“Vamos a mover un poco el culo”), para ponerles los puntos (“No me tiren más cosas, ¡me sacan del viaje!”), pero también para zanjar viejas dudas como en “Pabellón séptimo”, canción de su primer disco regada de modismos tumberos, donde explicó que no es una oda dedicada a los presos, sino que la escribió “para que sepamos el infierno en el que están sujetos”.
Saber de qué la va un recital del Indio ya no es gran misterio. La fórmula, aunque no gastada, parece sostenerse siempre con los temas solistas de rigor y un repaso por los clásicos ricoteros a los que, en vivo, él se acerca a la vez que Skay Beilinson se aleja. Así fue que en la primera parte de sus shows del sábado y del domingo se dedicó a mostrar un disco que, editado en diciembre de 2007, parece haber salido allá lejos en el tiempo. Cuando se dedicó a ofrecer lo que produjo para Porco rex (y también para El tesoro de los inocentes, su debut solista) el público escuchó respetuosamente y hasta, de tanto en tanto, esbozó una arenga que sonó a tímido amague si se lo compara con el fervor desatado ante cada ricotazo. “Divina TV Führer”, “Un poco de amor francés”, “El infierno está encantador” y “Un angel para tu soledad” mostraron a un Solari interesado en revisar toda la discografía ricotera, salvo la etapa final de samplers y programaciones signada por Ultimo Bondi a Finisterre (1998) y Momo sampler (2000). El reclamo de la gente por la vuelta de Redondos se hizo escuchar más fuerte que nunca, leyendo a medias las recientes declaraciones del Indio, donde mostró interés en invitar a ex compañeros como Sergio Dawi, Walter Sidotti y Semilla Bucciareli, pero también dilató la posibilidad de un reencuentro artístico con su viejo partenaire Skay.
Y así como alguna vez cantó que “el que abandona no tiene premio”, sobre el final de sus recitales el Indio retribuyó a la gente el interés, el respeto y “la fidelidad” por su obra solista con un aplauso de la banda en pleno; el rescate emotivo de “Juguetes perdidos” y el inoxidable pogo de “Ji ji ji”, y un show de fuegos artificiales que arrancó las últimas ovaciones de las dos noches. Pese a que tocó menos de lo que propuso originalmente (Salta quedará finalmente para 2009), éste fue su año más activo en muchísimo tiempo: hay que remontarse hasta 1995 para encontrar un Solari con más shows en vivo que los cinco de este 2008.
El cantante ya anticipó –en el último número de La Mano– que el año próximo hará apenas un solo show, para poder comenzar a grabar su tercer disco. La primera vez que dijo eso, tras la distensión redonda, demoró cuatro años. De todas maneras, alcanzará una respetable cantidad de álbumes solistas cuando cierre esta trilogía inicial. Alrededor de 80 mil personas, entre el sábado y el domingo, se acercaron al Estadio Ciudad de La Plata para tratar de abordar uno de los misterios más grandes del rock local, ese calvo de casi 60 años que se quedó con los mejores dividendos populares de la separación ricotera y confirma su ingreso en el olimpo de los solistas locales. Justo cuando los capitostes de siempre parecen haber mancado su ascendencia en las nuevas generaciones y el rubro reclama novedades a gritos.
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