Jueves, 5 de marzo de 2009 | Hoy
MUSICA › LIZA MINNELLI ANTICIPA EL SHOW QUE PRESENTARá EN LA ARGENTINA
La actriz y cantante, que actuará el 15 de este mes en el Luna Park, revela el contenido de su espectáculo y recorre los hitos de su trayectoria. “Las cosas que cuento dependen del público con el que me encuentro cada noche”, asegura.
Por Alina Mazzaferro
Liza Minnelli vuelve a la Argentina y ya empieza la fiebre de la venta y reventa de entradas. Si hay quienes podrán gastar hasta mil pesos para ver a esta señora de más de sesenta el 15 de marzo en el Luna Park (a las 21) –eso es lo que cuestan en un sitio de Internet– es porque Liza es un mito viviente, de esos que, si se puede, hay que verlos al menos una vez en la vida, porque la fauna de divas de Hollywood se está agotando y ella es uno de los ejemplares más exquisitos. Es que Liza pertenece a la última generación con vida de estrellas formadas en la vieja escuela, de esas que actuaban, bailaban y cantaban –junto con Barbra Streisand, Bette Middler y Julie Andrews–; que batían taquillas en Hollywood, no hacían agua al llegar a Broadway porque en realidad allí se habían formado y, como si fuera poco, vendían millones de discos. De esas que arrasaban de tal forma sobre el escenario que hacían que el público no concibiera a otra Sally Bowles que no fuera la mismísima Liza Minnelli, con su pelito corto, sus ojos de largas pestañas postizas y su voz, tan potente, que al frasear “I-love-the-cabaret” opacaba hasta las lentejuelas de su vestido.
Liza es una diva con todas las letras, porque además de su talento, ha llevado una vida digna de una E! True Hollywood Story, con todos los altibajos necesarios para alimentar a chismosos y fanáticos: una madre superfamosa –Judy Garland–, pero también una depresiva, caprichosa y suicida adicta, a las drogas, al alcohol, a las anfetaminas que le obligaban a tomar los productores de la Metro Goldwyn Mayer para que se viera siempre delgada como la niña de El Mago de Oz. A este karma familiar se le suma un padre talentoso –el cineasta Vincent Minnelli–, padrinos como George Gershwin –a su Liza (All the Clowds’ll Roll Away) le debe su nombre la Minnelli– y Kay Thompson (su madrina artística, una bailarina, cantante y compositora, que hacía los arreglos sonoros de los films de la MGM). Asimismo, Liza cuenta en su haber con cuatro matrimonios fallidos (el último duró tan sólo un año y terminó con un juicio lleno de injurias que dio que hablar a la prensa), además de dos operaciones de cadera, tres de rodilla, un rejuvenecimiento de las cuerdas vocales, variadas internaciones en centros de desintoxicación –porque ella copió todas las virtudes y errores de mamá Judy– y una encefalitis que casi le cuesta la vida en 2000.
La historia de Liza no sólo es suculenta para los cazachimentos; podría entrar en cualquier libro de records: ella es la única ganadora del Oscar cuyos padres han recibido también la estatuilla de la Academia. Además, es una de las pocas celebridades que ha obtenido los cuatro principales premios del showbusiness americano: el Tonny (de teatro, lo ganó tres veces), el Emmy (de televisión), el Grammy (de música) y el Oscar (de cine, a la mejor actriz por Cabaret). La vida de Liza es tan atractiva, tan propia de una verdadera star, que cuando se tiene la oportunidad de hablar a solas con ella –como lo hizo Página/12– no se puede evitar hurgar en los más íntimos recovecos para descubrir qué se siente tocar sucesivas veces, como en un gesto de vaivén eterno, el cielo y el infierno.
En diálogo telefónico desde Estados Unidos, antes de su visita a la Argentina, esta diva de múltiples caras se animó a revisitar su carrera, repasar ciertos claroscuros de su vida personal y adelantar algunos detalles del show que llegará próximamente al escenario de Corrientes y Bouchard.
“En este show habrá mucho material nuevo pero también muchas sorpresas. Voy a bailar mucho más, hay nuevas canciones”, es lo primero que anuncia la Minnelli a Página/12. Confiesa que el show que traerá a Buenos Aires es diferente del que brindó en junio de 2007 en el Gran Rex, pues esta vez desplegará el repertorio de Liza at the Palace, el ciclo que presentó en diciembre en el Palace Theater de Nueva York y que fue registrado en el disco homónimo. “Y por supuesto van a estar todas las canciones que todo el mundo espera”, adelanta (en ese último álbum también se encuentran Maybe this Time, He’s Funny That Way, Cabaret y New York, New York).
–Usted siempre le habla a su audiencia y le revela pequeños secretos de su vida personal en cada función. ¿Puede adelantarnos algunas de esas historias que escucharemos en el Luna Park?
–Las cosas que cuento sobre el escenario dependen del público con el que me encuentro cada noche. No lo preparo de antemano. Más bien, lo siento como una conversación natural con mi audiencia.
–Usted creció entre bastidores, tanto teatrales como cinematográficos. ¿Fue el backstage su mejor escuela?
–En realidad, yo no quería ser actriz o cantante, sino que quería dedicarme al patinaje sobre hielo. Siempre me gustó estar en movimiento, por eso amo bailar. A los nueve años fui a aprender patinaje; lo hice hasta los once. Hasta que a los 14 descubrí mi verdadera vocación: fui al teatro a ver un musical, Bye Bye Birdie, y ahí supe que eso era lo quería hacer. Pero de niña, yo estaba convencida de que iba a ser patinadora artística.
–¿En qué momento de su carrera sintió que tenía un nombre propio y que era famosa por lo que hacía y no por ser “la hija de”?
–En realidad, nunca me sentí “la hija de tal” porque nunca sentí que mis padres me hicieran notar que yo estaba detrás, que era la segunda.
–Pero Sally Bowls (su personaje en Cabaret) le cambió la vida. ¿Fue difícil continuar su carrera luego de ese papel, por la presión de tener que hacer algo igual o mejor?
–Por supuesto que Cabaret me cambió la vida. Pero no fue difícil seguir con mi carrera, porque yo siempre fui una actriz de teatro. Ya había hecho mucho teatro antes de esa película. Y allí siempre me sentí cómoda. Además, desde hace mucho tiempo, en mis shows, interpreto diferentes papeles y puedo revivir ahí lo mejor de Cabaret.
–¿Fue la vida más fácil para usted dentro del teatro que fuera de él?
–Charles Aznavour una vez dijo, refiriéndose a mí: “Ella es una flor que nace de entre las tablas del escenario”. Sobre la escena, yo me siento en casa. El teatro es mi hogar. Las palabras de Aznavour me tocaron mucho. El hacía cada canción como si fuera una pequeña película y a mí me encantan ese tipo de canciones, que le permiten a uno actuar un papel. Siempre me gustó interpretar un personaje.
–Después de Cabaret, surgieron en el mundo imitadores suyos y la comunidad gay la convirtió en uno de sus iconos más representativos. ¿Qué piensa al respecto?
–¡Que los gays tienen buen gusto! (Risas.) Hablando en serio, realmente me siento muy halagada, es un honor para mí que me hayan escogido y que sigan mi carrera.
–¿Alguna vez ha visto actuar a una Liza Minnelli drag queen (un imitador travestido)?
–No (piensa). En realidad, sí. ¡Y fue en Argentina! En uno de mis viajes fui a ver un espectáculo y en el escenario había alguien que hacía de mí. ¡Y lo hacía muy bien! Fue todo un honor.
–Usted es una de las últimas divas del american showbusiness, de esas que podían actuar, cantar y bailar increíblemente. ¿Por qué cree que no nacen nuevas divas en estos tiempos?
–Creo que es porque no existe el mismo entrenamiento que teníamos nosotros, en mi época. Cuando yo empecé, existían las llamadas funciones de verano, que eran para nosotros un entrenamiento muy intensivo. Eran espectáculos itinerantes, que pasaban por distintas ciudades de todos los Estados Unidos. Los shows cambiaban semanalmente, así que debíamos aprendernos los papeles en muy poco tiempo. Eso sí que era un verdadero entrenamiento y te dejaba listo para llegar a Broadway.
–En los últimos años los musicales volvieron a la pantalla grande. ¿Le gustaría volver a participar en uno de ellos?
–Si me ofrecen un buen papel en una buena película, claro que sí. Pero debe ser un personaje interesante, que me agrade interpretar.
–¿Y es verdad que próximamente protagonizará un film llamado Katies Blus, en el cual interpretará a la dueña de un club nocturno?
–Katies Blus es un proyecto de ficción que ideé yo y que aún estoy escribiendo. Trata acerca de los cabarets y los clubes nocturnos de Nueva York. Es un ámbito muy interesante, atrapante, que aún no ha sido explotado en el cine. Yo quiero protagonizarlo, ¡pero va a haber muchos buenos papeles para otros actores! Lo cierto es que no quiero anticipar mucho, ya que estoy escribiendo el libreto y todavía no le he dado la forma que quiero que tenga.
–Usted actuó en teatro, cine, grabó discos, participó de programas televisivos. ¿Le interesa incursionar en nuevas áreas artísticas, como la escritura cinematográfica?
–Yo tan sólo quiero hacer lo que siempre hice, pero mejor que antes.
–¿Y qué fue lo que la llevó a participar recientemente de la sitcom televisiva Arrested development? ¿Habrá más Liza en la TV?
–Acepté porque me divertía hacerlo y era un buen papel. Si me ofrecen otro papel como ése, claro que aceptaría.
–¿Cómo vivió la época en que no pudo cantar debido a la operación en las cuerdas vocales y los diversos problemas de salud que tuvo?
–En realidad, mi sueño era ser una patinadora artística, así que no poder cantar no hubiera sido un problema para el patinaje (risas). Yo siempre intento encontrar una salida a los problemas. Prefiero mirar para adelante y aprender de las dificultades.
–¿Alguna vez pensó en dejar su carrera? ¿O no podría vivir sin ella?
–¡Nunca pensé en dejar porque el público tampoco pensó en dejarme! (Risas.) Además, trabajando me encuentro con un montón de amigos, y ¡¿quién querría dejar de estar al lado de sus amigos?! Claro que, a la hora de evaluar un papel, siempre me fijo primero en el personaje y luego en los amigos que trabajarán a mi lado. Yo adoro hacer amistades. Cuando llegue a la Argentina voy a visitar a varios de mis amigos argentinos, como Julio Bocca y Lino Patalano (el productor y representante de Bocca).
–Usted se mueve mucho en sus shows. ¿Sigue tomando clases de baile?
–Todos los días. Paso dos horas diarias en el gimnasio y luego tomo una clase de danza de dos horas y media.
–¿Bailar a los 60 se siente igual que hacerlo a los 20?
–Se siente muuuuy diferente, pero uno finalmente lo logra. Eso me lo dijo una vez Martha Graham (la célebre coreógrafa), una amiga muy sabia, hace más de veinte años, cuando yo formaba parte de su compañía.
–Además de las clases de gimnasia y de baile, ¿cómo es un día en la vida de Liza?
–Me ocupo de mis negocios. Voy a dar clases al Actor’s Studio. Me encanta hablar por teléfono. Salgo a comer por la noche con amigos o me quedo en casa jugando con mis tres perros schnouzers, a los que adoro.
–Mucha gente cuenta su historia como si usted ya fuera una leyenda. ¿Se siente un mito viviente?
–No, simplemente siento que logré todo lo que me propuse hacer en la vida.
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