De un cuarto de pulgada y 540 metros de largo, el reel de cinta de audio en una rotosa caja manchada de café no da ninguna pista del tesoro que contiene. Pero cuando se la reproduce, no quedan dudas de que se trata de Jimi Hendrix, un Jimi en plan lo fi, limitado a una guitarra y una voz sin adornos. Olvidada por décadas, la grabación captura al Hendrix más reflexivo; las 14 canciones fueron registradas en 1968, al tiempo que Hendrix trabajaba en Electric Ladyland. La cinta será rematada, y se espera que alcance un precio de entre 50 mil y 100 mil libras.

En lugar de esa guitarra distorsionada que fue su marca de fábrica y una banda completa, la mayoría de los tracks presentan a Hendrix solo, cantando y tocando en la quietud de su departamento: sólo algunas canciones incluyen a otro músico en armónica. “Muestra su lado más sensitivo”, dice Ted Owen, experto en memorabilia y CEO de Fame Bureau (famebure au.com), el sitio que subastará las grabaciones. “El hombre salvaje del rock no está allí.” La cinta le fue cedida por Hendrix a Karl Niekirk, que trabajaba en un estudio de fotografía situado debajo del piso de Jimi en Brook Street, en Londres. Como había una sola entrada, Niekirk a menudo dejaba pasar a Hendrix y sus amigos. “Era un flujo constante de gente que iba y venía”, dijo. Una vez, Hendrix le preguntó si podía prestarle azúcar: cuando Niekirk se la llevó, la vio, “le pregunté qué era y me la dio”, explicó. La cinta luego pasó a manos de la hermana de Niekirk, que regenteaba un pub en Epping Forest, y desde entonces languideció en un guardarropa. Hoy es propiedad de Mark Sutherland y Paul Jackson, dueños de los Cafe Music Studios, que la compraron por una suma nominal diez años atrás. Luego de una ardua lucha legal con los herederos de Jimi, finalmente fueron habilitados a venderla.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.