MUSICA › LUIS ROBINSON, RICARDO TAPIA Y DANIEL RAFFO
El show de hoy en el Club Lounge servirá para abordar “el revés del blues”: acostumbrados a la fiereza eléctrica, mostrarán standards del género en versiones desenchufadas. “Necesitamos un respiro así. Somos tipos muy cableados”, dicen.
› Por Cristian Vitale
“Si nos damos la mano nos electrocutamos”, dispara Luis Robinson. Es, quizás, una forma elegante de dejar sentado el latir eléctrico que subyace al pulso blusero de los tres: él, Ricardo Tapia y Daniel Raffo, cada quien en su metier, no conciben al género de otra manera... a menos que se junten. Y aquí va el chiste: como un relax en el medio del devenir “normal”, estos tres mosqueteros del blues se juntaron, coparon una sala de ensayo, se pusieron a improvisar una serie de standards y esta noche mostrarán el resultado en el Club Lounge (Reconquista 974). “No sé. Nos damos el gusto de abordar el revés del blues, su otro lado. Somos todos muy eléctricos, extremadamente, diría, y necesitamos un respiro así. Somos tipos muy cableados”, refuerza Tapia, desenchufado. Trasnoche de blues se llama la cita y significa, dado el background de los tres, una de las propuestas intragénero más llamativas en lo que va del año.
–¿Cuesta bajar de los 220?
Luis Robinson: –Es divertido, porque te descontrolás o matizás un poco más, algo que lo eléctrico te impide, porque el sonido te juega en contra, o renegás de los lugares. En cambio, sabés que si tocás acústico, cualquier lugar va a sonar bien. Recuerdo que ser músico acústico con las Blacanblus era un placer, porque todos estábamos en función de lo vocal.
Ricardo Tapia: –Clima y tensión. El acústico tiene ambas cosas, porque la tensión surge y la manejás con volumen... a veces estamos tocando algo minimalista y de golpe sube y crea otro clima. Es un divertimento chiquitito pero bueno.
Daniel Raffo: –Aparte, la tensión aparece porque somos tan pocos que se equivoca uno, miramos, y ya sabemos quién fue (risas). No hay margen para el error.
El espíritu de la juntada es coyuntural y lúdico. Si bien hay cierta intención de grabar un disco “algo folk, algo relajado” –informa Tapia–, inicialmente emerge como un relax entre lo que cada quien hace aparte. Tapia con Mississippi y un disco que está a punto de editarse: 20 años, un compendio en vivo de versiones de temas viejos con Ricardo Mollo, Botafogo (Don Vilanova), La Mancha de Rolando, Tom Lupo y Nonpalidece como invitados. Raffo, con su eterno e itinerante proyecto (King Size) con otro disco en puerta: Daniel Raffo, King Size y otros. Y Robinson, ex armoniquista de Pappo y de todos, además de volver a Mississippi (la había integrado en las época de Mbugi), da clases y clínicas, rutea por el interior y motoriza un quinteto de blues de mujeres llamado Tropina. Redunda Tapia: “Es como un descansito para volver a lo eléctrico con más ganas. Hay muchos músicos que hacen esto, caso Neil Young, que siempre ondula entre lo súper acústico y lo súper eléctrico, y siempre con propuestas diferentes. Es muy lindo el contraste”.
–¿El trío tiene nombre?
R. T.: –No. Es como los grupos de tango que tienen los apellidos y ya está, una onda Salgán–De Lío... Ojalá lleguemos a la mitad.
La propuesta unplugged del terceto se circunscribe a un repertorio hecho, básicamente, de standards de blues clásico, más algunas versiones de Pappo y JJ Cale, siempre con Tapia en voz y guitarras acústicas; Raffo en guitarra eléctrica –una excepción– y Robinson en armónica. “Igual, lo que ensayamos es más teórico que práctico: nos juntamos en la sala y decimos ‘bueno, toquemos esto’, pero los temas los dejamos librados al show. La otra vez nos gustó tanto un tema (‘Magnolia’, de Cale) que lo tocamos dos veces en la sala. Fue demasiado (risas). La idea es marcar los inicios, ver quién hace los solos y dejarlo librado al azar”, señala Tapia.
–¿Cómo leen el presente de un género que, tiempo atrás, ha alternado períodos de auge con otros de retracción?
R. T.: –Yo creo que el blues está destinado a ser respetado, más que ser explosivo. Es un género destinado a gente que escucha música y no al cabezazo y el choque del pogo, ¿no?... creo que por esto logró un lugar de respeto. El público no es decreciente, no es el de los festivales, sino el que disfruta, por ejemplo, de ver un show de John Mayall tranquilo, disfrutando.
–Igual, es indisimulable que existe un antes y un después de Pappo, que su muerte fue una bisagra...
D. R.: –Sobre todo porque era el link directo del blues nacional al rock. Junto con Manal, él ya estaba tocando blues y lo tocaba como Clapton en Cream y los Bluesbreakers. Esa camada de gente agarró, a nivel guitarra, esa escuela y, a través de ellos, captó perfectamente a sus antecesores afroamericanos.
R. T.: –Yo creo que alguna vez se va a tomar distancia y se va a ver qué tipo de músico era Pappo. Se paraba en el escenario y capaz que estaba diez minutos sin moverse y la gente lo aplaudía igual... eso es muy fuerte.
L. R.: –Es notable cómo, a cuatro años de su muerte, cobró sentido su nombre. Es cierto que antes era respetado, pero yo, que toqué años junto a él, me acuerdo de que había luchado años en que las compañías reconocieran su música. La llama de Pappo es muy fuerte en todo el país: se lo venera. Pensé que iba a durar un año, dos, como pasó con Luca en su momento, pero Pappo está muy vigente. Cuando subía a tocar con él, cerraba los ojos y sentía que tenía a Johnny Winter al lado.
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