MUSICA › PRIMERA EDICIóN DEL FESTIVAL JAZZ AL FIN
El encuentro tiene el acento puesto, según sus organizadores, en “sacar afuera lo que hay en Tierra del Fuego”. En la primera jornada se lucieron el cuarteto del contrabajista Pablo Basez y numerosas agrupaciones locales. Mañana será el cierre, a cargo de Escalandrum.
› Por Diego Fischerman
Desde Ushuaia
El movimiento de las calles centrales resulta extraño en medio de la noche cerrada. A las nueve de la mañana, el amanecer se intuye en el rosado con el que comienza a pintarse el borde nevado de los cerros. Hace calor, dicen. Unos seis o siete grados y faltan apenas veinte días para la noche más larga. “Es una ciudad de cruces”, define Sandra Ruiz Díaz, cabeza de la Fundación Inti Main y gestora del Festival Jazz al Fin cuya primera edición acaba de empezar en Ushuaia. “Por eso el jazz; porque es una música de cruces y de ensambles, de momentos únicos, fugaces e irrepetibles, como son las relaciones aquí, donde siempre hay gente que llega y gente que se está yendo.” Frente al canal, como una amenaza, crece mientras tanto Puerto Williams, una pequeña problación chilena que promete arrebatarle a Ushuaia uno de sus cetros: el de ciudad más austral del mundo. Puerto Williams todavía no es ciudad, argumentan los fueguinos, pero ya está, inevitablemente, más al sur.
Con un festival de música clásica y una bienal de artes plásticas absolutamente consolidados, la idea del “fin del mundo” ha demostrado ser una de las marcas más exitosas de los últimos tiempos. Aquí, donde existe el único cartel de tránsito con dirección única de la Argentina, aquel que indica “La Quiaca 5171 km” –y es que se vaya adonde se vaya no hay más remedio que acercarse a La Quiaca–, todo, desde las casas de ropa o comida hasta los kioscos, reclama su pertenencia al confín. En el origen hay una novela de Jules Verne, El faro del fin del mundo. Y, por supuesto, un malentendido. Aquel faro nombrado por el francés no es el de “les eclaireurs”, situado en uno de los islotes del canal de Beagle y casi frente a la ciudad, sino el de San Juan de Salvamento, ubicado en la Isla de los Estados y construido en 1884. Pero a nadie le importa. También este pequeño faro, rodeado de lobos marinos, tiene derecho a la marca.
Sin nieve en la ciudad ni en los alrededores, Ushuaia recibió, en cambio, el calor del jazz y de los encuentros de los que habla su programadora. “La gripe y la crisis europea hicieron que, a último momento, algunas de las presencias previstas declinaran su participación.” Ella se asombra de que, cuando comenzó a saberse acerca del proyecto de este festival, los primeros músicos en interesarse aparecieron en Austria y Francia. Finalmente, Jazz al Fin encontró su perfil en el acento puesto en “sacar afuera lo que hay en Tierra del Fuego; Canal (à) lo está filmando y su producción será vista durante seis meses en toda América latina”. Y la apertura no podría haber sido más representativa de la tradición de una población cuya actividad comenzó alrededor de una base: en la calle San Martín, y frente a los transeúntes, la Banda de la Base Naval tocó éxitos de Glenn Miller y, luego, en el Centro Cultural Beagle, que ocupa parte del terreno del antiguo aeropuerto, precedió a otra banda, la Municipal de la ciudad, y al cuarteto del contrabajista Pablo Basez. Este muy buen instrumentista, con un grupo homogéneo en el que se destaca, de todas maneras, el guitarrista Rodrigo Agudelo –quien a pesar de no nombrar a John Scofield entre sus referentes comparte con él el gusto por ciertas frases angulares y por la manera de acentuar en el rasguido– mostró temas propios y, justamente, de Agudelo, con un nivel sumamente competente.
El festival continúa con la presencia de Bazar Mandala, un grupo de Ushuaia que juega alrededor de eso que el mercado denomina “música del mundo” (y en este caso oída, claro, desde el mismo fin), el dúo mendocino El Sosías, conformado por Rodolfo y Osvaldo Tomello en saxo alto y piano respectivamente, y el trío del guitarrista Luis D’Agostino junto al contrabajista Mariano Sívori y el baterista Daniel “Pipi” Piazzolla que, junto a su grupo Escalandrum, tendrá a su cargo el cierre del festival, el domingo a la noche. Otros grupos de Ushuaia –Blue Velvet, el dúo de Lucía Boffo y Horacio Gómez–, la Occidental Sax Band de San Juan y el neuquino Hotel Confluencia, que en su nombre homenajea al legendario lugar de su ciudad que parece haber sido uno de los primeros del país en que se tocó jazz, serán algunos de los animadores de este encuentro que, además, se ramifica y extiende cada noche cuando, en algún pub, los músicos de unas y otras partes, confluyen, como en aquel hotel neuquino, en nuevas músicas. En esos cruces y ensambles que no son otros que los de la propia ciudad que pregona el fin del mundo pero donde, más bien, se avizora el principio.
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