MUSICA › CURSI, OTRO GRUPO DE LA AVANZADA DE ROCK URUGUAYO
“Hoy la cosa se puso floreciente”
“No tenemos un estilo, simplemente hacemos canciones”, dicen Fabián Krut y Diego Drexler, integrantes de Cursi.
Por K. M.
Se inscriben dentro del resurgimiento del rock uruguayo, que de este lado de la orilla irrumpió con bandas como La Vela Puerca o No Te Va A Gustar. Se definen como un grupo de Pocitos (“un micromundo lleno de bandas”, dicen sobre el barrio montevideano), y a la hora de hablar de lo que hacen echan mano a otra definición que, según cuentan con orgullo, circula por Uruguay: “Estilo Cursi”. Fabián Krut y Diego Drexler (hermano menor del Drexler más famoso) son los impulsores de la banda que este año hizo su presentación oficial aquí con un par de shows y un nuevo disco –el cuarto–, Corazón de hotel. Cursi nació en 1997 como una banda de garage formada por amigos del barrio, y base de operaciones en la casa de los padres de Drexler. El salto llegó tras su segundo disco, Del 2 al 70, con un hit en Uruguay, La pachanga falsa. En el 2003 editaron un CD de remixes con invitados como su padrino Juanchi Baleirón. “No tenemos un estilo, simplemente hacemos canciones”, se define Krut. “Vamos para donde nos tira la canción.” “Escuchar un disco de Cursi es como mirar la tele e ir cambiando de canal”, agrega Drexler. “Es un zapping de estilos. Por eso siempre se nos hizo difícil encontrar circuitos para tocar, es como que siempre estamos en el medio. Con este disco, en Uruguay salieron críticas en Brecha y en El País. Brecha decía: ‘Este trío de rock uruguayo, que hace música popular...’. Para El País, éramos ‘una banda que viene de los círculos de la música popular uruguaya, y que incursiona en el rock’.”
–No son los únicos que atraviesan ese cruce o que “están en el medio”.
Fabián Krut: –Hoy hay muchos en búsqueda de la diversidad. Me interesa la palabra “rock” como actitud de apertura, no para pensarlo como un género cerrado. Si se piensa como un género que admite una cantidad de corrientes, entonces nosotros hacemos rock.
Diego Drexler: –Más que un estilo, el rock es una forma de hacer las cosas, una actitud, un modo de presentarse en un escenario y tocar. Por eso dentro del rock están Babasónicos con un tema que podría ser de Sandro, y La Renga, que podría ser su opuesto. Y los dos se reconocen como bandas de rock. Lo mismo pasa en el Uruguay: estamos todos en el mismo barco, aunque no tengamos mucho que ver entre nosotros y los sonidos sean muy distintos, excepto porque incorporamos cosas de todos lados.
–De un tiempo a esta parte se habla del rock uruguayo como un fenómeno. ¿Realmente hubo algo que se movió o es una cuestión de mercado y de repente todos empezaron a mirar para donde antes no se miraba?
F.K.: –No se sabe si es el huevo o la gallina. Empezaron a darles bola a las bandas, por lo tanto empezaron a sonar más, y por lo tanto a tocar más... Así se armó un circuito, un mercado interno.
D.D.: –Pero hay una sensación de que la cosa está floreciente. Se llenan velódromos, que no era común hace cinco años. Y cuando empezás a sonar tanto en Uruguay y hay una movida, el paso lógico es cruzar el charco. También tuvo que ver la crisis, dejaron de venir bandas de afuera, empezaron a ser caros los discos importados, surgieron un par de sellos en Montevideo más accesibles. Lo interesante es que las bandas no lo están tomando como algo pasajero sino con una perspectiva: hay ganas de hacer las cosas bien, sabiendo que cada paso tiene que ver con lo que va a pasar en el futuro.
–¿Siempre hay acuerdos o también hay rivalidades?
D.D.: –No, ahora hay una unidad, nos damos manos. En la movida del rock posdictadura de los ‘80, en Uruguay era muy común que las bandas estuvieran peleadas entre sí, y la gente que iba a ver a esas bandas también. Hoy en día en todos los shows los músicos se invitan entre ellos. Se pasan los piques. Se va a abriendo la cancha, y es bueno para todos.
–¿Cuáles son los pros y los contras de hacer rock en Uruguay?
D.D.: –Uruguay es muy chiquito, Montevideo tiene un millón y medio de habitantes. Siempre está la sensación de que tenés que estar cuidando laexposición, porque tocás el techo. Hacés dos shows en un mes y ya está, ¿cuánta gente más te puede ver en Montevideo? Además hay pocos jóvenes, muchos se fueron. Por eso a mí me fascina de Buenos Aires la sensación de que es infinito, que hay bandas que pueden tocar en la Zona Oeste de la ciudad y no se entera nadie en la Capital: fueron 3 mil personas y a diez minutos no se enteró nadie. Si en Montevideo va esa cantidad de gente a ver una banda, es el evento del mes.
–¿Y los pros?
D.D.: –Montevideo es una ciudad que tiene una densidad de músicos por habitante zarpada, hay bandas en todas las cuadras. Hablás con un loco de quince años y si no está tocando algo o quiere armar una banda, seguro que tiene amigos o compañeros de clase que sí. Están todos haciendo música y hay una cosa de sana competencia, todos quieren grabar mejor, sonar mejor en vivo, hacer las cosas bien.
F.K.: –Para nosotros es una suerte estar en este momento de la música uruguaya, que es como una primavera. Las radios están pasando rock uruguayo a full. Todos tienen remeras de bandas uruguayas, hasta las nuevas. Se armó esa cosa de hinchada, se pusieron la camiseta.
–¿Le piden consejos a Jorge Drexler?
D.D.: –Sólo sobre cómo movernos: “Che, nos pasó esto con el sello, nos proponen esto, ¿vos cómo la ves?”. Pero a nivel musical no estaría bueno estar pendiente de él, estar preguntándole todo el tiempo. Sí mantener una sana frescura: “Escuchate esto, a ver qué te parece”. Lo normal. Igual, últimamente es medio demencial lo que tiene que ver con Jorge. Cada vez que va a Uruguay todo se transforma en una película loca. Hay gente haciendo guardia en la puerta, un canal filmando la casa de mis viejos, una radio relatando todo... Loquísimo. Eso desnaturaliza un poco todo, la última vez que vino nos fuimos afuera y recién al segundo día se pudo sacar esa coraza. Está bueno rescatar los momentos comunes y corrientes con un hermano, poder bajarlo a tierra. Estar con Jorge, no con Drexler.