Miércoles, 12 de agosto de 2009 | Hoy
MUSICA › SANTIAGO VáZQUEZ Y EL DEBUT DE SU NUEVO PROYECTO, LA GRANDE
Con el sistema de improvisación coordinada desarrollado para La Bomba de Tiempo, el percusionista sube la apuesta y agrega vientos, cuerdas y teclados a la banda que presenta hoy en el Club Aráoz.
Por Carlos Bevilacqua
Cuentan los padres de Santiago Vázquez que a los 4 años el niño ya golpeaba todo tipo de utensilio en procura de algún sonido. Hoy, más consciente de su afición, el prestigioso percusionista reflexiona: “La percusión es la forma más sencilla de acercarse a la música y además tiene una relación muy directa con el ritmo, que es un concepto omnipresente en la naturaleza a través de los ciclos”. Con el tiempo, aquella pasión percutiva se fue plasmando en formas cada vez más sofisticadas. Vázquez es miembro fundador del quinteto de música contemporánea Puente Celeste, tiene dos proyectos solistas (Punch y Monoambiente) en los que se mueve como una especie de hombre orquesta con el auxilio de la electrónica y llevó adelante el Colectivo Estereofónico, con el que llegó a dar un “concierto para fábrica de aluminio”, en interacción con los operarios de una metalúrgica. Pero su iniciativa más conocida es La Bomba de Tiempo, un grupo de 17 percusionistas que desde hace tres años viene arrastrando multitudes con sus bombos, tambores, yembés y güiros en un ciclo semanal en la Ciudad Cultural Konex. Buena parte de esas experiencias se potenciarán hoy a las 22.30 cuando debute La Grande, una superbanda con 13 músicos de renombre que prometen sacudir las paredes del Club Aráoz (Aráoz 2424), también los miércoles subsiguientes.
Como La Bomba de Tiempo, La Grande será un grupo de improvisación dirigido por Vázquez a través de un sistema de señas, algunas que ya venía utilizando y otras desarrolladas para la ocasión, todas creadas por él. La gran novedad es la incorporación de instrumentos armónicos y melódicos que habilitarán un vuelo musical mucho mayor. En cuanto a géneros, en lo que se promociona como “una coctelera eléctrica y rítmica en la que se mezclan todos los estilos” convivirán sobre todo elementos de percusión afro, electrónica, funk, jazz de diferentes épocas, música balcánica y, cuándo no, rock. “Cada músico trae valiosas experiencias de diferentes lugares”, explica Santiago. La grande es además la que ya me saqué yo al poder ensayar con ellos porque son músicos fuera de serie, algo necesario por el dominio del instrumento, la ductilidad y la creatividad que requiere la improvisación.” Los elogios son para gente como Richard Nant, Juan Cruz de Urquiza (ambos a cargo de trompetas y electrónica), Rodrigo Domínguez (saxo tenor), Ezequiel Borra (guitarra eléctrica) y Ale Franov (teclados y voz).
Algunos temas de Vázquez serán los puntos de partida para la improvisación, según adelanta. “Puede pasar que yo les pida a los vientos que toquen un tema, enseguida le pida al bajo que toque su parte de otro y que por encima se sumen las guitarras tocando lo que sientan en ese momento. Todo eso, a su vez, hace que yo vaya improvisando desde la percusión en base a lo que ellos me proponen.” Por eso, la estructura del show es imprevisible. Así como puede llegar a armarse una sola música extendida durante toda la noche, puede haber temas medianos o cortos mechando otros bien prolongados, tal como pasó el 1º de agosto en una especie de avant première ofrecida en el Konex. “Es un trabajo de reciclaje en tiempo real”, resume. Para lograrlo, Santiago desarrolló un sistema de señas que sus músicos debieron aprender como un idioma indispensable. “Lo que hago con esas señas es coordinar la improvisación. A cada músico le voy asignando funciones, incluyendo variables de tonalidad, ritmo y compás. Dentro de esas consignas el músico improvisa algo que a su vez me da nuevas ideas a mí y al resto.”
Como en los shows de La Bomba, cabe esperar que el auditorio de La Grande se ponga movidito. “La percusión es bien afro, algo que por potencia y repetición invita al trance, a mover el cuerpo en comunión con ese ritmo. Nosotros mismos bailamos mientras tocamos y muchas veces lo que tocamos surge también de ese movimiento.” Un círculo difícil de racionalizar, aunque el entrevistado se las arregla bastante bien: “Es medio misterioso por qué el ser humano baila, pero evidentemente es una necesidad. Fijate que los bebés escuchan música y se ponen a bailar. Pienso que tiene que ver con la armonización del adentro y el afuera. Así como las boyas se mueven sobre el agua cuando hay olas, es natural que nuestro cuerpo se mueva cuando hay ondas en el aire. Hasta te diría que es antinatural quedarse quieto”. Por lo demás, no está prevista ninguna puesta en escena que distraiga de lo central. “Lo visual suele poner el foco en el exterior, a nosotros lo que más nos interesa es que al oyente le pasen cosas consigo mismo, con la música y con los demás. La idea es generar un espacio social, donde la gente pueda disfrutar y de alguna manera viajar, dejando que la música repercuta en el cuerpo, para que no quede como una experiencia sólo intelectual.” Aun así, nada es seguro, pero en esa misma incertidumbre parece radicar buena parte del atractivo de una propuesta que promete ir mutando semana a semana.
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