Miércoles, 2 de septiembre de 2009 | Hoy
MUSICA › MURIó JORGE PANDELUCOS, EL LíDER DE LA GUARDIA HEREJE
Por Carlos Bevilacqua
Fue anteayer. La noticia se metió como un puñal artero por las casillas de mail y por los teléfonos celulares de tantos que habían tenido la suerte de conocerlo personalmente: “Se murió Alorsa”. A continuación, se cruzaron las preguntas teñidas de dolor tratando de entender cómo alguien sano, de 38 años, se va sin previo aviso, por un infarto como toda explicación. La tristeza se multiplica todavía en el ambiente del tango más genuino, ese que no resigna sus principios por un par de morlacos, porque Jorge Pandelucos, más conocido como “Alorsa”, fue además de un buen tipo, un artista talentoso, creativo y tesonero.
La mayor exposición pública de Alorsa se dio a través de La Guardia Hereje, un cuarteto platense de guitarras, percusión y cantor que desde 2002 refrescó la letrística del tango con verdades actuales, sin perder por eso una visión poética del mundo ni enfrascarse en metáforas crípticas. Como alma mater del grupo, él escribía las letras, colaboraba en su musicalización en formas de tangos, milongas y candombes, se ocupaba personalmente de producir los discos, de armar el cronograma de conciertos y de hacer la prensa. “Hay un placer en hacerlo así, a pulmón”, decía. A pesar de llevar la pelota, Alorsa supo repartir juego al crear el Tango Criollo Club, un espacio pensado para compartir escenario con El Yotivenco, La Chicana y La Orquesta Típica Fernández Fierro, entre otros grupos del palo menos prejuicioso del tango. Luego de un año en un local de 7 y 42, el ciclo logró recalar en Buenos Aires.
La Guardia Hereje había editado en 2004 Tangos y otras yerbas, su único CD íntegramente compuesto por piezas propias que pronto parió un hermano en vivo con varios recitados como atractivos bonus tracks. Luego de siete años de trajinar por el circuito “under”, el jueves pasado se había presentado por primera vez en el marco del Festival y Mundial de Tango. Por estos días, preparaba la presentación en La Plata del material para un segundo CD que pensaba titular “Canciones para mandinga”. En el camino los herejes también llenaron dos veces el histórico Teatro Coliseo Podestá, algo así como el Colón de La Plata.
Como pocos, Alorsa supo aprovechar las bondades de Internet para hacerse un lugar en los oídos de la gente. Además de grabar en forma independiente, vendía sus discos a precios accesibles por canales no tradicionales y durante el último verano decidió liberarlo por Internet a través de una descarga gratuita a pedido. “Por cada disco que alguien se descarga hay diez personas que cantan nuestras canciones en diferentes lugares del mundo”, había dicho en una nota para este diario.
Alorsa llegó al arte de una manera oblicua. Luego de estar a punto de graduarse como ingeniero electrónico, trabajar como profesor de matemática y viajar como mochilero-guitarrero por América latina, estaba manejando un taxi por la Ciudad de las Diagonales cuando sintió que tenía que hacer algo con esos papelitos que llenaba con apuntes de lo más disímiles. Nacieron entonces las primeras canciones , que después trascenderían como “La pesadilla”, “Para verte gambetear” o “Ezeiza”.
Así como tras perder las facturas del domingo en una de sus letras él advierte que acechan los traidores, su partida recuerda que en cualquier momento hay que dejar el puesto. Pero también que mientras se pueda continuar jugando hay un ejemplo a seguir.
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