MUSICA › DEPECHE MODE CERRó DE MANERA ESTUPENDA EL PERSONAL FEST ANTE CUARENTA MIL PERSONAS
El trío británico demostró por qué es un exponente de excelencia de un synth pop que no les teme a las guitarras. También hubo muy buenos shows de Café Tacvba y Catupecu Machu.
› Por Luis Paz
Tenía que venir Depeche Mode para que en un escenario argentino se viera un set de batería más aparatoso que el del Tanque de La Renga: con doble bombo, timbaletas, cencerros y hasta un platillo que no fue tocado. Y eso fue sólo una de las señales del magnífico (pero no por eso ostentoso) despliegue musical del grupo británico, que cerró el Personal Fest 2009, el festival de música que entre el viernes y el sábado convocó a más de 55 mil personas y a 52 bandas en el Club Ciudad de Buenos Aires. La enérgica presentación de los mexicanos Café Tacvba fue otro punto alto para el cóctel de un sábado para el recuerdo.
A media tarde, el colectivo Spanish Bombs (con Amparo Sánchez, Blanquito Man y el tacvbo Rubén Albarrán) agitó a puro cover hispano de The Clash, para delicia del ala rockera de la concurrencia. En otro escenario, mucho más concurrido que durante el viernes, Poncho, el nuevo proyecto de Javier Zuker, invitaba a los concurrentes más maquineros a perderse en las espirales y los túneles multicolores diseñados por el artista visual Punga. Y eso mientras los más tranquilos degustaban la bossa nova dirigida por el brasileño Tom Zé, convertido en maestro de un tipo de ceremonia, mitad hablada, mitad tocada, que a esa altura ya se mezclaba con los primeros temas del show de los Banda de Turistas, en el escenario principal. Allí aparecieron después los Catupecu Machu, que ofrecieron un compacto recital “sorpresa” de cuatro temas que siguió invitando a una experiencia de calor colectivo. Algunos la continuaron con Andy Butler (de Hercules & Love Affair, pero en plan DJ), otros con el pinchadiscos y producediscos inglés Justin Robertson y muchos con el combo musical alterlatino de Café Tacvba, que regaló un cuarto de hora fantástico con “Las flores” y “Ojalá que llueva café”.
A las 21.30, como estaba programado, Depeche Mode volvió a tocar en la Argentina luego de quince años y, entre otras cosas, una operación de extracción de un tumor para el vocalista Dave Gahan. En veinte temas demostraron ser, al mismo tiempo, la banda más Una noche en el Roxbury de todos los tiempos y un exponente de excelencia en el campo del synth pop guitarrero y oscuro, crédito ineludible del compositor, violero y ocasional cantante Martin Gore. Con pocos títulos de la época de su fiebre de sábado por la noche (nada de Speak & Spell del ’81 y sólo un poco de Music for the Masses del ’89), buena carga de ese sonido más propio de un film de gangbangs (el Violator de 1990, sus Songs of Faith and Devotion de 1993 y Exciter de 2001) y lo más necesario de su reciente Sounds of the Universe, el recital del trío (aumentado a quinteto) tuvo, a diferencia del de Pet Shop Boys, poco despliegue escénico, pero una gran movilidad musical. En ese contexto, Gore tomó las voces para conmover en diez minutos de pura emotividad con “Jezebel” y “Home”, mientras Gahan se ocupó de mostrarse como el kapanga extranjero en cuanto a la potencia vocal en “Policy of Truth” y “Enjoy the Silence”. Nunca hubo modo tan fiestero de decir que “las palabras son triviales, el goce queda y el dolor también”.
“Never Let me Down” cerró el bloque principal, pero en los bises representaron el perfecto puente que se tiende entre el pop denso y el industrial (“Behind the Wheel”) y ese otro que va del pop de guitarras a la tierra gélida de la balada desangelada (“Somebody”). Casi dos horas después del arranque con la novedad “In Chains”, la visita de Depeche Mode y la edición 2009 del festival tuvieron su punto final con “Personal Jesus”, casi un slogan o una invitación a terminar de vivir your own Personal Fest con una banda que muestra y demuestra que la brillantina también es parte del loco mundo del rock. Y por allí, un globo triste, solitario y final es arrullado por el mismo viento de la tarde. El ritmo de la ciudad ya no parece tan frenético como lo era hasta el jueves. Otra de esas delicias de la vida festivalera.
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