MUSICA › MANU CHAO HIZO VIBRAR A 15 MIL PERSONAS EN LA CANCHA DE ALL BOYS
Durante casi tres horas, el trovador francoespañol y su banda Radio Bemba llevaron al paroxismo su energética mezcla de rumba, hardcore, reggae, punk, dub y ska. Tuvo como invitados a Tonino Carotone y a Fermín Muguruza.
› Por Mario Yannoulas
Un golpe. Un leve movimiento de cabeza. Un puño al aire. Un suspiro. Un ínfimo gesto era suficiente para decretar la explosión, o cambiar caos por distensión. Se necesitaban sólo unos elementos básicos. La figura: Manu Chao. La banda: Radio Bemba. Ante ellos, un estadio de All Boys que, con entradas agotadas, se sabía repleto de antemano. Y la calma de una noche en la que el cielo concediera paz después de tanta lluvia. Así fue la presentación del ex Mano Negra el sábado en Floresta: un tornado de quiebres de ritmo, un crossover multiétnico de la rumba al ska, del dub al hardcore punk, del País Vasco a los mapuches. Canciones soldadas, desunidas, seccionadas, dilatadas, invertidas, remixadas. Todo, en casi tres horas de un show altamente energético.
Para quien alguna vez hubiera visto este ballet en acción, por caso en el Luna Park en marzo, o los días previos en Córdoba o Rosario, el paquete no era nuevo, pero no por eso menos efectivo. Como un pacto tácito en el que público intuye una fiesta –un término manoseado, pero preciso en este caso–, y los artistas que serán animadores incansables. La previa había sido cubierta por El Natty Combo (el reggae del saxofonista Sergio Colombo) y la sensación indie Onda Vaga, que haciendo honor a su nombre amortizó la espera con una hora de trabajo acústico. La cancha ya estaba sitiada por las cerca de 15 mil personas que forzaron a agregar la función de ayer.
Las luces que cubrían esa marea de remeras verdes amarillas y rojas entre volutas de humo bajaron a las 21.50. Los primeros compases de “Panik” entraron sin pedir permiso hasta que la base de Radio Bemba (David Bourguignon en batería, Philippe “Garbancito” Teboul en percusión y Julio Lobos en teclados) entró a repiquetear. La tensión subió en pocos segundos mientras el resto (“Magic” Fahem en guitarra, Gambeat en bajo y Angelo Mancini en trompeta, más el propio Chao) se sumaba agitando los brazos. Llegarían “El hoyo”, con fusión descocada entre ritmos latinos, reggae y ska, “Peligro” (de Mano Negra), “Bobby Marley”, “Me gustas tú”, “Politik kills”, “Welcome to Tijuana”, “El viento” y algo de hip-hop con “The Monkey”, también de Mano Negra. Recién luego de ese tramo con baches de no más de un segundo y canciones fundidas, el baterista tuvo tiempo de frotarse una toalla por la cara. Eran las 22.30. Lo que se dice un show al palo.
Lo extramusical era austero. Dos pantallas sobrias a los costados, un par de banderas al fondo (“Cárcel ya a los milicos asesinos”, planteaba una), nada más. Sólo el paso agazapado de algún plomo se atrevía a romper la pulcritud del escenario, porque el desempeño del grupo, aceitado, desperezado, frenético, casi automático, hacía que una lista de temas pegada al piso o un trago de agua no fueran necesarios. Tras segundos de mutismo, algún saludo para Floresta que se repetiría a lo largo de la noche y la participación especial de Tonino Carotone (el cantante español de vicios italianos que canta “Me cago en el amor”), la bola volvió a rodar, repitiéndose la fórmula una y otra vez, siempre con éxito. En vivo o en estudio, el francoespañol lleva hasta las últimas consecuencias un estilo propio dotado de ciertas marcas recurrentes, y lo mismo para sus músicos: Magic apela sí o sí al wah-wah para encarar los solos eléctricos, y David reitera un juego prolijo entre el downtempo y la locura.
Con algunos pases rápidos sobre la guitarra flamenca, Magic se movió entre la rumba callejera y el rock de estadios. Sobrevinieron “Clandestino”, “Desaparecido” (“Para Luciano Arruga: desaparecido”, denunció el cantante a propósito del joven del que aún no hay noticias), y más tarde “La rumba de Barcelona”. Con la misma intensidad llegaron “Mentira”, “Rainin in paradise”, “La vacaloca”, “Infinita tristeza” y “Día Luna... día pena” hasta que, cerca de las once y media, Manu se despidió por primera vez. “Siempre volveremos a Floresta”, prometía estrellando el micrófono contra el cuero del pecho.
Todos sabían que a esa altura faltaban, mínimo, cuarenta minutos más. Tras el pasaje que encontró al cantante y su percusionista invirtiendo roles, se le cedió la palabra a una representante de la comunidad mapuche. “Nuestro territorio está siendo amenazado por los mismos que hoy piden seguridad en estas ciudades. La derecha riega todo de mentiras mientras allá instalan mineras, petroleras, represas, pero por cada uno nuestro que volteen, diez se van a levantar: no somos terroristas, somos guardianes de la tierra”, pregonó. Por si algo le faltaba a este enclave cosmopolita, el vasco Fermín Muguruza cantó tres temas en los que la energía se permitió bajar. “Bongo Bong” asumió el segundo falso cierre, con una impecable retirada uno a uno de los músicos que daba para cerrar la cuenta y salir victoriosos. Pero, fieles a su estilo, Manu y su clan tenían algo más. “Me llaman calle”, “Casa Babylon” y “La vida tómbola” –ya con las luces del estadio a medio encender– fueron de las últimas frutillas del postre. A la 0.30 ya nada sonaba en Floresta, a pesar de que gran parte del público guardaba la esperanza nada infundada de una nueva salida más. La fiesta, de todos modos, se había consumado.
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