Dom 06.12.2009
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MUSICA › OPINION

Gracias eternas

› Por Roque Casciero

Dale gracias (al Flaco) por estar, por crecer y engendrar cerca del bien que gozaste. Dale gracias por esa noche que no imaginabas porque, ¿para qué ibas a perderte en semejante cuelgue? Si es imposible, impensable, insospechable que puedas ver a Invisible sobre un escenario. Mirá si Spinetta va a enfocar hacia atrás de semejante manera, por más que intuyas que si eso alguna vez sucede vas a encontrarte con una banda moderna, que habla en tiempo presente porque ayer era futuro. Un triángulo perfecto en el que Luis Alberto es sólo el ángulo de arriba, el que más concita las miradas, pero que se sostiene en esas alturas por la maravillosa inventiva de Pomo Lorenzo y Machi Rufino. Pero si se te cruza la idea delirante por la cabeza, seguro vas a pedir que toquen “Durazno sangrando”, “Jugo de lúcuma” y “Perdonado (niño condenado)”, porque ni siquiera a un sacado como vos puede ocurrírsele que hagan “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula al mundo”.

¿Y Pescado Rabioso? ¡Qué bandaza! De la poesía de “Credulidad” a la crudeza de “Me gusta ese tajo” en un instante, un cuarteto para soñar y para energizarse. Black Amaya sosteniendo la pared, el Hammond de Carlos Cutaia poniendo los ladrillos... ¿Te acordás de la primera vez que escuchaste “Post crucifixión”? El Flaco era un pibe en el celuloide gastado y rayado de Hasta que se ponga el sol, pero tu corazón adolescente saltó cuando lo viste entrar con esa luz en la espalda, y mucho más cuando contaron cuatro y sonó ese ruido de magia arrollador. Pero qué van a tocar, si David Lebon y el Bocón Frascino no agarran un bajo hace años, sabedores de que su mejor forma está en las seis cuerdas... Claro, intuís que sería genial, que el rock argentino en pleno se pondría de pie para aplaudir, pero en el fondo sabés que no va a suceder, ¿no?

Dejá, eso te pasa por haber nacido tarde, vos nunca lo oíste en tiempo a Luis Alberto. ¿En serio vas a jugar con la idea de ver a Almendra sobre un escenario? Hace poco, cuando viste un concierto del inmenso Edelmiro Molinari, se te piantó el mismo lagrimón que al pibe con el pañuelo a rayas cuando subieron Emilio Del Guercio y Rodolfo García... No, si esa noche no apareció el Flaco, olvidate de una reunión de Los Beatles... Perdón, de Almendra. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a gritarle “Flaco, tocá ‘Muchacha...’”? ¿Vas a soñar con voces que engranan mágicamente como si los Beach Boys hubieran caminado el Bajo Belgrano y hubieran confluido en el Instituto San Román? Dejá los alucinógenos, chabón...

Y entonces es 4 de diciembre, estás en Vélez, y lo imposible, impensable, insospechable, sencillamente sucede. Todo junto, además. Como si el corazón pudiera bancárselas sin enviarles a los lagrimales el mensaje de que está todo bien si quieren abrir las compuertas. En tu calendario, de aquí en más, el día de Las Bandas Eternas, el día para recordar que si sos el tipo que sos, es porque fuiste el adolescente que escuchó a todos esos señores músicos que están sobre el escenario.

Por eso, dale gracias al Angel. Gracias eternas.

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