MUSICA › ENTREVISTA CON MERCEDES SOSA, QUE HOY CANTA EN EL FESTIVAL
La cantante tucumana volverá esta noche a la plaza Próspero Molina tras siete años de ausencia. Mercedes recuerda anécdotas de sus comienzos y cuenta detalles de sus idas y vueltas con el festival.
› Por Karina Micheletto
Desde Cosquin
”¿Cómo está Cosquín?” Es lo primero que pregunta Mercedes Sosa cuando sabe que la están llamado desde el pueblo que por estos días está transformado por el festival de folklore. Ella se está preparando para un viaje que sólo puede hacer en auto y con paradas, todavía afectada como está por la recaída del año pasado, que la obliga a usar un corset ortopédico, aun para cantar. “No veo la hora de ir”, dice, y sigue preguntando por el clima, la gente, la plaza, como si fuera uno de los tantos turistas que llegan hasta aquí para seguir el festival. Esta noche la tucumana volverá a este escenario tras siete años de ausencia. Será un regreso esperado, tras varios amagues, al escenario que la consagró en 1965, y que significó el puntapié inicial de su carrera.
2005 fue un año de regresos para Mercedes Sosa. Volvió a cantar, después de dos años difíciles, con internaciones, deshidrataciones y descompensaciones varias, agravadas en el último tiempo por sucesivas caídas en el baño de su casa. Volvió con un disco bello y despojado, Corazón libre, editado por el prestigioso sello alemán Deutsche Gramaphon, que la eligió por considerarla “una de las mejores voces del mundo entero”. En Buenos Aires inauguró el ciclo Músicas de Provincia y hasta se animó a bailar al compás de los tambores de La Chilinga. El 21 de diciembre cantó ante 15.000 personas en su provincia natal, en una actuación que, dice, marcó el reencuentro con un público que recién ahora la siente próxima. También estuvo en Mar del Plata, Punta del Este, en una presentación privada en el Faena Hotel, junto a su amigo Charly García. Tras su actuación de hoy aquí, la espera el Festival de la Tonada, en Tunuyán, y un recital gratuito en el Rosedal de Palermo. A Viña del Mar no va a ir, no puede viajar en avión. Dice que no quiere agitarse de más, pero que está feliz, y vuelve a Cosquín: “Estoy ansiosa, pero me da miedo el regreso”, advierte.
–¿Por qué dice eso?
–Porque con Cosquín siempre es mucho entrevero. He tenido problemas con la gente que manejaba el festival, pero no con el festival. Al final hace siete años que no voy, es mucho... Claro que de esos siete años me pasé dos muy mal, no podía levantarme, nada, estuve internada en mi casa. Y para rematarla, el año pasado me caigo y me golpeo una vértebra... Así que no podía ir ni a Cosquín ni a ningún lugar. Pero ahora no veo la hora de ir. Si digo que tengo miedo, en parte es por el público. ¡Ah, sí! Al público yo le tengo miedo. Y al público de Cosquín más, porque es muy exigente. Por ahí la gente joven que va, escucha cuando cantan baladas y esas cosas. Pero a la gente grande de Cosquín le gusta el folklore, folklore. Y cantar folklore es muy fuerte, no se puede hacer de cualquier manera. Así que para mí ir allí es una alegría, y también un compromiso grande. Ojo: el público es exigente, pero es maravilloso. ¿Usted sabe lo que es ver esa plaza llena desde ese escenario tan inmenso? ¡Hay que recorrer ese escenario, eh!
–¿Qué le pareció la programación de este año?
–Vi muy buenas cosas, mejores que años anteriores. Yo siempre sigo la transmisión entera por televisión. Fue hermoso lo de los riojanos, extraordinarios bailarines y cantores. Y el primer día fue muy bueno lo de los quebradeños (se refiere a la actuación de Tomás Lipán, Ricardo Vilca, Fortunato Ramos, Tukuta Gordillo y las Hermanas Cari, entre otros). También vi cosas muy buenas de chicas, mujeres jóvenes del folklore. Como Natalia Barrionuevo, riojana, o esa chica que tocó la quena tan bien (la salteña Mariana Cayón). O esa otra que canta Mi Jujuicito querido (la jujeña Mónica Pantoja) una cosa tan hermosa que yo me puse a llorar cuando la escuché. Porque además la chica era como yo cuando era jovencita,morocha y delgadita. Este festival es muy importante para mí, me trae tantos recuerdos...
–¿Cuáles, por ejemplo?
–Cuando uno iba y estaba el Cuchi Leguizamón, o Ariel Ramírez, o cuando cantaba Jaime Dávalos con Falú... ¡Qué lindo, Dios mío! Yo canto una zamba que dice: “yo he aprendido de los viejos”. No en sentido peyorativo, sino todo lo contrario: esos viejos –y yo ya estoy entrando en esa edad– son fuertes en cuanto a la elección del repertorio. Por eso yo tengo un gran amor por Suma Paz (que no podrá estar hoy con Mercedes porque está internada en Buenos Aires). Voy a invitar a mi coprovinciano Alberto Rojo, que va a venir especialmente desde Michigan, porque es doctor en Física, y está allá, en una universidad. Fíjese que él va a venir de tan lejos para estar en su patria y en su festival, y para compartir con todos los folkloristas. Pidió permiso en la universidad, él se paga el avión desde Michigan y yo le invito la estadía acá.
–¿Y a quién más va a invitar?
–Ah, no sé... El que quiera cantar conmigo, que cante.
–Mire que se le va a llenar el escenario...
–No vaya a creer... No es para tanto.
Cuando habla de Cosquín, a Mercedes se le acumulan los recuerdos. La primera vez que estuvo en este escenario marcó un antes y un después en su carrera. Jorge Cafrune tuvo mucho que ver en aquella presentación. “Cafrune me presentó al costado del escenario, porque la Comisión del Folklore no me dejaba subir”, recuerda la cantante. “Yo siempre tuve problemas con la Comisión, no sé por qué... En ese tiempo porque era comunista; sigo siéndolo, pero por ese entonces era mala palabra. Canté con una cajita, nomás. Tuve un éxito muy grande, y ahí ya me contrató la Philips para grabar. Fue una actuación muy importante en mi carrera. Es más, fue la definitiva.”
–En el ’97 estuvo con Charly García y se armó un revuelo importante.
–¡Uy! Qué sé yo cuánto hablaron, dijeron cada cosa... Me acuerdo que escuché por televisión a una señora que dijo: “Ahora va a venir Charly García y va a vender droga”. Y al final fue el éxito más grande de Cosquín. Charly me dijo: “Parecemos The Beatles” (lo imita). El tocó muy bien, y estaba muy bien. Pero todo el lío era porque Charly tocaba rock ¡cómo iban a meter rock en la plaza del folklore!
–De a poco el festival va incorporando números extra folklóricos. Ahora sería distinto si apareciera alguien del rock, ¿no cree?
–¿Otro rockero? No sé... A Charly nada más bancan, no creo que aguanten a otra persona...
–¿Qué fue lo mejor que le pasó en este último tiempo, desde que se recuperó y retomó las actuaciones?
–Estar en mi provincia fue lo más hermoso, lo mejor. Aquella noche entré con una zamba (canta la Zamba del regreso): “Cielo de amanecer, que va pintando los cerros, nostalgia, tristeza, Ay, mi paloma, de lejos vuelvo. / Suelo del Tucumán, donde ha pasado mi vida, ausente, soñaba, Ay, mi paloma, volver un día. / He querido volver, sólo para cantar, canciones queridas, Ay, mi paloma, toda la vida. / Mis cerros, mis valles, tierras del bello Tucumán”. Yo lo cantaba cuando era jovencita, y volver a hacerlo en mi provincia fue hermoso. Hacía muchos años que no iba, la última vez fue cuando vivía mi madre, en el ’99. Me dieron el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Tucumán. Ahí me empezaron a tratar como a una artista no sólo tucumana sino de todo el mundo. Porque siempre está esa cosa con los artistas de acá: cómo puede ser famosa, si vive enfrente de mi casa... Cuando fui, en diciembre, sentí que Tucumán recién me aceptó ahora.
–¿Por qué dice eso?
–Esa noche he visto la plaza Independencia llena de gente de todo tipo, gente grande y chicos jovencitos, de la universidad. Yo siempre he tenido un público universitario, y siempre he sentido que mi canto no llega al pueblo. Llega a una clase media, culta. Pero ahora vi un público distinto, formado también por gente del pueblo. Y pensé que Tucumán al fin me estaba comprendiendo. Con Cosquín es distinto: va gente que sabe mucho de folklore, llega de todo el país para nutrirse de todo lo que pasa allí. Y ahora que usted me llama, me dan más ganas de estar ahí. ¡Qué lindo que usted ya está en Cosquín! ¡Pásela bien! Quédese con todos los folkloristas, que son muy buenos esposos.
–¿Le parece?
–No sé, así dicen... Yo nunca me he casado con un folklorista.
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