Sábado, 9 de enero de 2010 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE MARíA MARTHA SERRA LIMA
Participa en Mar del Plata del espectáculo El pueblo quiere gozar. María Martha habla de su vida artística y de su relación con Sandro. No le gusta que le digan que fue su amante: “Vivimos un amor y una gran ilusión”. Pero reconoce que debieron ocultar el romance.
Por Facundo García
Desde Mar del Plata
Casi todos saben quién es, conocen su voz y tienen una madre, esposa, novia o abuela que confiesa coleccionar sus discos. Mucho más por estos días, en que su viejo romance con Sandro ha saltado al primer plano por obvias razones. ¿Pero quién es en realidad María Martha Serra Lima, esa cantante que recibe con la misma naturalidad la ovación de multitudes y los e-mails de Pity Alvarez (ver recuadro)? La curiosidad –o el deber militante de averiguar qué hay detrás de fenómenos populares como el suyo– motoriza una entrevista a fondo con una artista que a treinta y tres años de su debut en los escenarios se ha convertido –mal que les pese a muchos– en un clásico de la música local.
Llega con su peinado tipo Roxette y ropa brillante. En la pileta del hotel los bañistas le comentan anécdotas familiares a partir de sus canciones, y ella responde mientras posa para las fotos. Se le nota que a esta altura hay cosas que aprendió a tomarse con soda. No, desde luego, su participación en El pueblo quiere gozar. La Revista del Bicentenario, el espectáculo que va de martes a domingos a las 21.30 en el Teatro Mar del Plata (Luro 2335). Ahí canta un par de temas y lo hace con su estilo de siempre. Pero sí se percibe una tranquilidad con sabor a nuevo cuando encara ciertos asuntos con una soltura que favorece el diálogo, aun en aquellos tramos en que sus ideas resultan discutibles y hasta insólitas.
–Esta semana la tele repitió hasta el hartazgo que usted fue “amante” de Sandro. ¿Hay virtudes del Gitano que no hayan sido dadas a conocer todavía?
–Casi me desmayo cuando vi que ponían “la amante”. Yo no fui “amante”. Vivimos un amor y una gran ilusión, que está expresada en “Cosas de la vida”, que escribió el propio Sandro. Hecha la aclaración, te cuento que mucho de lo bueno que tuvo él se conoce bastante.
–¿Qué diferencias había entre Sandro y Roberto Sánchez?
–Muchas. Cuando yo conocí a Roberto, el Sandro del estrellato dejó de interesarme. Se eclipsó totalmente. Es más, miraba a Sandro y pensaba “uh, éste imita a Elvis”, y a continuación lo veía a Roberto y era muy diferente. De cualquier modo, era una mezcla entre ambos. Lo he dicho y lo repito, un caballero. Después, ya como amigos, él me decía “se terminó, ahora no soy ni uno ni otro. Soy Don Sánchez”. Estaba más gordo y te recibía en piyama blanco de seda desde el jardín de su casa. Era hogareño. En su refugio tenía su estudio de grabación y sus seis o siete autos (breve silencio). Si hasta se hizo hacer un Ford Fairlane con bar en el medio, porque le encantaba tomar. Creo que hasta tenía asiento símil piel de leopardo. ¡Ay, esos detalles de Roberto...!
–¿Es verdad que cuando ustedes estaban saliendo la discográfica Sony no quería que se mostraran en público porque él era un sex symbol y usted no?
–Sí, y yo lo acepté porque no quería que pensaran que estaba promocionándome. Nos pidieron que lo mantuviéramos en secreto porque “no teníamos nada que ver”. El tenía esa onda frenética y yo despertaba una identidad femenina muy distinta. Por eso nos veíamos siempre de noche, salvo cuando nos encontrábamos en otros países. Nadie debía vernos.
–¿Pero son reales estas parejas entre famosos? Es decir, sinceramente: ¿No son relaciones plásticas?
–Entre personas que son conocidas es dificilísimo que haya relaciones reales. No quiero decir que son vínculos “falsos”, pero la verdad es que yo no tengo ni siquiera “amigos artistas”. Si en la pareja los dos son famosos, sonaste. No llegás nunca a nada. Las dos rutinas son incompatibles, porque son tan similares que uno de los dos tiene que abandonar. Aparte, pensándolo bien, vivir con Roberto no hubiera sido fácil. Hubiera tenido que recluirme en su casa, no lo hubiera aguantado.
–Hubiera sido una humareda. Los dos fumaban. Usted cincuenta por día y él otro tanto...
–Encima fumábamos unos puchos fuertísimos, los Dunhill. Era un lío. Si me daban a elegir entre fumar o cantar, yo elegía fumar. Y no dejé el pucho porque me hiciera mal a la voz, sino porque una vez me recetaron unas gotas para la tos y sin leer el prospecto empecé a tomarme vasos enteros. Llegó una noche en que estaba cantando y de repente me agarró un rictus horrible cuando estaba presentando “La flor de la canela”. Se me trabó la cara, digamos (hace el gesto, de verdad que debe haber sido un mal momento). Tuve que ir corriendo al camarín. Lloraba, pensé que no iba a cantar nunca más. Yo intentaba acordarme. ¿Qué tomé? Nada. ¿Qué fumé? Tabaco. Hasta que me avivé de que era la sobredosis del jarabe que me había dejado así. Sentir eso me salvó, porque me di cuenta de que tenía que cuidarme. Entonces largué. Roberto no pudo.
–¿Siempre consiguió los hombres que quiso?
–No he sido una lanzada, pero te confieso que una sola vez me dejó un hombre, y fue justo el que más quise. Era un polaco que había pasado dos años preso en Siberia. Yo tenía diecinueve, estábamos comprometidos y todo. Me abandonó por bueno, porque se dio cuenta de que estaba enfermo. Un día me llamó por teléfono y me dijo: “He dejado de quererte. Chau”. En los siguientes diez años no supe más de él, hasta que me enteré de que estaba internado, por loco.
Tres matrimonios más tarde, Serra Lima asegura que sigue siendo enamoradiza y que eso la ayuda a inspirarse. Entre pieza y pieza toma agua con hielo en un vaso térmico. Se sienta, se levanta. Eso sí, trata de no desplazarse. “Es que ando mal del nervio ciático. Me da terror tropezarme. Así que salgo, en un momento tiro el ancla y me quedo ahí”, aclara. “Y tengo a mi querida banqueta, que me conoce desde hace treinta y cuatro años y viaja en avión conmigo. Es una gran amiga”, agrega. A pesar de que la intérprete suele bajar o subir cincuenta kilos en cuestión de meses, el asientito siempre le ha aguantado la biaba. “Tuve que mandarla un par de veces al tapicero, claro”, confiesa ella.
–Salvando las distancias, su banqueta “con personalidad” vendría a ser algo así como la Lucille de B. B. King. ¿Dónde la consiguió?
–Me la regaló Miguel Neder, el dueño de Keops –la discoteca de Carlos Paz– cuando yo estaba dando mis primeros pasos en la carrera. Apenas la vi me encantó porque era comodísima para mi traste.
–¿Y cómo fue la primera vez que se presentó “con su banqueta”?
–Mirá, nunca lo conté porque es muy dramático. Tenía que cantar para un congreso de dueños de boliches nocturnos. Mi show estaba programado para el último día de esa especie de encuentro, todavía no me conocía nadie. El evento lo auspiciaba una marca de whisky: todos habían estado chupando como por tres días. Y un tal señor Torres, que era el presidente de esta empresa auspiciante, subió al escenario y dijo: “Bueno, ya está concluyendo la reunión. Quiero invitarlos a escuchar a una artista nueva: María Martha Serra Lima”. Pim-pam-pum, la orquesta hizo ese sonido de cuando va a entrar un cantante. Me acerqué, saludé al hombre y él empezó a bajar. Cuando lo vi encarar los tres escalones que lo separaban del público vi que se mandaba derecho al piso. Yo pensé “epa, se cayó el señor Torres”. Esperé dos segundos y no se levantaba. Cinco segundos, y nada ¡porque estaba muerto! Esa fue la primera vez con mi banqueta. Gracias a Dios nadie me hizo mala fama. Imaginate, ¡lo último que mencionó el pobre fue mi nombre!
–Por suerte después llegaron los hits, porque si no...
–Menos mal. Igual yo no tengo “hits”. El hit soy yo. Si agarrás a cualquiera de mis admiradores, todos te van a mencionar una canción distinta. Las compañías muchas veces te piden que pongas tracks “de relleno”, porquerías que hacen bulto al lado de los que se espera sean éxitos. Yo nunca presté atención a eso. Grabé lo que quise.
Si se hiciera una investigación en las colecciones familiares de los argentinos, los discos de María Martha seguramente estarían en buena parte de los hogares. Más allá de eso, el misterio. La cantora no suele hablar de política. Sin embargo, los exabruptos de algunos de sus compañeros de elenco obligan a no dejar pasar la oportunidad.
–Tíreme alguna línea sobre política...
–Está bien. Yo siempre fui antiperonista. Creo que casi todo lo malo de este país viene del peronismo.
–¿Y qué tipo de gobierno le gustaría tener?
–Amo sobre todo la libertad. Sé lo que han sufrido y sufren los cubanos. Yo sería feliz si nos gobernara una reina o un rey, porque ya sabés cómo son, de dónde vienen, qué hacen. Es distinto.
–¡...!
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