Mar 31.01.2006
espectaculos

MUSICA › BALANCE DEL FESTIVAL DE COSQUIN

Algo está cambiando en la plaza mayor del folklore

La 46ª edición tuvo momentos memorables, más allá de los éxitos previsibles. El público aplaudió el riesgo artístico.

› Por Karina Micheletto
Desde Cosquin

Durante los últimos años, este Festival del Folklore había ido cargándose de cierto sabor a siempre lo mismo. Como si la plaza oficial fuera el escenario por el que desfilaban las estrellas o los históricos del folklore, y lo nuevo del género sólo tuviera cabida por fuera, en el circuito de peñas que rodea la plaza. Además de algunos momentos memorables, la 46ª edición del Festival de Cosquín dejó la sensación de que se están operando ciertos cambios, y de que pensar que sólo el arriba las palmas garantiza el éxito es subestimar al público.

La actuación de Mercedes Sosa seguramente será recordada como un hito histórico, de esos que hacen decir a los que lo vivieron “yo estuve ahí”. Otro momento para el recuerdo: León Gieco, el único artista que puede estar programado en los dos Cosquines (el de rock y el de folklore), cerrando su show con todos sus invitados, dedicando su Sólo le pido a Dios “a los que luchan por los derechos humanos, a las Madres de Plaza de Mayo, a las madres del dolor”, y pidiendo “no al punto final, no a la obediencia debida, cárcel común a todos los genocidas”. Palabras que retumbaron en una plaza con cimientos tradicionalistas, que a veces se aferran al patriotismo más conservador. Y otros grandes momentos: el regreso del Dúo Salteño, que puso de pie a la plaza en un aplauso respetuoso e hizo llorar a muchos. La presencia de Eulogia Tapia, aquella que inspiró la zamba de Leguizamón y Castilla. El final de La Juntada, con un público enfervorizado, saltando como en un recital de rock. Postales que quedarán en la memoria de quienes asistieron a este festival. Y también de los que lo siguieron por televisión, en una emisión que logró que el siempre escueto rating de Canal 7 superara algunas noches al de América.

“Fue un Cosquín intelectual”, sintetizaban algunos a la hora del balance. En realidad, fue el Cosquín que se animó a mostrar lo que está pasando hoy en el género, incluyendo propuestas diferentes, además de las estrellas folk y de las formaciones añosas. La respuesta del público sorprendió y derribó prejuicios. Entre los ejemplos más llamativos estuvo el de Juan Falú. Se sabe que la propuesta del tucumano está en el punto opuesto al de la arenga: invita a la escucha atenta de un instrumentista virtuoso y con conocimiento de las raíces. “Los programadores me dieron 12 minutos para que hiciera cuatro temas. Pero como yo hago zambas tucumanas y me gustan bien lentas, sólo tengo tiempo para tres”, advirtió el guitarrista. La silbatina que si- guió ante la negativa de un bis obligó al locutor Miguel Angel Gutiérrez a retar al público durante otros cuatro minutos (“vienen cosas mejores”, intentó convencer) en un tiempo que hubiera alcanzado para el otro tema que pedía la plaza. Lo mismo ocurrió con Jorge Fandermole o con Horacio Banegas. Más sorpresas: la acogida que tuvieron nuevas voces como las de Luna Monti y Juan Quintero o Silvia Iriondo, o el armoniquista Franco Luciani. La plaza mostró además a Víctor Heredia, Teresa Parodi, Jairo, un equipo quebradeño integrado por Ricardo Vilca, Tomás Lipán y Fortunato Ramos, entre otros, una muy buena delegación riojana, el santiagueño Néstor Garnica, Soledad con Horacio Guarany como invitado. El resto es sabido: el Chaqueño Palavecino y Los Nocheros llenaron la plaza, como llenan cada lugar en el que se presentan.

Claro que programar un festival de estas características no es tarea sencilla y Cosquín parece no encontrarles la vuelta a los tiempos del escenario, en los que se juegan no sólo la calidad de los artistas sino múltiples intereses, desde los de los sellos grabadores hasta los de los recomendados de funcionarios varios. Así, no hubo tiempo para que Falú o Fandermole hicieran el bis que la plaza pedía con una larga silbatina. Pero sí hubo tiempo de sobra para que César Isella fuese incluido a último momento, casi sin previo aviso, y cantase y hablase de la vida largo rato. Y si el horario televisivo impone un horario inamovible, cumplirlo llevó a algunas injusticias y maltratos. Paola Bernal fue la que más tuvo que pelear para que no la dejaran para la trasnoche. También los cambios de programación de último momento, con inclusiones sin previo aviso y cambios de orden y de fechas, jugaron en contra de la calidad del festival.

Más allá de los detalles, este Cosquín dejó la mejor postal: la de la Negra agradeciendo frente a un público emocionando y emocionándose con la ovación, abriendo los brazos como protegiéndose con el calor del aplauso. La de su voz abriendo el show con un tema que habla de ella hoy, la Zamba del regreso, u homenajeando al Dúo Salteño con la Zamba de Argamonte. La tucumana ya había contado que sus relaciones con la comisión del festival nunca fueron del todo cordiales. Cuando la comisión actual, miembros históricos y funcionarios, subieron a entregarle una plaqueta, Mercedes recurrió a la picardía: “¡Muchas gracias! Por favor, sea breve porque tengo poquito tiempo”, dijo. “¿Puedo seguir cantando?”, preguntó cuando el protocolo se estiraba, y largó Luna tucumana a coro con el público.

La noche anterior, León había protagonizado otro gran momento, con un repertorio más folklórico especialmente preparado para este Cosquín. Junto a invitados como Ricardo Vilca, Elpidio Herrera, Andrés Giménez y Mariana Carrizo, agradeció: “Haber estado programado en el Cosquín Rock y en el Cosquín Folklore es uno de los grandes orgullos de mi carrera”. Una doble actuación que sintetiza el camino transitado por el santafesino.

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