Martes, 7 de febrero de 2006 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA CON ROMINA Y LOS URBANOS
Se definen como “románticos y utópicos”. En su CD debut, El cielo acá, hay sensibilidad poética, melancolía y espíritu trágico. Absolutamente independiente, la banda de Romina Grosso hace tango de hoy, sin atenerse a sus reglas genéricas.
Por Cristian Vitale
Nada hay que pueda compararse entre un grupo de rock ortodoxo, callejero y multitudinario, como La Renga y otro minimalista, no rockero, outsider, casi anónimo como Romina y Los Urbanos. Nada, a menos que se extraiga una frase que Gustavo Napoli –Chizzo– parece haber escrito para ellos: “caminito al costado del mundo / por ahí he de andar / buscándome un rumbo”. Es que Romina Grosso –cantante, guitarrista y letrista– y sus guardianes –Machi Carreras, Carlos Alvarez, Fernando Plantamura, Paula Pita y Sebastián Calvo– parecen recorrer un caminito como el que describe el cantante de La Renga en El Revelde: distante de las luces, el glamour superfluo, el estrellato y la figuración. El eje, la columna vertebral que sostiene el andamiaje del sexteto, es precisamente la música, la creación. Al menos los sublima en sonidos cuidados, densos, muy trabajados.
“Las cosas se van dando naturalmente. Vamos tranquilos, lentamente”, dice Romina, dueña de una bonita voz, dulce y conmovedora. “Es cierto que todo lo que es arte es incierto, pero la idea sería poder trabajar y vivir de esto. Queremos llegar a la gente para que la gente decida, porque hoy sólo figuran los que tienen una compañía detrás. Nuestros seguidores, en cambio, son amigos de un amigo al que le gustó nuestra música. Y me gusta que sea así. Somos románticos y utópicos”, define.
A Romina y Los Urbanos no le faltan herramientas para cautivar. El flamante El cielo acá –que presentarán el viernes 24 en el Bar Tuñón y el 4 de marzo en la VIII edición del Festival Buenos Aires Tango– es música en estado puro, provista de elementos diversos que Romina sintetiza bajo el rótulo de canción-porteña. En rigor, hay canciones sutiles y profundas que se arriman a esa definición: Soy triste, Sangre, Ya se irán. Pero otras –Sepárenme de mí, Sombras– en las que el género ocupa un lugar marginal, fronterizo, dentro de un todo que escapa a formas precisas y definidas de la música. “Creo que tiene que ver con que provenimos de géneros diversos. Yo vengo del pop-rock; Machi del jazz y el folklore y Fer, el baterista, de la música brasileña”, señala Carlos, bajista.
–¿Pueden definir concretamente esta amalgama, que une procedencias estilísticas distintas?
Romina: –Yo creo que es canción porteña. Canciones que tienen diferentes búsquedas. Algunos temas son más tangueros que otros, pero también hicimos una zamba (Piedra y camino, de Atahualpa Yupanqui). Pero la idea central es rescatar el sonido de Buenos Aires.
Carlos: –En principio, no trabajamos una forma establecida. Le decimos tango, pero no es que hacemos un cover de algún clásico del estilo y lo tocamos tal cual. Partimos de un gusto y trabajamos la canción tal como nos viene del pulso..
–En el disco no hay demasiado que los pueda involucrar dentro de la corriente del tango joven.
Romina: –Realmente, no sentimos que sea tango lo que hacemos. ¿Charly hace tango, Spinetta hace tango?... son preguntas. Incógnitas difíciles de responder.
Machi: –Igual hay cosas que te remiten: aires, pasajes, líneas.
Pero más que esos pasajes, líneas y aires que define el guitarrista, hay un elemento imperativo del que no puede escapar el tango: la poesía dark de Romina. Está muy clara su intención de contar historias profundas, tristes, conectadas con estados ocultos del alma. “Soy triste cuando río / soy triste cuando no te veo llorar / soy triste a mi provecho / soy triste a mí pesar”, imposta en Soy triste. “Hay una visión trágica de ver la vida en las letras y la muerte está siempre al lado. Esto es muy tanguero”, sostiene Grosso.
–¿Son fatalistas las letras?
Romina: –Todo el mundo me dice: “son muy tristes”, pero no lo pensé así cuando las escribí. En el momento fueron gritos de auxilio como Sepárenme de mí. Preguntas que todos nos podemos hacer, en forma más existencial. ¿Por qué las letras tienen que ser alegres? La vida no es así. No tengo problemas en escribir lo que siento. La música no debe pensarse sólo como un entretenimiento.
El grupo nació como una necesidad espiritual de la cantante. Dudó bastante antes de volver a armar grupos cancioneros, como los que tenía cuando era adolescente. Luego de tocar sola con su guitarra, conoció a Machi, y entre ambos encararon este caminito al costado del mundo, que se materializó con la incorporación del resto de los integrantes y la grabación del primer EP: Sepárenme de mí. “Nos entendimos sin hablar tanto. Sin intelectualizar. Nunca había pensado en formar una banda, tal vez por miedo. Pero Machi valoró y sintió la música que yo hacía, y eso me dio fuerza”, evoca Grosso.
–El nombre del grupo la planta como una diva de la música...
Romina: –(Risas.) No es la intención. Hubiese sido mejor un nombre que no dijera “Romina y...”, pero no se nos ocurrió otro mejor.
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