MUSICA › ENTREVISTA A MISIA, LA GRAN CANTANTE PORTUGUESA
Renovadora de la música popular de su país, traerá a Buenos Aires un CD doble, Ruas, donde además de rescatar los sonidos de Lisboa, aborda otras escenas, desde el dark de Joy Division hasta la canción napolitana. “Soy una esponja, sensible a otras culturas”, subraya.
› Por Karina Micheletto
“Yo no soy la reina del fado, ¡soy la anarquista del fado!”, se ríe Mísia del slogan artístico que debería ser un halago. Y es que cuando apareció en la escena transformando la canción tradicional portuguesa, allá por 1990, levantó críticas por derecha y por izquierda en su país. Para los puristas del género, que todavía los hay, dice la intérprete en una entrevista con Página/12, lo suyo sigue siendo imperdonable. Para el público de todo el mundo que descubrió a través de su voz una nueva poesía y una nueva estética para las letras tradicionales más bellas, lo suyo es una música poderosa, capaz de transmitir sentimientos universales, pero también el olor, el sabor y el llanto de un paisaje concreto, dominado por el puerto. El próximo sábado 17 la anarquista del fado estará en Buenos Aires, como parte de la programación del Festival de Otoño (ver aparte), y se presentará luego en Córdoba y en Mendoza. Hará la música de su país, en su estilo, pero también otras músicas que siente próximas, dice, porque están cruzadas por los mismos sentimientos.
Ese es el planteo de su nuevo disco doble, Ruas, que en pocos días también será editado en la Argentina. Las “Calles” de Mísia aparecen claramente divididas entre Lisboa, o más bien la “saudade” de Lisboa, en el primer CD, Lisboarium, y lo que ha llamado con un guiño &Tourists. En Lisboarium suenan fados, pero también mornas, una “marcha de Lisboa” o una rapsodia (una forma musical del fado tradicional que ya casi no se canta), y hasta un fado en francés. “Los sonidos de Lisboa con la riqueza de su mestizaje y su condición de ciudad periférica”, define la cantante. “Los barcos, las gaviotas, las campanas de las iglesias de Lisboa. Lisboa y sus poetas, Lisboa y su música, Lisboa y su luz... Lisboa y sus hombres con gabardina, paraguas negros y bigotes, y sus perros de patas cortas.” En &Tourists Mísia descubre el eco del fado en artistas que tuvieron existencias excesivas, trágicas, como las que simboliza el fado. Y en “calles” tan aparentemente lejanas como las de la canción napolitana, o Joy Division, o Nine Inch Nails (en una versión de “Hurt” inspirada, a su vez, en la que Johnny Cash grabó poco antes de su muerte), o en la ranchera “Fallaste corazón”, dedicada a Chavela Vargas.
–¿Cómo planteó el recorrido de las “Calles” de sus dos discos, que parecen tan lejanas geográfica y culturalmente?
–Primero están las calles que yo extrañaba. Lisboarium no son sólo fados, son las sonoridades que para mí hay en Lisboa, como un universo un poco soñado y un poco visitado desde lejos. Nació porque hace cinco años me trasladé a París, y allí una noche estaba intentando dormir y comencé a escuchar gaviotas. ¡No es posible, en París no hay mar!, me dije. Empecé a pensar si no sería que Lisboa estaba sonando desde mi corazón, con tanta fuerza que ya se me hacía real. Después supe que la realidad era mucho menos poética que la que pinté aquella noche: verdaderamente hay gaviotas en el Sena, después lo supe, hasta me especialicé en el tema (risas). Pero esa idea quedó en mí, y así surgió esta Lisboa un poco soñada desde lejos, una visita onírica a sus poetas, sus músicas, sus olores y sus sabores. Eso fue lo que quise cantar.
–Hay temas escritos especialmente para usted, como “Fado da Rua da Bica” o “Fado de Santa Catarina”. ¿Cómo trabaja con los poetas contemporáneos?
–Siempre ha estado en mí la intención de trabajar con poetas nuevos y talentosos. Muchos de ellos son además mis amigos. Le cuento la verdad, a veces hago trampa: les cuento cosas con la idea de seducirlos, más bien con la esperanza de que los vaya a inspirar.
–¿Y funciona?
–Bueno, usted sabe que el arte nunca es tan lineal ni predecible, a veces funciona, a veces no. Pero fíjese que esta vez he tenido suerte: “Fado de Santa Catarina” fue escrito cuando compré una casa en esa calle. Le dije a Vasco Graca Moura: “Sabes, antes de poner los muebles quiero poner un vaso con una orquídea en medio de la casa vacía”. Es una imagen poderosa, ¿verdad? Sabía que podía funcionar.
–Suena extraño que haya llamado &Tourists al segundo CD, cuando el término implica un pasar por las calles sin conocer en profundidad.
–Sí, está esa connotación frívola, pero aquí lo usé con cierto guiño, con sentido del humor, y por eso además agregué el signo &, que denota además algo comercial. El fado es algo tan puro, tan intocable, como un cuerpo sagrado y cerrado, que a todo lo que venga de afuera lo consideramos turista. Intento ser irónica con eso. Hace veinte años que viajo por el mundo, y evidentemente el mundo me ha transformado. Soy una persona muy curiosa, una esponja, y soy sensible a otras culturas. Al mismo tiempo siempre he ido buscando los signos de mi cultura en otros lugares, y me doy cuenta de que hay expresiones musicales que no son fado pero tienen la misma relación trágica con el destino, hablan de los mismos sentimientos, las mismas sensaciones. Siempre lo he hecho, pero en este disco en especial quise tomar a mi modo una cantidad de temas que han sido cantados en el extremo, de artistas que simbolizan una vida llena de emociones fuertes, un destino trágico en algunos casos.
Entre esos artistas y sonidos que Mísia incorpora con guiño irónico como “turistas” hay un lugar especial para la canción napolitana. La fadista muestra una versión de “Era de Maggio”, junto con los italianos Avion Travel, en dueto con Peppe Servillo. Mísia cuenta entusiasmada que el tema surgió cuando John Turturro la convocó para formar parte de su última película, dedicada a la música napolitana, que aún no fue estrenada. De aquel viaje a Nápoles para filmar, dice, quedó perdidamente enamorada. “Y ahora me paso pillando todo lo que encuentro a mi paso sobre esta ciudad, y todo es fascinante”, dice también. El entusiasmo se traslada a su página web oficial, donde consta que está leyendo Napoli sotterranea, de Antonio Emanuele Piedimonte, y a la entrevista, donde recomienda enfáticamente leer La piel, de Curzio Malaparte, además de una cantidad de películas, y al relato de las exposiciones parisinas ligadas a Nápoles.
“Hay tres ciudades, Lisboa, Nápoles y Estambul, en las que yo veo un tríptico clarísimo. Son ciudades que tienen terremotos, y siempre digo que seguramente tendrán también temblores de corazón, porque son ciudades con una música muy emotiva, abiertas a los sonidos y las poesías del mar”, define Mísia.
–Y, sin embargo, a priori Nápoles puede parecer en muchos sentidos la antítesis de Lisboa, con su ritmo frenético, casi caótico, que también forma parte de su encanto.
–Bueno, los napolitanos son latinos, nosotros somos atlánticos. Pero yo encuentro tan parecidas a nuestras ciudades.. . De hecho, encuentro mucha mayor similitud entre el fado y la música napolitana que entre fado y el flamenco. Al nivel de la energía, la manera de cantar, para mí es rotundamente así. Son ciudades que cantan, porque las ciudades que tienen mar, cantan. No todas las ciudades cantan: Barcelona no canta, por ejemplo, no hay una música típica de esa ciudad. Es una ciudad del Mediterráneo, pero no ha quedado prendida a otros tiempos, como sí lo han hecho Estambul, Nápoles y Lisboa.
En Portugal, tras la Revolución de los Claveles, el fado quedó de alguna manera ligado a la dictadura, como aquella música de la que el régimen se había servido para propagandizarse –siempre con la excepción de la gran Amalia Rodrigues, que también tuvo sus problemas después de la revolución–. En ese contexto vuelve a su país Mísia, después de haber transitado en Madrid y Barcelona los tiempos del destape español post Franco, a buscar su propio estilo para el fado, sumando al repertorio tradicional nuevas poesías. Y ocurre que, si por un lado se la acusa de interesarse por un género “reaccionario”, para los puristas del género, llegar para transformarlo de esa manera –¡y con ese flequillo!– era algo así como una insolencia.
–Al principio de su carrera en Portugal su música tuvo críticas tanto por izquierda como por derecha. ¿Qué quedó de aquel debate que provocó cuando recién empezó, cómo siente que es recibida ahora en su propio país?
–Hay quienes no me perdonan, no me perdonarán nunca en Portugal. Hoy por hoy los libros de historia del fado hablan de mí como la iniciadora del nuevo fado, porque después de mí vinieron una cantidad de cantantes, con propuestas renovadoras. Lo de los libros lo supe, justamente, por esas personas que no me perdonan. ¡Bueno, al menos me reconocen que he abierto una puerta! (risas). Cargaré entonces con esas culpas. Pero realmente he decidido, por inteligencia emocional, quedarme con las buenas cosas, los poetas, los músicos, los portugueses que aman el fado, sin necesidad de ponerle cotos.
–¿Y cómo definiría usted misma el rol que ha ocupado, más allá de lo que dicen los libros?
–Diría que he sido una persona que, desde la admiración y el respeto que siento por el fado tradicional, he sabido proponer mi propio camino, muy personal. No hay arte puro, igual que con el tango, no se puede hablar de fado puro. ¡No se puede ponerle puertas al mar! Lo que he hecho, ya está hecho, hoy podría cerrar la puerta e irme, porque de verdad siento que ya he hecho lo que quería hacer: he invitado a los nuevos poetas, he puesto en mis discos los instrumentos que se tocaban en el fado antiguo, en la calle, he dialogado con otras artes, he sabido por qué canto cada canción que canto, he hecho mi opción artística, ética y estética. Estoy en paz. No soy consensuada, ni quiero serlo. ¡Me preocuparía mucho que a estas personas empezara ahora a gustarles! (risas). Una sola cosa ha ocurrido contra mi voluntad, y es que me he transformado casi en una fadista de elite, porque siempre he sido una outsider. Eso no tiene sentido, porque la mía es una forma de arte popular. Por eso, cuando me dicen que soy la reina del fado, yo digo que no tengo reinado: soy una anarquista del fado.
–Los últimos puntos de su gira, además de Argentina, son Francia, Polonia, Turquía, Canadá, Italia... ¿Cómo siente que es recibida su música en culturas tan diferentes?
–El fado, como otras músicas de esta misma familia, es verdaderamente universal. No lo digo porque suene bonito, tengo la prueba: yo misma me he preguntado muchas veces cómo un concierto mío en Tokio, Buenos Aires o Lisboa puede seguir el mismo recorrido de emoción, en exacta coincidencia. Siento que los cantantes somos como mediums que transmitimos el idioma de las emociones. En cada lugar el punto de partida es diferente, hay públicos más expresivos, más generosos, pero a partir del punto de principio el concierto tiene siempre el mismo gráfico de emociones. Le cuento que cuando hablamos con Maria Bethania siempre decimos que el público más generoso que hemos conocido es el de Buenos Aires. No digo que por eso sea mejor, pero es increíblemente generoso. No olvidaré mi primera vez en Buenos Aires, ¡lo que fue apenas pisar el Teatro San Martín, qué recibimiento!
–¿Y qué cree que tiene el fado tan especial, para cautivar en todo el mundo?
–En medio de esta vorágine que vivimos, donde todo es utilizable rápidamente, y luego se pasa a otra cosa, donde tenemos poco espacio para detenernos a pensar, el fado va en otra dirección. Permite vehiculizar sensaciones, sentimientos que en ese día a día están tapados. El fado que a mí me gusta cantar –porque hay todo tipo de fado– remite a cuestiones esenciales de vida, muerte, amor, por eso emociona. No es que sea triste, es profundo. Siempre digo que sirve para limpiar las ruinas del corazón. Eso que en la psicología llaman catarsis.
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