Jueves, 15 de abril de 2010 | Hoy
MUSICA › MATISYAHU TOCó POR SEGUNDA VEZ EN BUENOS AIRES
El cantante de reggae y hip hop llenó el escenario del Gran Rex con sus notables pirotecnias verbales y una música espiritual –ya no religiosa–, con fuerte carga psicodélica. Fidel Nadal y Roberto Pettinato fueron los invitados.
Por Luis Paz
Como continuación del modelo que convirtió a muchos teatros y cines en templos evangelistas, la noche del martes también inscribió al Gran Rex en la tendencia. El cómodo teatro para conciertos de la calle Corrientes se convirtió, durante dos horas y media, en un templo para la música urbana, moderna y universal de Matisyahu, el artista de reggae y hip hop que regresó a Argentina para presentar su tercer disco, Light. Su segundo show aquí (estuvo en el Summer Fest de 2007, con UB40) fue una demostración de sus pirotecnias vocales, cada vez más entrenadas, y de una música no tan religiosa –cuando apareció se presentaba como judío jasídico, aunque ahora ya no acepte definiciones– pero sí más espiritual de lo que suele aparecer, ahora con una fuerte carga psicodélica y en constante mutación.
La sala a pleno pudo disfrutar, antes de Matisyahu, de la música étnica de un original y categórico trío de guitarra, batería y trombón que marcó el ritmo de la llegada de las tres mil personas a sus butacas. Sobre el final de su breve presentación, la bandera de Israel fue desplegada en la platea, a la manera de los trapos que es fácil ver en recitales de rock. A las 22 en punto, el guitarrista Aaron Dugan, el bajista Josh Werner y el baterista Skoota Warner tomaron el escenario (teñido de rojo por las luces y decorado con una escueta escenografía, simples cinco pilares de hierro y una tarima para la batería) para dar forma a diez minutos de psicodelia rockera, bien lejos del tamiz reggae que cubre los discos de Matisyahu.
El cantante nacido Matthew Paul Miller en Pensilvania, Estados Unidos, hace 30 años (y convertido al judaísmo jasídico por elección en la adolescencia) entró a escena con esos tumbos coreográficos propios del reggae y, por fuera de toda coreografía, tumbó también un micrófono de la batería, dando origen al primer revés técnico de la noche, rápidamente solucionado. “Time of Your Song”, de Youth (el disco de 2007 que marcó el pico melódico de su carrera), inauguró un show donde faltaron algunas canciones memorables de aquel álbum, pero que, a pura transformación en vivo de más de una veintena de temas, terminó cumpliendo con creces.
Cuando Matisyahu preguntó en voz alta por qué el público permanecía sentado –“Nunca di shows con la gente sentada, ¡arriba, vamos, bailen!”–, se desató el festival. A partir de entonces, fueron más de dos horas de dub, reggae y hip hop, cruzas entre ellos y mucha exploración del sonido, con un agregado ahora electrónico: sintetizadores, teclados, pistas, ecos y secuenciadores que le devuelven al espectro más dub de su obra un fuerte empujo psicoactivo, aun en perjuicio del festejo cinético. Tal vez por eso costó que el público relajase el baile, pero fue imposible distraer a aquellos que permanecían con los ojos abiertos y bien clavados en escena.
El despliegue del cuarteto fue impecable, con una presencia estelar de la base rítmica. Se notó, también, que estos músicos trabajan juntos hace más de un lustro (salvo el baterista, incorporado hace un par de años, que de todos modos brilla por sí solo). No faltaron las piezas fundamentales del debut Shake off The Dust... Arise, de 2005 (como “King without A Crown” o “Candle”), del ya mencionado Youth (“Fire of Heaven/Altar of Earth”, “Youth”, “Jerusalem”) y del flamante Light (“Smash Lies”, “Escape”, “For You”), algunos completos, otros sólo en versos, muchos con modificaciones de tempo y nuevos arreglos electrónicos. Así, en una dinámica de la forma musical completada con dos o tres grandes segmentos de beatvox, musicalmente el show fue notable. Como perlitas, la presencia de Fidel Nadal para “One Day” (del que Matisyahu grabó una versión junto al argentino) y de Roberto Pettinato al saxo durante el último rato. En ese momento, más de un centenar de asistentes subió al escenario, invitado por el cantante, y terminó de dar forma a una fiesta espiritual, de tono familiar. Y kosher.
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