Martes, 25 de mayo de 2010 | Hoy
MUSICA › ENRIQUE AIELLO HABLA DE SU áLBUM MAGOS Y POETAS
El cantautor y guitarrista cordobés asegura que descubrir al Cuchi Leguizamón lo hizo interesarse por el folklore, pero que no puede pensarse a sí mismo sin Los Beatles.
Ubicar el punto desde el que Enrique Aiello dispara sus canciones se debe a dos causas. Una es geográfica: hay que recorrer mojones hasta Villa María, ese paraje cordobés, llano y rico en suelo, donde nació y se crió escuchando a Los Beatles y Almendra, en el seno de una familia cuyo epicentro pasaba por el tango, “y los tallarines de los domingos”. “Mi viejo era puntano y tanguero. Cantaba, y había armado una orquesta en Córdoba. Y mi vieja, italiana, vino de los barcos, del mar. De ahí mi infancia de folklore cero. Ni mate se tomaba”, se ríe él. Otra es gnoseológica: Aiello, cantautor y guitarrista de 47 años, no se trabó en su marca de cuna. Desde que armó Zigzag, una banda de funk y jazz con cierto predicamento en Córdoba, la clave fue conocer, ampliar y descubrir. Primero como parte del grupo Ramires (sí, con “s”), que tuvo su momento de gloria en México con dos discos registrados (Ramires y Girando al revés) en los que grabaron Vinnie Colaiutta –baterista de Sting–, Pedro Aznar, Abraham Laboriel y Dean Parks, entre otros. Después, en otra veta, como director musical y guitarrista del grupo trotamundos de Piero; como acompañante de Mercedes Sosa, Los Músicos del Centro o el Chango Farías Gómez y, al cabo, como hacedor de su propio destino en la tríada de discos que lleva como solista: Mondo Paparazzi, Un camino y el flamante Magos y poetas. “Nunca grabé pensando en un hecho comercial”, asegura.
Con las dos causas, más una breve reseña sobre sus maneras musicales de abordar canciones propias y ajenas, pop y rock, tango y folklore (tronco puro y cancionero adobado con samplers, cajones peruanos, violines o loops), alcanzaría para definirlo, pero basta con menos: verlo cruzar la avenida Garay con una remera que lo define. Dice “Perubeatles” y el dibujo reproduce a los cuatro de Liverpool cruzando Abbey Road con gorros kollas. “Es imposible pensarme sin ellos”, dice. “Tengo el retrato de Lennon en el estudio y, ante la mínima duda, lo consulto. Es un concepto estético que me parece, al día de hoy, insuperable.” El aura beatle, en Aiello, penetra todos los géneros que se propone abordar. Si se recortan los de Magos y poetas, aparece una frase que mezcla paisajes de “Penny Lane” con otros “de Atahualpa” o una más que interesante viñeta en melotrón de “Strawberry Fields” al principio de “Nieblas de Riachuelo”. “Cuando mi viejo, un varón del tango, escuchó esto, me dijo: ‘Y bueno, pibe’ –pone cara de poker–. El viejo es pre beatle, ¿vio?”
La letra que habla de Penny Lane y Atahualpa es tal vez la más autobiográfica. La que más luz arroja sobre sus intenciones de acercar mundos. Se llama “Litoral” y habla de un tipo que no es de ahí, que no nació bailando chacareras, ni bagualeó en los valles, pero que, con todo, puede contar del mistol, de la salamanca, el monte o la selva. “Llevo en mi valija tantas coplas y versos, un calidoscopio de lejanos luceros”, canta él. “En este tema intento explicar todo. Como dije, en mi casa había cero folklore, un género que me llegó buscando texturas armónicas después de escuchar al Cuchi Leguizamón. El, como Jobim, es como una gran llave. Tipos que, como los músicos de los ’40, tenían un altísimo vuelo”, define.
A diferencia de sus discos anteriores, donde el foco estaba puesto en un rock-pop cancionero y urbano, en Magos y poetas Aiello se propuso rendirles tributo a grandes compositores de la música popular argentina. A Laurenz y Contursi, a través de “Como dos extraños”; a Cobián y Cadícamo, mediante “Nieblas...”; al Chacho Echenique con una formidable versión de “Doña Ubenza”; o a Gardel y Le Pera, mediante “Soledad”. “Me enamoré de esta canción a través de una versión que le escuché a Horacio Molina, que es un puente inevitable para los que venimos del rock, igual que el Chango Farías Gómez. Tuve la suerte de laburar en algunas grabaciones con él, y es increíble las armonías que toca. Y ése viene bien del folklore, ¿eh? No es que está transportando acordes del jazz al folklore, algo que no quería hacer: no me va tocar ‘Zamba del Laurel’ como un standard de jazz.”
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