Sábado, 29 de mayo de 2010 | Hoy
MUSICA › LOS TIPITOS PRESENTAN EL CLUB DE LOS MARTES ESTA NOCHE EN EL LUNA PARK
El cuarteto publicó un álbum más introspectivo y con una sonoridad diferente después del éxito de Armando Camaleón. Sin embargo, los músicos aseguran que lo que los mueve a componer “es siempre lo mismo, desde el primer disco hasta ahora”.
Por Matías Córdoba
Los Tipitos, inconscientemente o no, dejaron de lado la composición y se metieron en un brete: desde mucho tiempo atrás se mezclaron en la realidad apabullante de todos los días para hacer letras de canciones. Es cierto que en algunas de ellas hay bronca, pero el amor, al fin y al cabo, siempre es el que triunfa. Y ellos nunca perdieron su encanto: siempre fueron un grupo popular y a la vez “comprometido” con lo que estaba pasando en las calles. Le propusieron a su público –y a los miles que los escucharon por la radio– baile, fiesta y unos minutos de sosegada reflexión. El brete, más que un problema en sí, se presentó a la hora de seleccionar –junto a Alfredo Toth y Pablo Guyot, los productores– las trece canciones que integrarían El club de los martes, el nuevo disco de la banda que conforman Walter Piancioli (voz, teclados), Raúl Ruffino (voz, guitarra), Federico Bugallo (bajo) y Pablo Tévez (batería). Están a punto de presentarlo en el Luna Park (esta noche, a las 21). Pero durante la entrevista con Página/12 los cuatro se relajan sobre un sillón. Nadie puede sacarlos de su sala de ensayo del barrio de Flores. “Estamos acá desde hace tres años y ya nos acostumbramos”, confiesan, mientras recorren con la vista las paredes. Sin embargo, el mundo Tipito vive inmerso en el sueño que les deparó su nueva producción, un álbum más alejado de lo que habían hecho anteriormente, pero que no traiciona el espíritu cancionero del grupo.
–En este último disco, hay canciones como “La paz” o “No viene hasta mí”, que poseen una sonoridad nueva para la banda, y que también atraviesa todo el disco. ¿A qué se debió el cambio?
Raúl Ruffino: –Se nota que hay otra búsqueda. Nos gusta delirar. En el demo que hicimos antes de grabar había muchas propuestas, éramos otra banda, directamente. Eso viene de la exploración. A la sala traemos otros sonidos que no tienen mucho que ver con la banda. Pero hay veces que no sabemos cómo resolverlos, pero está en la búsqueda de otras cosas. No es que nos proponemos explorar, sino que vamos para esos lugares casi sin saber qué puede llegar a pasar.
Walter Piancioli: –Sí, son ritmos que no veníamos haciendo muy seguido, pero son momentos que se presentan en la sala. No sé, es como el hit: es difícil proponerse hacer un éxito, se da o no se da. Una vez Guyot me dijo: “Es difícil superar el primer éxito porque es el primero”. Muchos medios se quedan con esa primera fotografía de una banda y después cuesta sacársela de encima, hay que remar. Cuando nosotros decidimos hacer un disco, no está en nuestra cabeza la decisión de superar lo anterior, sino hacer algo que nos convenza en el momento.
–El club de los martes parece un disco más introspectivo. ¿Es una respuesta a todo lo que pasó con Armando Camaleón?
W. P.: –No lo sé. Como decía recién, son momentos que atraviesa cualquier grupo. No sé si uno se replantea cosas después de cinco años. Se puede hacer un análisis posterior y en ese punto sí se puede decir “Ah, esta canción es una respuesta a tal cosa”, pero es algo del momento compositivo. Es muy difícil hacer canciones y mucho más escribir letras. En una canción, uno tiene que atrapar una verdad, una realidad. La composición, como la entendemos nosotros, es más exploratoria que proposicional.
–Sin embargo, el espíritu de la banda parece no haberse modificado.
R. R.: –Lo que nos mueve a hacer canciones es siempre lo mismo, desde el primer disco hasta ahora. Muchas de nuestras canciones tienen la misma idea, como la idea del laberinto. Tal vez estén cambiadas algunas palabras, pero la locura está siempre presente como una obsesión. Lo que se plantea cualquier artista es cómo hacer una obra para que sea todavía más bella.
W. P.: –A los escritores o a los cineastas o a cualquier productor de objetos artísticos les pasa que tienen preocupaciones de toda la vida que van a llevar hasta el final. El espíritu está en las herramientas que van adquiriendo a través de que pasa el tiempo, y que toman forma de una manera determinada. La esencia del tipo que se sienta a hacer un tema va siempre por el mismo lugar, desde el primer momento hasta el último. En las canciones de Raúl uno se encuentra con el mismo grupo de palabras, desde la primera que compuso hasta la última. A veces agrega alguna nueva (risas).
–En la Argentina son contados los grupos populares, aquellos que son festejados por todos en cualquier festival. Ustedes parecen formar parte de ese grupo selecto.
W. P.: –Puede ser. Nos gustan los objetivos de plantear una popularidad, pero también con un poco de reflexión. Siempre pienso en Roberto Fontanarrosa: su estilo era humorístico y tenía un costado muy popular, y verdaderamente profundo. Nunca decía boludeces.
–La letra de “Pueblo” es polémica: hablan de una ciudad en donde “manda el hambre” y “hay que matar o te matan”. ¿Qué quisieron decir con eso?
Federico Bugallo: –La letra habla de lo que pasa todo el día, de lo diabólico del planeta. Es la ley que rige en una selva. Describe esa obligación de sí o sí comerte a alguien o si no te van a comer a vos. Básicamente, la ley de la vida. Tenés que alimentarte de algo a lo que previamente tuviste que matar. Es una ley planetaria y que hace a la vida misma. Es tan fuerte esa ley que en la canción se puede llegar a pensar en la inseguridad, en estar atento, pero también con otros problemas: es un mensaje para que te cuides de los cagadores, de los que les serruchan el piso a los compañeros de trabajo.
W. P.: –Además, lo cruel es tener que morirse. La canción hace referencia a que es feo vivir con la idea de que un día vamos a dejar de existir, que tenemos a la muerte presente, ahí, en la vereda de enfrente, que estamos a un paso de ella.
–De alguna manera, “Laberinto” también trata el tema de la violencia y la muerte...
W. P.: –Sí. En principio la idea era más universal, después salió como algo más nacional. Surgió con la Campaña del Desierto y el asesinato de muchos indígenas. Fue escrito desde ese lugar y puede que tenga una connotación, pero da una idea más nacionalista. En realidad, la letra original hablaba de la venganza, de ese rencor que se transmite de generación en generación. Ese rencor que a cualquiera lleva a decir: “Si hace doscientos años mi abuelo mató al tuyo, tu papá se va a vengar del mío”. Y que, creo, es algo que hasta hoy persiste. Es una idea que no está muy lejos de la realidad.
–A sus recitales asisten jóvenes, adultos y hasta chicos de primaria. ¿Qué representa para ustedes todo esto y, además, tocar en el Luna Park?
F. B.: –La verdad, no nos importa cuánta gente vaya, sino cuánta gente haya escuchándonos. Nos preocupa la cara que pongan y si están disfrutando o no.
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