Sábado, 29 de mayo de 2010 | Hoy
VIDEO › DEFENDOR, UN HéROE SIN IGUAL, DIRIGIDA POR PETER STEBBINGS
El gran Woody Harrelson convierte a su personaje en la versión patética de Travis Bickle (Taxi Driver) o en una suerte de Batman al que no le da la capa. El hombre tiene una obsesión: dar caza a los que comercian con chicas.
Por Horacio Bernades
Cuando décadas atrás Martin Scorsese, Paul Schrader y Robert De Niro dieron vida a cierto cruzado mesiánico y violento que andaba en taxi, terminaron para siempre con los caballeros andantes a la vieja usanza: de allí en más, todos ellos estarían un poco locos. O mucho. Ver si no al neurotiquísimo Bruce Wayne de todas las últimas Batman. Como una versión patética de Travis Bickle, como un Batman al que no le da la capa puede verse a Arthur Poppington, que por las noches se disfraza de superhéroe y sale a desfacer entuertos, en los podridos albañales de Hammertown. Nombre del superhéroe, Defendor es también el título de la película escrita y dirigida por el canadiense Peter Stebbings y protagonizada por el gran Woody Harrelson. El sello Sony acaba de editarla en DVD en Argentina, con el título Defendor, un héroe sin igual. Suerte no muy diferente de la que tuvo en Estados Unidos, donde también marchó directo al DVD, tras un lanzamiento reducido a comienzos de este año.
Un chico de calvicie incipiente y casi dos metros de alto: ésa es la impresión que da Arthur, cuando se saca el traje de superhéroe. Cuando se lo pone también: el antifaz de carmín, pintado sobre los ojos, la plateada D cosida sobre el pecho, el casco con luces y una camarita que graba en VHS lo hacen parecer como expulsado de algún baile de disfraces antes que como superhéroe de capa y espada. “Los adultos pueden ser más malos que los chicos más crueles”, se confiesa con la psicoanalista que lo atiende en prisión. A Arthur lo atraparon después de que armó un pequeño desastre con un padre abusador. Cómo no se iba a sentir identificado con la hija de éste, si desde que su mamá lo dejó para salir a callejear nunca más volvió a casa. Desde entonces, Defendor tiene una obsesión, una misión: dar caza a los que comercian con chicas. Como Bruce Wayne, lo mueve el deseo de venganza. Como Travis Bickle, está dispuesto a salvar a todas las Iris del mundo. Aunque ellas mismas no quieran ser salvadas.
El peligro de Defendor es la ridiculización fácil de un personaje que se presta a ello. Stebbings echa mano de la misma solución que el dúo Schrader/Scorsese: dar una vuelta de campana y hacer finalmente del falso superhéroe el verdadero héroe de sus vecinos, de tal modo que el espectador se quede pensando si será que el tipo es un héroe nomás. O si lo que pasa es que la “opinión pública”, instigada por el miedo, ha sido preparada para la llegada de un facho salvador. No por nada a lo largo de la película se oye reiteradamente a un conductor de radio, versión educada de Baby Etchecopar, echando leña al fuego de la paranoia y la defensa por mano propia. Lo que complica las cosas es que Defendor es Woody Harrelson, y con Woody Harrelson es imposible no simpatizar: esos ojos de desprotección, en ese cuerpo demasiado grande, son como el gato de Shrek. Pero en esos ojos aparece de repente un relumbrón afiebrado, el tipo echa mano de su armamento made in casa (bolitas de vidrio, avispas en un frasco, el garrote del abuelo) y entonces uno recuerda que ese chico es un grande. Y que ese grande está loco, pobre.
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