MUSICA › ENTREVISTA A LEO SUJATOVICH Y KATIE VIQUEIRA
El pianista y la cantante, que en los ’90 habían trabajado juntos haciendo cortos publicitarios, grabaron un CD con clásicos del género y versiones libres de temas de Spinetta, Gieco y Fito.
› Por Cristian Vitale
“Olvidate de que una versión nos salga igual dos veces.” Leo Sujatovich patea el tablero y le mete el dedo en la llaga al tango costumbrista. “Son siempre diferentes. Si hacemos ‘Nostalgias’, una vez nos sale medio jazzera, otra más tanguera y así, sin comerla ni beberla. Es porque dejamos todo librado a lo que se nos pasa por la cabeza en determinado momento”, amplía. El plural del verbo incorpora a Katie Viqueira, cantante del dúo que ambos formaron un lustro atrás y que acaba de editar un disco cuyo fundamento estético pasa –sintetizando– por liberar al género de sus ataduras. Lujo de tangos y canciones –así se llama– fue grabado en vivo durante un emotivo concierto en el Centro Cultural Konex y agrega a visitas libres de “Milonga sentimental”, “Tinta roja” o “Se dice de mí” un puñado de canciones de las que ambos no pueden ni quieren estar exentos: “Barro tal vez”, de Spinetta; “Todos los días un poco”, de Gieco y Gurevich; o el trasvasamiento al tango de “Un vestido y un amor”, de Fito Páez, que Sujatovich toma como referencia para extender su mirada. “Le pusimos bandoneón porque el tango es una gran herramienta. Incluso acabo de componer una obra clásica que está por tocar la Filarmónica de Radio France ¡y le puse bandoneón!”, se ríe.
–Ustedes no provienen del tango. ¿Por qué lo adoptaron?
Leo Sujatovich: –Yo creo que es algo de la época. El tango, para muchos artistas de nuestra generación, pasó a ser una vía expresiva. Yo no me considero un tanguero. Nací en esta ciudad, lo escuché toda la vida, pero nunca me había dedicado a él como lo hice con el rock, pero hace un tiempo encontré en él una herramienta. Haber entrado a caminar por esta senda no hizo más que alimentarme felizmente de toda su cultura, de los corazones tangueros de la historia como Salgán, Troilo o Pugliese.
Katie Viqueira: –Yo tampoco me considero una tanguera, y mucho menos tradicional. No me puedo poner en ese lugar, porque seguro que alguien levantará la ceja como diciendo “qué es esto”. Igual, cuando nos ponemos a tocar un tango crudo y desnudo, sale la música que caminamos y olemos a diario. No es hacer algo diferente porque hay la intención de modificar... Es la conjunción de aguas que se unen.
La confluencia entre ambos excede al proyecto tanguero. Proviene de los tempranos noventa, cuando los dos trabajaban de hacer cortos publicitarios para radio y televisión. “Era algo que tanto ella como yo hacíamos profusamente, y ahora hacemos menos, por suerte. Yo hacía ‘Y qué más, Vieníssimas y más, y más’; y ella era la chica del ‘Kohinoor, poderoso el chiquitín’”, se ríe Leo. Luego, en 1997, Katie emigró a Boston, Estados Unidos, donde grabó dos discos (Del Otro Lado y Amores Torcidos) y encontró su veta entre el jazz y Piazzolla, mientras el ex Spinetta Jade se fue a España en los albores del siglo para trabajar en otro contexto. “Cuando estuve en España disfruté mucho de incorporar elementos de la música española. Hice una suerte de traducción al tango de Manuel de Falla, que luego bailó Julio Bocca en Tango Brujo, y la estética de la música española me quedó incorporada. A veces hago versiones de ‘Adiós Nonino’ en piano solo y me salen medio andaluzas. Hay un espacio donde los lenguajes se confunden gratamente”, sostiene él.
El reencuentro sucedió primero vía mail, con los dos fuera del país, y después face to face, cuando Buenos Aires los volvió a cobijar en 2005. “Fue el momento en que me cayó la ficha del tango. Grabé mi primer disco con el Trío de Cámara y encaré la senda”, explica Sujatovich. La concurrencia se dio a través de Esteban Morgado, quien había incorporado al pianista a su proyecto, y de algunos conciertos privados en los que Leo participó a Viqueira como invitada. “Sentí que había una buena química con ella, porque su voz no era un mero acompañamiento sino que ambos necesitábamos escuchar al otro para seguir tocando y cantando. Es una cosa que se da poco entre los artistas, y cuando se da hay que aprovecharlo porque quiere decir que hay algo más para producir que el mero hecho de un pianista acompañando a un cantante. Hay un entendimiento sin palabras”, florea Sujatovich.
–Si, como sostienen, nunca hacen una misma versión dos veces, ¿en qué medida el disco es representativo de lo que hacen?
K. V.: –Es cierto, el disco es como el final de un recorrido. Ahora estamos dando una vuelta de página. Es como la foto de un período.
L. S.: –Exacto, es lo que nos salió en su momento. Insisto: me considero un improvisador nato y me resulta auspicioso, porque me siento en el escenario y sigo improvisando sobre “Nostalgias”, “Volver” o el tema que sea, y ella no tiene ningún problema en subirse al caballo. Y viceversa, porque por ahí ella empieza a cantar de una manera y me hace ir para un lado diametralmente opuesto al de la versión anterior.
–¿Por qué incorporaron clásicos del rock argentino a un trabajo que va por otro carril?
L. S.: –Son canciones que tienen que ver con nuestra historia musical y personal, y que tienen la virtud de permitir la posibilidad de trasvasarlas. Yo creo que los temas hay que tocarlos como a uno le salen, es la manera más divertida y más genuina de hacer música.
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