MUSICA › PROGRAMA PARA CHICOS Y GRANDES EN EL TEATRO COLON
El viaje sinfónico de Manuelita
Ernesto Acher y Jorge de la Vega crearon un concierto sinfónico que recorre varios estilos a partir de “músicas de animales”.
Por Oscar Ranzani
Hace cinco años, Ernesto Acher (ex Les Luthiers y La Banda Elástica, entre otros proyectos musicales y humorísticos) y Jorge de la Vega (flautista de la Orquesta Estable del Teatro Colón) pensaron en cómo dirigirse a los chicos de una manera inteligente y creativa a través de la música clásica. Después de sentarse a pensar surgió la idea de hacer música con canciones que estuviesen relacionadas “con animalitos”. Se encontraron con una extensa lista de melodías que podían ser adaptadas, definieron el proyecto como Los animales de la música y lo presentaron en el Teatro Avenida con un éxito considerable.
Aquélla fue una manera entretenida de que los chicos pudieran familiarizarse con la música sinfónica a través de melodías como las de La Pantera Rosa, El pájaro loco o La gallina turuleca pero, esta vez, decidieron ir aún más lejos en la creatividad y aprovechar el potencial que les generaba Manuelita, “una especie de himno nacional”, según define Acher en entrevista con Página/12. “Entonces imaginamos que Manuelita fue a París, como dice la canción, pero se desorientó y pasó por Italia y se encontró con Vivaldi. Pensamos un recorrido histórico para que llegara a París. Después de Italia, caminando y caminando llegó a Alemania y se encontró con Beethoven. Luego pasó por San Petersburgo y se encontró con Tchaicovski. Finalmente llegó a París y se encontró con Ravel”, explica sobre el itinerario musical de la caminata de la tortuga.
Ahora, ambos músicos decidieron revivir esa experiencia y mañana a las 11 volverán a hacer vibrar los oídos de los más pequeños a través de Los animales de la música, un concierto recomendado para chicos de 5 años en adelante que se realizará en el Teatro Colón. Acher, de gran experiencia en el campo de la música clásica (dirigió las orquestas de Rosario, Bahía Blanca, Córdoba, Mar del Plata, de Cámara de Chile, de Antofagasta, y también en Brasil y Venezuela), será el encargado de la dirección musical, mientras que Jorge de la Vega será el solista en flauta. ¿La Orquesta? Ni más ni menos que la famosa –y zoológica– “Sinfónica de la Asociación Veterinaria”. Los animales de la música se repetirá los domingos 4 y 11 de septiembre, en el mismo horario. Por supuesto que estos conciertos tendrán gags para entretener aun más a los chicos.
–Hay un prejuicio según el cual para acceder y disfrutar de la música sinfónica una persona tiene que tener un cierto nivel cultural, opinión quizá construida desde los propios críticos. Y en el imaginario colectivo, no es vista de la misma manera que la música popular. ¿Usted derriba los preconceptos, es decir, que cualquiera puede acceder e incluso los chicos?
–Sí, claro, estoy absolutamente convencido. Porque yo creo que hay diferentes niveles. Si vos tenés un conocimiento más profundo de una música (como cualquier cosa), podrás disfrutarlo desde otras áreas. Es lo mismo que tomar vino: el que sabe mucho de vinos disfruta de manera diferente del que simplemente gusta del vino. Pero no hace falta saber de vinos para disfrutar del vino. El hecho principal de la música es sensible, no intelectual. La comprensión intelectual sobre ciertos procedimientos de la forma artística le agrega un plus, pero no es el corazón del asunto. Las formas de arte son fenómenos de comunicación sensible.
–Usted tiene la experiencia de haber realizado conciertos didácticos en escuelas de Chile. ¿Cómo lo vivió?
–Lo hicimos con una orquesta sinfónica de Concepción llamada “La orquesta va al colegio”, que mostraba el proceso de un chico desde que empieza a estudiar hasta que es adulto, como si fuera el crecimiento de la orquesta misma. Entonces se usaban desde repertorios muy sencillos hasta otros más complejos y todos mezclados con el Arroz con leche, que aparecía por todos lados. Y era música sinfónica: tocábamos Mozart, Beethoven. Y los pibes estaban colgados del techo de la alegría y no conocían ni el 10 por ciento del repertorio que tocábamos. Fueron 10 mil chicos en total. Yo creo que es así, un fenómeno sensible y ahí hay que apuntar. Lo demás es fantástico. Ojalá todo el mundo supiera muchísimo más de música de lo que sabe, pero no es imprescindible.
–¿Qué se logra al quitarles solemnidad a los conciertos?
–Para mí la solemnidad es el sustituto de plástico de la seriedad. Parece serio, pero es aburrido y además descargado de emoción. Ser serio no significa ser aburrido, ni pacato, ni ninguna de esas cosas. A nadie se le ocurre que la Sinfonía Nº 5 de Mahler sea divertida. Pero yo creo que si uno hace la 5ª de Mahler hay una diversión profunda, porque es música y la música es un juego muy serio y muy profundo. Y en eso hay una diversión. Cuando se le pone solemnidad es como ponerlo en un congelador.
–Hay un gran sector de la industria musical que se empeña en dirigirse a los chicos de una manera que los subestima. Por ejemplo, a través de canciones vacías de contenido. ¿Cómo analiza esta situación y qué papel puede jugar la música clásica en este sentido?
–A los que subestiman a los chicos, básicamente les falta la creatividad que les sobra a los chicos. Son los que se olvidaron de ser chicos, ya no se acuerdan de cómo es ser chico y no lo ejercen. Piensan que es una mala versión de un adulto. Un disparate absoluto. Ojalá conserváramos esa magia en la mirada de los chicos, que después se nos va empobreciendo con el tiempo. Simplemente hay que apelar a la creatividad y los chicos responden, son sumamente sensibles a eso. Tampoco creo que sea un tema de música clásica y música popular. Creo que es un tema de buena y mala música. Porque en música clásica hay cada basura que no se puede explicar, así como música popular hay de lo buena y de la mala, como en todos los géneros. Hay que darles cosas buenas con contenido emocional.