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Lunes, 26 de julio de 2010

MUSICA › LOS QUE VENDRáN, UN SELECCIONADO DE JóVENES TALENTOS DEL BANDONEóN

Aires nuevos para el fueye

Alejandro Guershberg oficia de “técnico guía”, ellos demuestran que el tango tiene referentes para seguir. Lautaro Greco, Santiago Polimeni y Renato Venturini cuentan lo que significa formar parte del equipo y cómo el bandoneón llegó a sus rodillas.

 Por Cristian Vitale

“A éstos les tirás una partitura y la leen en el aire.” Alejandro Guershberg tiene 27 años y asume su condición de técnico-guía. Una especie de motivador que –parábola futbolera– liga más con el tiki tiki de Cappa que con los esquemas conservadores de prosapia bilardiana. “Son jugadores de toda la cancha”, sigue, tratando de encender el ego de sus pichones. Lautaro Greco, Santiago Polimeni y Renato Venturini le hacen un rodeo con la mirada y salen a la cancha. Puntea Greco: “Hubo un momento en que el tango era una vergüenza. Los músicos iban con el bandoneón por la calle y los cargaban, ahora es al revés. El fueye es un orgullo. En el colegio igual, antes te cargaban y ahora te tratan de grosso”. El pibe tiene 23 años y es el más grandecito entre todos los que integran el incipiente proyecto Los que Vendrán, un colectivo que agrupa un seleccionado de bandoneonistas Sub 23 con el fin de editar un disco, pendular por el circuito anti for export de Almagro y Boedo, y ser parte clave del ciclo “Tango Contempo”, que da luz y lugar a las más diversas experiencias jóvenes del género. El puntapié inicial fue el 7 de julio en Café Vinilo, donde se registraron las tomas improvisadas y espontáneas que formarán parte del disco. “Los conozco de adolescentes y en un momento se me ocurrió la idea de verlos en la intimidad, tocando solos, arreglos de Piazzolla, de Marconi e incluso propios. Lo central es que se vea a ellos con el instrumento como cosa primitiva”, redondea Alejandro, cuya figura “formal” es la de coordinador.

Lo que subyace en este todo, más allá de la feliz idea de juntar a pequeños genios del fueye como una muestra más de vigor del género –haciendo a un lado su aspecto comercial, claro–, es la ratificación de un estado de situación que acerca al género, salvando distancias, a su época de oro. Los precoces bandoneonistas son como enanos que se montan sobre las espaldas de Troilo, el gran Astor o Pugliese para mirar más allá. Alejandro lo piensa a su manera: “Es raro que haya una generación de ocho, diez tipos de primer nivel en este instrumento, que no está tan de moda”. “Pero está bueno que no esté de moda... Te da un aura especial”, intercede Polimeni, de 22 años.

–¿Cómo fue el acercamiento de ustedes al tango en general y al instrumento en particular?

Greco y Polimeni entrecruzan experiencias. Uno, Greco, llegó al género por mandato de sangre. Su padre Pablo es bandoneonista; su abuelo materno, Raymundo de la Peña, fue cantante de la Orquesta de Miguel Caló. Y su otro abuelo, el paterno, le regaló su fueye cuando cumplió 90 años. “Ellos me hicieron vivir al tango desde chico como algo propio, natural. Empecé estudiando piano y siempre aprendí a la par música clásica y tango. No es que empecé por lo clásico y dije ‘uy, mirá qué lindo es el tango’”, contesta Greco. Polimeni, casi en los antípodas, empezó tocando la guitarra en una banda de rock y el primer fueye llegó a sus manos por cosas del azar. Fue el profesor de guitarra quien lo puso entre sus rodillas, cuando tenía 11 años, y ahí empezó su devenir. “De sangre nada porque, algo muy loco, mi viejo es la única persona que conozco que no escucha música. Increíble”, se ríe.

–Es inevitable que, por una cuestión generacional, el rock se cuele entres ustedes en algún aspecto...

Santiago Polimeni: –Nosotros somos de la generación MTV y bueno... Pero hoy por hoy se le está abriendo el panorama al tango. Tal vez no masivamente, pero hay otra cosa.

Lautaro Greco: –Yo creo que el tango es más rockero que el rock. Aunque depende dónde vayas. Yo a veces voy a lugares de tango y son un embole: los viejos, el código, las pelucas, el rojo carmesí. No es lo mismo eso que Sanata o el CAFF... En estos lugares hay minas, hay de todo (risas).

Renato Venturini tiene 20 años y se integra al rodeo de palabras por la mitad. Es formoseño, pide una milanesa con fritas e interviene para seguir con el chiste: “¿Si tocamos el bandoneón para ganar minas? Todo lo que hace el hombre es para ganarse minas, pero yo no gané ninguna”, se ríe. “Nosotros sí, así conocimos a nuestras novias”, encajan a dúo Greco y Polimeni. Venturini, el benjamín de Los que Vendrán, empezó tocando el bandoneón a los ocho años, bajo la guía de un abuelo y un tío. “Bandoneón y tango de una, nada de chamamé y esas cosas de Formosa”, aclara. A los 15, consumado como figura precoz del instrumento en la provincia, empezó a estudiar piano y complementó una personalidad que provocó, entre otros logros, que lo incorporaran a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, espacio que comparte con Greco. “La inclusión de músicos jóvenes en las orquestas está bien, pero tiene un doble filo. Yo estoy en el Sexteto Mayor también y por ahí, hace 20 años, no me hacía falta otra cosa: laburabas todo el año afuera, con una sola orquesta, y ganando bien. Hoy tenés que andar saltando de orquesta en orquesta. De ensayo en ensayo. Y de recital en recital”, señala Greco.

–¿Qué factores vinculan generación e instrumento?, ¿hay un rasgo que los identifique?

Alejandro Guershberg: –No somos tipos cuerdos (risas). Somos especies raras, tal vez el esfuerzo que te lleva a tocar teclados abriendo y cerrando algo te vuelve loco, te trastorna el cerebro. Estamos un poco chapas.

L. G.: –Más allá de esa locura que comparto, creo que hay un compromiso de estudio del instrumento muy grande entre nosotros. No sé, en los ’40 hubo una movida grossa y mi abuelo me contaba que había un músico cada tres cuadras. Después, la desaparición, la vergüenza, ¿no? Yo creo que la generación anterior a la nuestra tuvo que aprender el bandoneón huérfana. No tuvieron referentes ahí nomás, más allá de Leopoldo Federico. Fue una generación escasa de padres, mientras que nosotros estamos más cómodos con Corrales o Romo por delante.

S. P.: –Hay una intención de exploración musical mayor a la de otras generaciones. Salir de lo estrictamente laboral e interesarse en un compromiso por la música en sí, por una búsqueda, es algo que te retroalimenta todo el tiempo. Y nos encanta formar parte.

–¿Tres referentes clave del instrumento?

L. G.: –Piazzolla, Leopoldo Federico y Rubén Juárez.

S. P.: –Piazzolla, Saluzzi y Laurenz, de la vieja guardia.

Renato Venturini: –Piazzolla, Leopoldo Federico, Marconi y Pane, pero no me pregunte quién es lo más. Los cuatro por igual.

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“Más allá de esa locura por el fueye, hay un compromiso de estudio del instrumento muy grande entre nosotros.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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