Viernes, 10 de septiembre de 2010 | Hoy
MUSICA › TERESA PARODI, LILIANA HERRERO Y EL DUO OROZCO-BARRIENTOS
Si hay algo que queda bien claro con solo verlos, con presenciar un ensayo, es el disfrute que gana a cuatro intérpretes que, por amor a la música y por el vínculo que los une, propician un encuentro que al fin logró vencer los problemas de agenda.
Por Karina Micheletto
Es un comienzo, con un final que ya desde el vamos se anuncia abierto. Son diferentes recorridos en un mismo territorio –el de la música argentina–, que confluyen aun habiendo trazado mapas propios, únicos. Teresa Parodi, Liliana Herrero y el dúo Orozco-Barrientos han plantado un comienzo: decidieron juntarse. Al tiempo que anuncian: Final abierto. Las primeras formas del encuentro entre estos intérpretes, que se esperan como una ocasión especial en la música popular contemporánea, tendrán lugar en Buenos Aires. Hoy y mañana, desde las 23.30, el escenario de La Trastienda Club (Balcarce 460) recibirá este Final abierto, que abrirá el juego para cantar en tiempo presente a los grandes creadores de la música argentina. Teresa Parodi y Liliana Herrero son hoy, qué duda cabe, dos de las mujeres más importantes del canto popular. La primera ha sido capaz de cantar con belleza su tiempo, como compositora de temas que, justamente por eso, la trascienden. Pero también como una intérprete capaz de transmitir la belleza de las canciones de otros, como ha demostrado especialmente en su último disco, Corazón de pájaro. Liliana Herrero ha sabido tensar las formas de los repertorios más exquisitos, asumiendo siempre el riesgo en la interpretación, en búsquedas personales o en compañía de gente como Juan Falú o Adrián Iaies. Raúl Orozco y Fernando Barrientos muestran una de las caras posibles de “lo nuevo” en el terreno del folklore, acaso la menos propensa a invitaciones del “arriba las palmas” o revoleos de cualquier tipo, y sin embargo profundamente festiva. Pintan su aldea, la de Cuyo, y desde allí construyen un mundo. Para muestra, sobra un botón como el de su último disco, Pulpa, o con el anterior, Celador de sueños, ambos producidos por Gustavo Santaolalla.
¿Y qué traen estos cuatro jinetes de la MPA? A juzgar por lo que se percibe en el ensayo, algo del orden del disfrute. Como una peña entre amigos –en la que Parodi va haciendo pasar algunas de las nueve guitarras que guarda con entusiasmo de coleccionista, entre ellas la preciada Taylor de doce cuerdas–, van apareciendo los temas. Finalmente, quedan algunos de los que compartirán entre los cuatro: “Vidala para mi sombra”, “La tempranera”, “Retrato de un pescador”, “Quien te amaba ya se va”, “Celador de sueños”, “Paloma, palomita”. En otros, además de cantar solos, se irán cruzando en dúos y en tríos. Para completar este encuentro tendrán el apoyo musical de Jorge Giuliano en guitarra y Facundo Guevara en percusión.
La idea de este encuentro que ahora se propone con un Final abierto surgió de una serie de juntadas e invitaciones cruzadas, que no llegaban a concretarse. “Finalmente, un día nos encontramos todos, y no fue un día cualquiera: fue el 24 de marzo, en el festival organizado por las Madres de Plaza de Mayo”, cuenta Parodi. “Yo ya tenía ganas de hacer algo con ellos, pero era difícil juntar nuestras agendas. Porque no era juntarse, nomás. Había que ensayar y armar el espectáculo. Decir algo, más allá de las coincidencias, que son previas. Así fue apareciendo la idea de rescatar el repertorio que creemos que es un punto de encuentro generacional de la música argentina. Abrevar en la fuente, en esas canciones tan bellas que nos marcaron definitivamente, sobre todo a la generación mía y de Liliana y, al mismo tiempo, salirnos con nuestras propias alas, como cada uno hace.”
–¿Y cómo fue apareciendo ese repertorio? No debe ser fácil ponerse de acuerdo entre cuatro...
Teresa Parodi: –La verdad, sí, fue muy fácil. Simplemente recurrimos a aquellas canciones emblemáticas, incuestionables, que queremos revisar desde la emoción, desde lo que nos sucede cuando las cantamos: las redescubrimos, nos volvemos a emocionar, admiramos los versos, los poetas, las melodías increíbles... Y también aparece el disfrute que significa cantar.
Liliana Herrero: –Empezamos cantando “La tempranera”, esa extraordinaria descripción de la primera relación amorosa, esa “tristísima elegía”, como le dice él a ella, de entrada. Eso ya nos marcó. Y de golpe apareció la “Vidala para mi sombra”: “Tu sombra bebe, y la vida es de los dos”... Ese tipo de canciones ya nos van marcando una idea, un rumbo, un concepto musical muy claro.
Fernando Barrientos: –Desde la primera vez que nos juntamos a ensayar, al toque hubo algo que salía muy naturalmente, sin pensarlo mucho. Es algo que no siempre pasa: nos mirábamos y ya sabíamos para dónde iba a arrancar cada uno. Y para nosotros, de verdad, esto es un sueño. Porque estas señoras son parte de la historia de la música argentina, y latinoamericana. Y nosotros, que ni pensábamos dedicarnos a cantar, hoy nos encontramos cantando con ellas. ¡Es muy grosso!
L. H.: –Yo pediría un poco más de respeto: Al final, estos señores nos están tratando de viejas... (risas).
–¿Y cómo es eso de que no buscaban cantar?
Tilín Orozco: –Nuestra intención siempre fue componer canciones, no teníamos ninguna otra pretensión, ninguna otra estrategia. ¡Si andábamos por Cosquín repartiendo nuestros casetitos a los mozos, para ver si alguno se enganchaba y cantaba lo que componíamos! Y llega un momento en que nos encontramos con que Teresa canta una canción nuestra, y Liliana, y Mercedes, y León... Ahí es cuando decimos bueno, ya es demasiado. Ya está, relajate, ya cumpliste. Todo el camino recorrido es de una plena felicidad y un pleno agradecimiento. Porque al final volvemos al punto de partida: sólo queremos hacer canciones, con aire folklórico, y cuyano.
L. H.: –Lo mejor es que cuando nos juntamos, no sólo hacemos canciones. ¡También nos divertimos muchísimo! Pero mucho, mucho en serio, ¿eh?
T. P.: –Hay un humor provinciano que compartimos, es un código común que nos diferencia de los porteños. Una forma muy hermosa y muy fresca de decir cosas: vos tirás algo, el otro te contesta, y así se va armando. Y entonces Tilín aparece con el vino, va regando el asunto...
–Sin embargo, las geografías de origen son diferentes, abarcan desde el Litoral hasta la cordillera...
T. P.: –Es que la gente en las provincias vive muy parecido. Yo recuerdo que cuando aparecí cantaba “La changa de los domingos”, una canción que era muy popular en Mendoza. Yo decía: pero cómo puede ser, si estoy hablando de un paisaje tan diferente, ¿por qué gusta acá? Y en Mendoza me decían: no importa que vos digas “nunca afloja un correntino”, para nosotros estás cantando nuestra historia. Porque está esa afinidad provinciana, de comprender muchas cosas que nos pasan, cómo vivimos y concebimos el mundo los de la provincia.
–¿Cómo piensan llevar este espíritu de juntada a un espectáculo formal, concebido como tal?
T. O.: –¡Imposible! ¡Eso no va a pasar! (risas).
L. H.: –Uno tiende muy rápidamente a someterse a un relato establecido, que es un relato de los tiempos: el famoso “lo lamento, pero se nos termina el tiempo”, de la tele. La verdad es que cuando uno la pasa bien, un concierto podría durar miles de horas. O hacer como hace Juan Falú, que toca para después ir a una peña a guitarrear.
F. B.: –No es una mala idea. Como vamos en el último horario, podríamos quedarnos hasta que venga el boletero a echarnos, cuando se quiera ir a su casa. Y de ahí, vemos dónde seguimos...
Está bien puesto el nombre: Final abierto.
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