Sábado, 2 de octubre de 2010 | Hoy
MUSICA › DIEGO TORRES Y LAS RAZONES PARA TITULAR DISTINTO A SU DISCO
El cantante, que esta noche y el sábado se presenta en GEBA, habla aquí de cómo evita encerrarse en una burbuja, los vaivenes de su carrera, los recuerdos de la vida bajo la dictadura, la política, la televisión, los reclamos sociales y las drogas.
Por Roque Casciero y Luis Paz
“Soy un tipo auténtico”, arranca Diego Torres con la autodefinición que acaba de pedirle Página/12. “Con lo bueno y lo malo, pero lo que ves es lo que hay. A veces estoy mejor o peor de ánimo o aspecto, pero la autenticidad es un rasgo que me identifica y va más allá de la música que hago. Muchos pibes me dicen: ‘Escucho heavy metal, pero me caés bien y respeto lo que hacés’. En esta época en la que vivimos, ser auténtico es raro. Siempre me he encargado de no perder la esencia: ir a la panadería, tomarme un mate con la verdulera, eso que hacía de chico de decirle al verdulero ‘Eh, les ganamos 2 a 1’”. La pregunta siguiente, entonces, es si se puede mantener todo eso cuando se vendieron 14 millones de discos, que es la cifra que Torres lleva facturada en su carrera. Y la respuesta del cantante y actor es que sí. “La misma gente es la que termina cuidándote. En una época me fui a vivir a Mar del Plata para preservar eso, justamente: el almacén, el barrio, ir a escribir a los barcitos de la costa. En el almacén me dejaban pasar atrás a hacer mate. O me daban fideos y me decían ‘Llevate, que los hicimos nosotros’. Nunca me pidieron autógrafos. La gente misma, cuando te caza la onda, ya sabe y te protege, no te cholulea. Después viví en San Fernando, ahora estoy en Pacheco y no quería perder eso. Pero yo no bajo con 48 tipos de seguridad a los que les ordeno: ‘Decile que me dé medio de pan’”.
Un rato antes de la charla, los cronistas fueron testigos de una situación de las que describe Torres. Apenas se bajó de un autazo último modelo, el cantante se hizo tiempo para saludar, una por una, a todas las personas que trabajan en el edificio de la productora Fénix. Torres no es un extraño ahí adentro: hace años que la empresa organiza sus shows, como los que esta noche y la del próximo sábado dará en GEBA (Dorrego 3600). “La gente piensa que uno se mueve dentro de una burbuja”, suelta el cantante, y enseguida se desmarca. “Es verdad que evito los sho-ppings, pero porque tengo una tara que tendría que hablar con el psicólogo: me gustan los negocios a la calle, especialmente de barrio. Y voy a la cancha, a ciertos partidos. Claro que no voy a ir a Villa Domínico de visitante...”
–De todos modos, es comprensible que se piense que usted vive en una burbuja, porque la mayoría de los que llegan a cierto nivel de popularidad se aíslan.
–Es un proceso cuando te chocás con la popularidad. Y después hay mucho de circo: hoy hay una pseudoprofesión nueva que es ser famoso, montar este circo de peleas, de llamar a los paparazzi y decirles “estoy yendo al cine”. Aprendí a convivir con eso. A veces tengo que ir a ver a un amigo que actúa en teatro y eso significa ir, fotos, firmas, charlar... Tengo buena onda con la prensa, nos conocemos, saben cómo soy. Puede gustarles más o menos mi trabajo, pero saben cómo soy. Lo noto en el trato con la gente, el respeto, la onda, el cariño. Y lo de no aislarse, seguir siendo normal, tiene que ver con la educación que uno tuvo: lo que recibiste en tu casa determina en buena medida qué persona sos. Si tu viejo te permitió tratar mal al mozo cuando eras chico, no lo vas a tratar bien de grande. Mi madre (Lolita Torres) era artista, nací en esto: a ella la aplaudían y después venía y era mi mamá, me revisaba el cuaderno, me preparaba la leche. Eso te ordena el jardín, por eso soy así: laburo, giro dos años, me guardo, hago un disco y no me jodan. Es mi esencia. Seguramente habrá quienes piensen que puedo pasar a alguien por encima con el auto, pero no. Y mejor no hablemos de cuánta gente que tiene cierto poder adquisitivo le fue un poquito bien, y siente que puede llevarse al mundo por delante.
–Ya se autodefinió como persona. ¿Y como artista?
–Dentro del pop, creo que soy un artista integral: canto, compongo y escribo. Pero nunca dejaré de ser actor, en mí son cosas que están muy ligadas. Sí me gusta la actuación para adoptar otro aspecto, otra manera de moverme. Eso es lo divertido: no hacer de uno. Me considero un tipo inquieto que ha buscado. Con Cachorro (López, productor), en el primer disco compartíamos la idea de hacer baladas, reggae, uptempo. No quería ser un baladista ni un reggaero: era un tipo que cantaba en un horizonte amplio. Eso se fue cocinando, se fueron incorporando otras músicas. Hubo mucha fusión, esto de incluir flamenco, rumba, instrumentos de América latina, guitarra española. Eso refleja lo que soy desde el primer día y lo seguiré haciendo porque ésa es mi educación, eso es lo que soy como artista. Pero no sé cómo se puede catalogar. Por otra parte, en la tele arranqué como actorcito joven, pero dejé eso y salí a tocar en La Rioja, Jujuy o Buenos Aires. Y así tuve mis problemas con la TV cuando tenía que salir a tocar. No quería en ese momento que se interprete que soy actor, canto, hago publicidad: no quería saturar. Volví a actuar cuando apareció una película que era un desafío. Quería cuidar ambas profesiones y poder seguir desarrollándolas.
–Su nuevo disco se llama Distinto. ¿Lo que propone es que podemos vivir de otro modo?
–Totalmente. Distinto no es solamente porque tiene otro sonido. Distinto es buscar una manera distinta. Hay que reeducar, tomar otra conciencia, enfrentarse a una clase dirigente que no gobierna y que está formada por los mismos de siempre, que cambian el discurso para un lado u otro según cómo gira el viento. Ese “distinto” está asociado a una manera distinta de gobernar, de hacer política, de llevar una carrera, de cantar, de hacer una nota, de ser periodista. Tiene que ver con seguir teniendo valores y criterios. Es medio Código Da Vinci, está ahí metido, pero está bueno no ser tan explícito. Ahí está el misterio del arte.
–Usted también suena distinto a algunos de sus colegas.
–Pero el título no es para separarme de los demás. Es importante tener una identidad propia en la música y voy en busca de seguir lográndolo. No lo conseguí con el primero o el segundo disco, todo se generó con los últimos. Pero también en mis primeros discos tenía 19 o 20 años: no podía hacerlos de otra manera, era lo que me salía. Pero estaba más preocupado por tener una identidad que por cuánto se iba a vender el disco.
–Ese primer trabajo con Cachorro López y la búsqueda de mezclar, ¿tiene que ver con que usted era público de Los Abuelos de la Nada y Sumo?
–En la secundaria, con la democracia podíamos ir a ver a Los Abuelos, a Sumo, a Soda, a Virus, a Miguel Mateos... Me crié en esa época en la que el rock coqueteaba con el pop, con los ritmos. Eso me identifica, lógicamente. Después pude trabajar con un Abuelo como Cachorro, y metimos “Sintonía americana” y “Chalamán”, participé del homenaje a Sumo con “No tan distintos”. No es que ahora me quiero hacer el rockero con la chaqueta de cuero y la moto: es la guitarra, la cosa cruda, suena menos latino, hay algo de hip hop con La Mala Rodríguez y Yotuel de Orishas. Es otra búsqueda... que sigue siendo la misma.
–¿Se arrepiente de algún disco, alguna canción, alguna gira?
–No, al contrario: uno aprende más de los errores o de las cosas que han pasado. Lo que me encuentro ahora es que tengo un repertorio muy amplio y puedo dejar canciones afuera. A algunas les pruebo un arreglo distinto y me doy cuenta de que las arruino.
–Pese a todo lo positivo que le dio, ¿nunca se hartó de “Color esperanza”?
–No, al contrario. Es cierto que fue imparable. Se dio en un momento de crisis en la Argentina, en un momento de mierda: la canción quedó boyando en la radio con un país partido al medio. Y la gente tomó esa canción. Lo que no me gustaba, y por lo que con Coti (Sorokin, coautor) y Cachorro pusimos recursos de amparo, fue que la usaran con fines políticos.
–Aldo Rico dijo: “Como dice Diego Torres, pintarse la cara color esperanza”.
–¡Nunca peor ejemplo! Por eso ahora, en esta canción con Yotuel (“Cuando no queda nada”), metemos un poco una respuesta para los políticos que prometen, prometen y después nos las meten. Pero, volviendo a si me cansó la canción o no, es absurdo luchar contra lo que toma la gente. Es lindo agarrar la guitarra, tirar un sol mayor y que la gente cante. Esa canción provocó cosas muy lindas en muchos países. El asunto es no decir “Vamos a por otra ‘Color esperanza’”. Hay algo natural que viene de “Tratar de estar mejor”, que es la “hermana mayor” de “Color esperanza”. A aquella canción la escribí pensando en mi familia, porque mis hermanos se fueron a España y a Nueva York. Era algo que se vivía acá con hijos que se iban, familias que se partían y padres que lo sufrían. Y a pesar de eso, “tratar de estar mejor”. Porque yo no voy a escribir “Estás mal / estás triste / abrí la ventana / y tirate”, pero también escribo canciones después de haber sufrido mucho tiempo y tragado mucha mierda.
–¿Le interesa la política?
–Estoy muy desilusionado con los políticos de nuestro país. No me siento identificado, sinceramente, pero eso no quita que me interese lo que pasa en mi país y en los países que visito. Me gusta intercambiar, aprender, escuchar a quien puede darme una buena opinión. Pero en este momento del país no quiero ser parte de esta polémica instalada del “de qué lado estás” de acuerdo con cómo pensás. Me interesa mucho la ley de medios, que estemos atentos a los monopolios, al poder desmedido que la prensa puede tener y que puede influir en la vida política de un país. Me parecen muy importantes los derechos humanos y que se hagan los juicios; que los gays tengan la posibilidad de casarse y tener derechos civiles. Me parecería muy importante que se modifique la ley de adopción. Pero no me gusta cuando estos temas se tratan con un fin político detrás. Me parece que necesitamos grises. Y no es ser tibio. Es ser de Boca o de River, pero no cagarse a tiros por Boca o River, que quede ahí. Como comunicador, me parece bueno transmitir eso: estoy atento, leo todo, pero no quiero entrar en esa polémica. Me interesan más las causas que quien las transmite.
–Usted nació en 1971, o sea que vivió de los 5 a los 12 años bajo la dictadura. ¿Tiene recuerdos de esa época?
–Era muy chiquito, pero cuando crecí me di cuenta de por qué no se podía ir a los conciertos, de que no había libertad, de que se “chupaba” gente. En el ’83 entré en la secundaria con la posibilidad de elecciones, el refresco que traía Alfonsín y la vuelta de la democracia, y empezaron a caerme fichas de cosas de las que de más chico no me daba cuenta. Fue una época nefasta y horrible, en nuestro país y en tantos otros. Es un tema muy serio que debe tratarse con los juicios correspondientes, para que cada uno que cometió delitos de esa índole pague por lo que hizo, no que venga después una ley de amnistía. Y hay que fortalecer este país socialmente y a nivel educación. Ahora la clase política ataca a la clase media. La clase media es clase media, alguno más para un lado y otro para el otro, pero no me vengan con que la clase media es más de derecha. Es aquella clase a la que no podés comprarle el voto y es a la que la dirigencia política se ha encargado de destrozar más y volverla más complicada para ir generando la posibilidad de manejar el voto hacia debajo de esa clase media. El problema que veo acá es que la corrupción y el aparato del poder son tan desmedidos que interfieren en el sistema o la estructura que debe gobernar. Se usa mucho dinero en el aparato, pero no en los colegios. A mí me gusta el socialismo, pero es muy difícil acá.
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