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Domingo, 24 de octubre de 2010

MUSICA › EL LAMENTABLE ESTADO DE LAS ORQUESTAS DE LA CIUDAD

En banda

El futuro de las agrupaciones académicas dependientes del gobierno porteño está en serio riesgo: no se cubren los puestos de los intérpretes que se jubilan, no se reparan los instrumentos, los músicos no cobran y hasta se crean orquestas que duran un suspiro.

 Por Gustavo Ajzenman

Imagen: Leandro Teysseire.

Mientras la ciudad de Buenos Aires celebraba el Bicentenario de la patria con la reapertura del Teatro Colón, justo 102 años después de su inauguración, otras dos piezas fundamentales de la cultura porteña también conmemoraban su aniversario, pero con muchas menos razones para festejar. La Banda Sinfónica de la ciudad cumplió un siglo de vida y la Orquesta de Tango llegó a las tres décadas de actividad, pero la fecha pasó inadvertida para la mayor parte del público. Con el grueso de los recursos económicos volcados a la restauración del gran coliseo, las dos agrupaciones fueron dejadas de lado: más de un cuarto de los puestos necesarios para tocar permanecen vacantes a la espera del llamado a concursos, los instrumentos se encuentran en malas condiciones y los conciertos casi no tienen difusión.

Por otra parte, aunque la situación de los elencos dependientes del Colón –la Orquesta Estable y la Filarmónica de Buenos Aires– mejoró sustancialmente desde que su sede entró nuevamente en funcionamiento, aún está lejos de ser la ideal. Y los estudiantes no están exentos de sufrir lo que sus protagonistas consideran una crisis que abarca todos los organismos de música académica porteños. Los futuros instrumentistas profesionales se quejan de que sus becas no llegan, los presupuestos para insumos se achican e incluso algunos elencos fueron disueltos sin previo aviso.

Y la banda sigue tocando

Al estar compuesta en su mayoría por instrumentos de viento, la Banda Sinfónica alcanza un volumen muy superior al de una orquesta convencional, lo que la hace ideal para tocar al aire libre. Esa potencia, que le permite llegar a miles de personas en una plaza sin necesidad de amplificación, o a cientos de chicos en los más de 60 conciertos didácticos en escuelas que ofrece al año, es lo primero que se está perdiendo a merced de los vaivenes presupuestarios. La poca predisposición de los sucesivos gobiernos para incorporar músicos derivó en que los trabajadores se fueran jubilando sin ser reemplazados. Hoy, los puestos vacantes suman 23, del total de 96 integrantes que especifica el reglamento. Además, quedan por cubrir un cargo de ayudante de archivo y otro de luminotecnia. En 2008 se realizaron audiciones para los doce puestos que faltaban hasta el momento, pero los recién ingresados tocaron solamente tres meses a principios de 2009 y luego fueron dados de baja. Se trató, sin embargo, de un período de intensa actividad: “Como fue justo antes de las elecciones, tocábamos doble turno con los carteles amarillo y negro de fondo”, relata Alberto Brass, uno de los clarinetistas.

A fin de junio del año pasado se les informó a los nuevos que ya no había dinero para incorporarlos, y los que habían renunciado a otros cargos al pasar la prueba se quedaron sin nada. Luego de varios pedidos, el gobierno publicó el 23 de septiembre en el Boletín Oficial el llamado a concurso, pero solamente para ocho instrumentistas. Para el trombonista y delegado Jorge Roel, el número es insuficiente. “Quieren mostrar que están cumpliendo con algo, pero no llegan a completar ni un tercio de las vacantes y además no tienen en cuenta las audiciones que ya se habían realizado”, subraya. Y revela: “En los próximos meses vamos a tener por lo menos dos ausencias más por nuevas jubilaciones”.

Los miembros de la banda aseguran que desde el inicio de la gestión del actual jefe de Gobierno se está produciendo “un vaciamiento” en la institución, y lo ejemplifican con el estado de los instrumentos: dos de los cuatro timbales y tres de los ocho contrabajos no funcionan; la marimba está inutilizable y el arpa tiene la madera de la caja rajada. Sus ejecutantes concurren a los ensayos sólo como oyentes. “Con tres o cuatro conciertos por semana, es normal que los instrumentos se desgasten y deban ser reparados; el arpa está así desde abril de 2009 y el arreglo no cuesta más de 7 mil pesos”, se indigna su ejecutante, Patricia Pericelli. Otro de los inconvenientes que señala el grupo es el lugar de ensayo. La sede histórica solía ser el Centro Cultural San Martín, pero ahora les alquilan una sala en el Club Italiano. A pesar de la buena voluntad, la institución no siempre puede cancelar sus propias actividades, por lo que las prácticas de la banda se realizan, en el mejor de los casos, sólo dos veces por semana. Y muchas veces, sólo una.

El panorama no difiere mucho en la Orquesta de Tango de la Ciudad, un organismo que funciona como un seleccionado de los mejores exponentes del género y por el que pasaron intérpretes como el guitarrista Aníbal Arias o el pianista y director Carlos García. Dada la importancia de ese tipo de música para la imagen de marca de la ciudad, a diferencia de sus colegas sinfónicos, sus miembros no consideran que la disolución del organismo esté en los planes del gobierno. Sin embargo, los reclamos son variados y de los 45 integrantes que debería tener el conjunto, sólo hay 33. Esa situación no impidió que fuera una de las principales atracciones del pasado Mundial de Tango, que tuvo como sede a la ciudad de Buenos Aires. “Para no pasar un papelón, se cubrieron ocho vacantes, pero solamente para las dos presentaciones, y después, afuera”, relata el cellista y delegado gremial Rubén Pagano.

La historia se remonta en este caso a principios de 2009, cuando se realizaron pruebas para seis puestos que finalmente no fueron incorporados. En aquel momento el plantel completo era de 35 integrantes pero, a pedido de los propios integrantes, este año fue ampliado a 45. “Fue una muestra de buena voluntad por parte del ministro Hernán Lombardi”, reconoce Pagano. Según el delegado, el titular de Cultura prometió llamar a concurso antes de fin de año para cubrir aunque sea cinco cargos, pero aún no hay nada firmado. “Al faltar gente, el sonido termina siendo muy desparejo”, destaca el cellista. El desbalance se produce porque la mayor parte de las ausencias se da en el sector agudo (faltan cinco violines pero solamente un violoncello, por ejemplo). Ocurre lo mismo en el caso de la Banda Sinfónica: cuando las tubas suenan en toda su potencia, se percibe más el vacío que dejan los cinco clarinetes y dos flautas que ya no están.

Como consecuencia de la falta de instrumentos y ejecutantes, algunas obras deben ser adaptadas o dejadas de tocar. Así, el estado del arpa hizo que se hayan dejado de lado el Intermezzo de Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, y varios números del Cascanueces, de Piotr Ilich Chaikovski. Y el solo de corno inglés del Sombrero de Tres Picos de Manuel de Falla es ejecutado por el saxo alto, lo que, en términos teatrales, sería algo así como interpretar Tres hermanas, de Anton Chejov, con dos actrices y un locutor en off. Puricelli se lamenta: “Los porteños tienen mucha cultura musical y se dan cuenta de los agujeros que se producen en el sonido”.

A modo de consuelo, no todos los conciertos tienen demasiada concurrencia. La Dirección General de Música, ente del que dependen ambos organismos, casi no hace publicidad de las presentaciones, salvo tal vez en Internet, a través de redes sociales. “Cuando tocamos en el teatro De la Ribera, lo hacemos para no más de veinte personas”, cuenta Pagano. “Con algo de promoción, se llenaría.” Ante la falta de interés oficial que denuncian los trabajadores, gran parte de la programación de la Banda Sinfónica es administrada por su propia comisión directiva. La Orquesta de Tango también busca autogestionarse, pero la falta de comunicación con el ministerio se los dificulta. “Tenemos muchísimos proyectos –relata su delegado–, solamente necesitamos la autorización del ministro, pero hace un mes que no conseguimos que nos reciba.” En off, un alto funcionario de la Dirección de Música comenta: “Completar las plantas y arreglar los instrumentos es una cuestión política, no de dinero”.

Los jubilados del Colón

Muchas cosas pasaron desde aquel día de julio de 2008 cuando, al terminar de dirigir a la Orquesta Estable en el Auditorio Belgrano, según cuentan sus integrantes, el maestro Franz-Paul Decker manifestó: “Vengo a dirigir a la Argentina desde 1961, y ésta es la primera vez que veo más gente en el escenario que en la platea”. Dos años después, el Colón fue reabierto con una fiesta y su temporada lírica se está recobrando, pero sus músicos advierten que la situación aún está lejos de ser ideal. Según cuenta el contrabajista Pastor Mora, uno de los principales problemas son las jubilaciones: “Hasta 2005 cobrábamos alrededor del 45 por ciento del sueldo como aportes no remunerativos y por eso los que se retiran ahora perciben haberes muy inferiores a lo que les correspondería”. Según Eugenio Spota, abogado de la mayoría de ellos, la reducción ronda el 60 por ciento. Ante esto, muchos presentaron medidas cautelares para no tener que jubilarse a pesar de haber superado el límite de edad, y en algunos casos, tener problemas de salud, lo cual dificulta aún más la necesaria renovación generacional del plantel. El abogado calcula que entre instrumentistas y maestros internos hay trece músicos en esa situación, pero advierte: “No es un problema exclusivo del Gobierno de la Ciudad, la Sinfónica Nacional tiene nueve casos similares”.

Crisis educativa

Las orquestas estudiantiles, paso casi obligado en la carrera de un músico profesional, también tienen dificultades. La Académica del Teatro Colón, que tuvo entre sus filas a intérpretes que hoy integran las agrupaciones de mayor nivel del país, convocó a audiciones en diciembre de 2008. Sin embargo, los ensayos nunca comenzaron: el teatro desconoció las pruebas y la disolvió. “Solamente me dijeron que no estaba funcionando correctamente, pero en lugar de echarme a mí y modificar la forma de trabajo, la cerraron”, relata su director, Carlos Calleja. Además de formar a sus alumnos, la orquesta ofrecía conciertos gratuitos en el propio teatro con calidad profesional para un público joven que no podía acceder a los abonos. “Justamente, las autoridades nos cuestionaban que, por ser estudiantes, con nosotros no podían cobrar entradas muy caras”, destaca Calleja.

Después de reclamar durante meses a través de cartas y conciertos de protesta, los estudiantes y su director decidieron seguir tocando de forma independiente. Cambiaron su nombre por Orquesta Académica de Buenos Aires y se financian mediante donaciones y trabajos en el foso de la compañía de ópera Juventus Lyrica. El resto de los conciertos sigue siendo gratuito. Así, cada uno de los integrantes recibe una beca de 300 pesos, el doble que cuando dependían del Colón. “Es una demostración de que mantener una orquesta de jóvenes es una inversión a futuro enorme, pero con un costo económico bajísismo, que puede gestionar hasta un grupo de improvisados como nosotros”, señala el director. Ahora, el teatro cuenta con una Academia Orquestal, un curso de dos años para 35 instrumentistas (contra más de 60 del proyecto anterior) que practican repertorio bajo la tutela de un profesor. Según el director del Instituto de Arte, todos los integrantes pueden “aspirar a una beca”. La práctica en vivo consiste en mezclarse entre las filas de la Filarmónica o la Estable.

Para el Gobierno de la Ciudad, el organismo escuela por excelencia es la Estudiantil de Buenos Aires. Su director, Guillermo Zalcman, les da prioridad a las obras desconocidas para el público argentino y se las ingenia para presentar un estreno en casi todos los conciertos. Casi como si se tratara de profesionales, los alumnos preparan entre cuatro y cinco programas por año. Sin embargo, hasta el mes pasado sus miembros nunca habían cobrado “las asignaciones estímulo” que les asigna la ley 2989 de principios de 2008 (un 20 por ciento del salario mínimo vital y móvil por mes). “Nos dijeron que cuando saliera la partida presupuestaria íbamos a cobrar todo el 2009, pero en marzo nos avisaron que ese año ya estaba perdido, y que ahora solamente nos pagarían 2010”, cuenta Clarisa López, una de las estudiantes. Además, se redujo el presupuesto para comprar insumos. “Empezamos a tener que hacer durar más las cuerdas y las cañas, y cuando se reponían, eran de peor calidad”, informa la violista.

Llegado el mes de octubre los jóvenes comenzaron a organizarse para reclamar. Enviaron su historia a algunos medios y planificaron un concierto de protesta frente a la Casa de Gobierno. La manifestación no llegó a realizarse porque justo antes de comenzar apareció una nota firmada por el ministro de Hacienda, Néstor Grindetti, que anunciaba que los fondos por fin se habían girado. Sin embargo, no todos se muestran optimistas: “La resolución apareció para aflojar tensiones, pero la plata no alcanza para pagarles a todos. Además, siguen incumpliendo lo del año pasado”, argumenta el tubista Ignacio Risso. El documento, al que tuvo acceso Página/12, especifica que la partida de 220.720 pesos será entregada por “única vez” y en concepto de “caja chica”. “Por ahora nos pagan hasta septiembre, pero no hay ninguna garantía de que vayamos a seguir cobrando”, señala el estudiante. Y agrega: “La convocatoria para este año ni siquiera mencionaba que se entregaba una beca”.

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