Domingo, 21 de noviembre de 2010 | Hoy
MUSICA › LA SEGUNDA JORNADA DEL HOT FESTIVAL, EN LA SEDE DE COSTANERA SUR
Mika, Scissor Sisters, Phoenix y Hot Chip fueron los encargados de ponerle luz y sonido a una velada en la que el predio ribereño se asemejó a una gigantesca pista de baile. El encuentro cerraba anoche con Massive Attack como plato principal.
Por Luis Paz
Por una extraña parábola, ese Hot Festival que al comienzo del siglo marcó la entrada porteña a los festivales modernos con R.E.M., Neil Young, Beck y Oasis en el Campo de Polo, regresó este fin de semana luego de nueve años y, pese a la ausencia, todavía en el marco de la vanguardia. Lo sociológicamente notable fue la confirmación del ingreso de una nueva generación a estos festivales: chicas y chicos que por entonces cursaban el primario crecieron en una incubadora de pop para las masas (High School Musical, Casi Angeles y después con Glee) y hoy enfrentan con sus herramientas tecnológicas la post-adolescencia. Musicalmente, el show más relevante, en líneas generales, fue el del libanés Mika, pero la cumplida propuesta también evidenció los intentos de algunos artistas por pervertir a la generación de la comedia musical (como Girltalk) o volver aún más inteligente al baile (Hot Chip).
En el regreso del festival, que abrió con Billy Corgan y una nueva versión de Smashing Pumpkins en el Luna Park (porque el Hot Festival 2010 fue multitarget, multiespacio y multimedia, pero además multisede), ayer Costanera Sur recibió a más de 20 mil personas en la jornada más contemporánea: Mika con un modelo de show integral consolidado, Scissor Sisters en el alba del matrimonio igualitario, Phoenix regalando su calma belleza y Hot Chip y Girltalk para mostrar la doble moral de los programas de TV que parecen reducir la lucha de clases a estar en el equipo deportivo o en el taller de ciencias y que venden un modelo de castidad de puro erotismo.
Con el recurso de samples de Michael Jackson y Red Hot Chili Peppers cruzados con feats vocales de raperos cachondos, el DJ estadounidense Greg Gillis (Girltalk) usa el cover convertido a la estética porrista para poner a bailar a esa nueva generación que también hace su ingreso a las pistas entre coreografías. Con un par de gimnastas de preparatoria que arrojaban papel higiénico (limpio, sí) al público y una pandilla de nenes y nenas en plan “qué bueno/a estoy y qué bien que bailo” alborotando el escenario, Gillis construye un recorrido poco lineal por las aportaciones del rock a la cultura pop, a partir de los Ramones. Para algunos se trata de un ladrón, para otros de un genio. Lo cierto es que demuestra la carga sexual que la TV pone en los más chicos, que pronto descubrirán que ayudar a la chica popular a estudiar no les ganará una cita con ella.
Es el turno de Mika, ya en el escenario principal: un show de pura pirotecnia vocal a cargo del rey del falsete posmo; bailable e integral, que reúne a una baterista impecable (Cherisse Osei), una compañía de baile de curvas muy amplias (en “Big Girl”) y la seguidilla de temas más celebrados de la noche: “Relax, Take it Easy”, “Stuck in the Middle” y “Blame it on the Girls”. A mitad de camino entre Madonna y Freddie Mercury, el libanés explota su aura loser hasta volverse un sex symbol y convencer sin sobresaltos a un aforo de promedio Sub 30 con música sin novedad sustancial pero inscripta en la era de lo visual.
A Hot Chip le sobra con unas luces violetas y el discreto sonido del escenario secundario, aunque Los Turbina, la banda que hace karaoke en una carpita perdida en el predio, les roba el inicio de su show con una versión de “Mi auto rojo”, de Vilma Palma e Vampiros. Entre presentar One Life Stand y revisar su celebrada obra anterior (“Boy from School”, “Over and Over”, “Ready for the Floor”), al colectivo de sintetizadores liderado por Al Doyle y Alexis Taylor se le va la hora y al resto se le va la mente de la cárcel craneana y los hombros del eje del equilibrio. Un show impecable donde todos tocan todo y ahora, a diferencia de su visita en 2007, con el gran baterista Charles Hayward.
Scissor Sisters llega para cerrar el escenario principal y deja una rara sensación: el orgullo está, tontamente, en ese envoltorio de cuero del cantante Jake Shears y no en la diversidad de su música, que sólo tiene dos matices: hacer bailar o hacer que la gente se abrace. Aunque dan revisión a todos sus temas conocidos, logran el clímax con “I Don’t Feel like Dancing” y sus salmos de liberación son saludables dentro de la industria, no colman las expectativas. Sí los franceses Phoenix, que con su mezcla de garage oscuro, pop bailable e introspección terminan de enchastrar las aulas del Imperante Instituto de la Música Comercial.
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