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Domingo, 5 de diciembre de 2010

MUSICA › PRIMUS APLASTO A LOS PORTEÑOS CON HUMOR Y FUNK METAL

El festival de los graves

En su debut en Buenos Aires, el bajista Les Claypool desparramó sus dedos por cuanto diapasón le pusieron a tiro, y sus músicos lo acompañaron con virtuosismo casi de rock progresivo, incluso cuando se internaron en cuelgues psicodélicos.

 Por Roque Casciero

“Nunca son demasiados bajos.” La espalda de la remera de un fan argentino de Primus habla a las claras de las intenciones de los cinco mil tipos que se congregaron el viernes pasado en el estadio cubierto de Argentinos Juniors: estaban ahí porque querían, ante todo, sentir el poder de las frecuencias graves que Les Claypool, cantante y –primordialmente– bajista del trío de El Sobrante, California. Y el tipo, con su aspecto de profesor chiflado, no sólo cumplió, sino que además dignificó: desde el comienzo del show, con una explosiva “Tommy the Cat”, se dedicó a mover sus dedos de goma por todo el diapasón de diversos bajos –nunca demasiados, claro–, e incluso atacar a los instrumentos con arcos y palillos de batería (o algo similar, las luces no fueron de lo mejor de la noche). Si una de las cosas irrepetibles que tiene un show de rock es sentir cómo los graves golpean en el estómago, el saldo de la primera visita de los reunidos Primus fue, entonces, el de vientres en el mismo estado que las medias reses con las que entrenaba Rocky Balboa cuando todavía era “el semental italiano”. Claypool, un verdadero pulpo, no dejó ninguna duda acerca de su capacidad y su inventiva para sacarle cualquier clase de sonido, esperable o no, a su instrumento. Y esas frecuencias, a repetición, eran como una ametralladora de mazazos directos al cuerpo.

Pero, claro, Primus es una banda, por más que a veces parezca la excusa de Claypool para ejercitar sus músculos como ejecutante. El guitarrista Larry LaLonde, por ejemplo, se pasó casi todo el primer tema tomando agua y charlando con su asistente, porque apenas se requirió de su intervención. Y ojo que el tipo, que estudió con Joe Satriani, toca mucho y con buen gusto, ¿eh? El baterista Jay Lane, que formara parte de la primera formación de la banda –que no llegó a grabar– también reparte palos para todos lados, incluso en un solo que se podría haber evitado. Además, en el universo de Primus todo tiene un costado bizarro, como si la Alicia de Carroll en realidad hubiera caído en una marmita gigante de queso fundido –una obsesión para Claypool– en la que habitan extrañísimos personajes. Los dos astronautas inflables de cinco metros de altura y la máscara de cerdo que se puso el bajista forman parte de esa imaginería desencajada, propia de un humor que puede repeler y atraer al mismo tiempo. Con todas esas armas, Primus crea una suerte de funk metal que no le rehuye al cuelgue psicodélico ni a pasajes de virtuosismo cercanos al rock progresivo. La descripción más atinada en la que pudo pensar este cronista durante la hora y 45 minutos de show en el Malvinas Argentinas fue la siguiente: Frank Zappa matándose de risa junto a un Flea pasado de bebidas energizantes. O tal vez sea atinada la que alguna vez dio el propio Claypool: “polca psicodélica”. No, pensándolo mejor, tal vez no sirva tanto...

La historia de la banda se remonta a mediados de los ’80, pero recién a finales de esa década pudo grabar, también de manera extraña: el padre de Claypool financió el registro de un disco en vivo, Suck on This, editado por un sello independiente. Allí había varias de las canciones que Primus tocó en Buenos Aires: “John The Fisherman”, “Groundhog’s Day”, “Pudding Time”, la mencionada “Tommy The Cat” (que luego la banda grabó para Sailing the Seas of Cheese con Tom Waits como invitado) y “Harold of the Rocks”, el único bis porteño (que llegó después de una historia ininteligible contada por el bajista). Frizzle Fry, debut en estudios, fue el que atrajo la atención de un sello grande, por el que luego el trío publicó los discos Sailing... (aquí tocaron “Here Come the Bastards”, “Those Damned Blue-Collar Tweekers” y “American Life”), Pork Soda (“My Name Is Mud”, rebautizada “Me llamo Mud” en una versión reciente en español), Tales from the Punchbowl (“Southbound’s Pachyderm”, “Over the Electric Gravepine”), Brown Album (“Over the Falls”) y Antipop.

A principios de siglo la banda paró motores, aunque algunas reuniones quedaron documentadas en DVD. Y este año apareció un EP virtual gratuito, mientras el trío giraba por el mundo. Precisamente, en vivo es donde el potencial de Primus se agiganta, ya que la capacidad técnica de sus integrantes, sumada a ese humor retorcido que ya es marca registrada, deja a los fans con una sonrisa. Así y todo, unos cuantos porteños se quedaron con un leve gusto amargo, porque en la lista faltaron “Jerry Was a Race Car Driver” y “Wynona’s Big Brown Beaver”, dos de los temas más conocidos del grupo, y porque a veces los cuelgues psicodélicos divertían más a los músicos que al público. La versión de “Big in Japan” (Tom Waits) compensó un poco, eso sí. Y también, por supuesto, la sensación de estar ante una banda única en su especie: replicar el ADN musical de estos tipos implicaría tocar muy, muy bien, pero además significaría desentrañar los laberintos deformes del cerebro de Claypool. Y vaya uno a meterse en ese tren fantasma con animalitos de peluche, cheddar y gaseosa de cerdo...

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“¿Cómo están, bastardos?”, saludó Claypool a los cinco mil que llenaron el Malvinas Argentinas.
Imagen: Luciana Granovsky
 
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