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Martes, 14 de diciembre de 2010

MUSICA › OPINIóN

El general en su laberinto

 Por Diego Fischerman

No hay organización más autoritaria que la de un ejército. Nadie reclamaría a un general una conducción horizontal y democrática y, mucho menos, durante una batalla. Y, aun así, a un general no le alcanza con dar órdenes. Si no es respetado y admirado por sus subordinados, si no establece con ellos alguna clase de empatía y si no es capaz de construir una mística conjunta, es muy posible que sus misiones estén destinadas al fracaso. El jueves pasado, la Legislatura de la Ciudad iba a tratar un pedido de destitución del director del Teatro Colón, Pedro Pablo García Caffi, presentado por las bancadas opositoras al PRO, y entre los fundamentos de dicho pedido figura el autoritarismo que los trabajadores del Colón encuentran en su director y las repetidas denuncias que éstos han hecho del maltrato laboral del que son objeto. La gravedad de lo ocurrido en el Parque Indoamericano debió postergar la discusión. La pausa permite –y obliga– cierta reflexión.

Dos artistas irreprochables, las primeras bailarinas Silvina Perillo y Maricel De Mitri –pocas como ellas más alejadas del lugar común de la derecha argentina, que asimila lucha sindical a vagancia y falta de méritos—, escribieron sendas cartas donde acusan esa prepotencia y en las que dicen, simplemente, que quieren bailar. Solucionar rápidamente la cuestión de los pisos de salas de ensayo y escenario, más allá de que un juez ya ha emplazado a las autoridades en ese sentido, y, eventualmente, buscar una solución más creativa que la mera suspensión de actividades, está entre las cosas que deberían hacerse si se quiere que el teatro, hoy con sus funciones canceladas, vuelva a trabajar. La cuestión salarial también podría destrabarse con conocimiento de la materia y una pizca de agudeza. Que las autoridades reconozcan la necesidad del aumento –los músicos de la Filarmónica de Buenos Aires, por ejemplo, cobran aproximadamente la mitad que los de la Sinfónica Nacional—, pero no encuentren la manera de otorgarlo, equivale a una confesión de extrema incapacidad e ineficiencia. En todo caso, si no se quiere dar un incremento que pueda ser reclamado por el resto de los empleados municipales, basta con ponerse a pensar en las especificidades de las prestaciones de los trabajadores del Colón, desde el trabajo fuera de horario (los músicos y bailarines deben estudiar) hasta el aporte de materiales (como instrumentos musicales de varios miles de dólares) y su mantenimiento, sin contar cursos de perfeccionamiento, gastos en partituras y otras cuestiones que permitirían, eventualmente, armar un escalafón diferenciado dentro de la administración de la Ciudad.

Haber gastado 120 millones de dólares en la refacción de un teatro del Estado (y sin entrar aquí en qué cosas se hicieron mal o no se hicieron) y no ser capaces de conducirlo significa una dilapidación gigantesca de recursos y, nuevamente, una prueba de ineficiencia. Ya no se trata de quién tiene razón. Es posible que los delegados gremiales se hayan equivocado al fogonear una reacción que derivó en la ruptura de una conciliación obligatoria. Y es posible que los trabajadores que incurrieron en esa falta se hayan dejado llevar más por la rabia acumulada ante lo que describen como una constante falta de diálogo que por la reflexión. Pero un teatro es un mecanismo de alta complejidad y requiere el permanente trabajo en equipo. Y esos trabajadores son precisamente el equipo con el que el director cuenta para lograr sus objetivos. Como a un general, no le alcanzará con dar órdenes. Deberá, si quiere conducir el Teatro Colón –una tarea en que es mandatario de quienes sostenemos su funcionamiento y tenemos derecho a reclamar una eficiencia sin la cual, sencillamente, no se justifica el gasto—, restañar heridas, insuflar una mística y demostrar a los trabajadores que sus objetivos son comunes. Si no es capaz de aliarse a ellos, si no consigue comprender sus reclamos, si no alcanza a encolumnarlos en una causa común, no podrá dirigirlos. Ni un general podría.

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