Miércoles, 16 de marzo de 2011 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL MUSICO SANTIAGUEÑO PETECO CARABAJAL
Su nuevo CD/DVD, próximo a salir, incluye un puñado intenso de canciones nuevas, propias y ajenas. El eje es la chacarera, pero también se permite sus “viajes”, como “Vamos a andar”, de Silvio Rodríguez, y “Corazón delator”, en homenaje a Gustavo Cerati.
Por Cristian Vitale
El audaz Peteco descansa en Paso del Rey. Hay breves ruidos caseros, clímax familiar y es el mediodía. Hay paz. “La verdad es que decidí hacer el trabajo más liviano”, dice el poeta volador de Santiago del Estero, con un tono que jamás supera el tempo sereno y cálido de su tierra. Es el balance resultante de la gira de verano que se cargó ¡30! recitales, casi una bicoca para el agitado planeta Peteco. Dos meses en los que uno de los mil Carabajal se encargó de mostrar en cada festival, en cada punto del país, lo nuevo: un CD/DVD próximo a salir bajo el nombre de El viajero que contempla, en su parte estrictamente musical, un puñado intenso de canciones nuevas –propias y ajenas–, y en la visual-musical, lo mismo, más esos clásicos que jamás pueden faltar: “Soy santiagueño”, “La estrella azul” o “Digo, la mazamorra”, entre ellos. “No fue el año de más trabajo, pero sí de los mejores, porque ha sido una gira tranquila y descansada. Podría haber hecho más festivales, pero andar viajando mucho es peligroso. A veces uno, en el afán de ganar un poco más, agarra todo y no mide los riesgos. Hay que hacer justo lo que hay que hacer”, redondea, reflexivo.
–En Cosquín tocó todos temas nuevos, antes de que el disco viera la luz. ¿Es no medir riesgos o es lo que hay que hacer, también?
–No lo tomo como un riesgo, al contrario, porque para mí es algo propicio, ya que tuve poco tiempo en el Festival y decidí no desperdiciarlo cantando cosas conocidas. Además, siempre tomo a Cosquín como un lugar especial, como para presentar lo que uno proyecta hacer en el año. Me refiero a los cambios, a las cosas nuevas.
–¿Y eso no conlleva una cuota de intrepidez artística para usted?
–No, porque me siento respaldado por la gente, por el escenario. Me dan seguridad como para hacer eso... lo que hago es aprovecharlo al máximo.
Peteco, en rigor, dedicó los 40 minutos del Festival de Cosquín a mostrar su puñado de canciones nuevas, algo que proyecta repetir –ampliado– el miércoles 23 de marzo en el Teatro Coliseo de La Plata. Entre ellas, “Amanecer revolución”, el tema que grabó para el disco del Bicentenario; “El coyuyo de Shangai”, una chacarera instrumental compuesta en aquella ciudad para la Expo que cuenta, en su versión original, con un violinista chino; “Bienvenidos” y la zamba “Símbolo universal”, ambas de su hermano Demi; “Agoniza bandoneón”, de su hijo Homero; clásicos de la década del ’70 (“Cuando tenga la tierra”, de Daniel Toro y Ariel Petrocelli; “Vamos a andar”, de Silvio Rodríguez y “Quimey Neuquén”, de Marcelo Berbel) y un plus emotivo en honor a Gustavo Cerati: “Corazón delator”. “La hice por agradecimiento y por conexión espiritual, porque Cerati ha sido muy importante como creador en los últimos años. Demi tenía 15 años y se pasaba todo el día sacando temas de Soda Stereo con la guitarra, cuando yo casi no los escuchaba. Estaba como enloquecido y cuando propuse hacer el tema, todos los compañeros se han sentido felices. Está hecho desde ese lugar y por eso no lo canto solo”, explica.
Cantan todos, claro. Peteco, que además empuña violín, guitarra, charango, sikus y quena; Demi, ahora baterista; Juancho Farías Gómez –hijo del Chango–, en bajo, y Daniel Patanchón y Homero Carabajal en guitarras eléctricas y acústicas. La banda joven, ecléctica, eléctrica, poderosa y casi horizontal que Peteco armó para ir a más en la innovación sin obviar las raíces. “El nudo está en la libertad de poder compartir con ellos, porque capaz que si yo estuviese solo me arreglo con la guitarra y un bombo... también estaría seguro y gustoso, pero como comparto con compañeros de distintos tiempos, edades y conocimientos, tengo que aceptar lo que me aportan. No coartarles esa expresión por un sinsentido, ¿no?. Lo acepto y confío en que Pata y Demi, por ejemplo, conocen bien de abajo lo que es la chacarera, que es lo único que nos importa como forma folklórica”, reseña el multiinstrumentista de La Banda.
–El eje sigue siendo la chacarera, pero también hay expresiones diversas: un huayno, por ejemplo.
–Sí, “Amanecer revolución”. Igual, a este tipo de temas yo les pongo canción nomás, incluso cuando los registro en Sadaic, porque puede pasar que vos digas huayno y de huayno no tenga nada. Recomiendo a todos que hagan esto porque al cabo todos son híbridos; por supuesto que uno trata de hacerlos con el sabor de lo que ha conocido. Yo he andado por el norte y he visto bien de cerca muchas cosas, puedo llegar a darme cuenta por dónde pasa el sabor de las melodías en ese tipo de músicas, y desde ahí animarme como en “Digo la mazamorra” o “La estrella azul”, que son melodías que he escuchado en el aire de esos lugares, pero aun así no me animo a ponerles el nombre de un género en especial.
–“Amanecer revolución” está claramente ubicada en la senda de esos clásicos...
–Es una canción que compuse para la Cantata del Bicentenario, donde participan Gieco, Raúl Carnota, Víctor Heredia, Teresa Parodi, el Chango Spasiuk y cada uno tenía que hacer un tema referido al momento. A mí se me ocurrió una letra de amor, un romance entre la patria y yo.
–Patriada brava fue retomar “Quimey Neuquén” después de la versión tan redonda que había logrado José Larralde allá lejos en el tiempo. Esto sí fue un riesgo...
–La idea de hacerla fue porque, durante el período de ensayo y elección del repertorio, escuché una versión en Radio Nacional que había hecho Marité Berbel, la hija de Marcelo, y me pareció muy buena, porque se hizo completamente eléctrica, con teclados, guitarra, bajo y batería. Y también con un concepto fuerte y moderno. Tanto me gustó, que decidí hacer una versión parecida, que además era de la hija del autor. Les hago mucho caso a esas cosas porque precisamente lo hizo su hija, que ha cantado tanto con él y ha vivido una historia musical con él. Ella toma un tema tan emblemático de su padre, y lo hace sin prejuicios, con elementos que nadie puede discutir por ese vínculo familiar. No creo que Marité haga algo con lo que su padre pueda estar en desacuerdo ¿no?... de ahí tomo el concepto como para darme la libertad de hacerlo así. Y es uno de los temas más fuertes del repertorio, porque se luce la banda y me luzco yo como intérprete. Está en un tono de voz justo para cantarlo. Lo siento como mío.
–Una versión, por lógica, bien distinta a la “minimalista” de Larralde.
–Totalmente. No quiero decir que es rockera porque eso se dice para explicar alguna cosa, pero la fuerza folklórica, al cabo, es de la misma naturaleza. El tema tiene una fuerza implícita, ya sea con guitarra eléctrica, en nuestro caso, o con una sola guitarra y criolla, en la versión de Larralde, que es conmovedora también.
El viajero fue fruto de tres meses de ensayos y preparación. Algunos con público (gratis y a beneficio del Hospital Garrahan) en el Centro Cultural Haroldo Conti de la ex ESMA, y otro, el definitivo, ante 1500 personas en el teatro El Círculo de Rosario. “El viajero es el resultado de sensaciones y miradas como viajero de los lugares en que me ha tocado estar, vivir. Es el tipo que anda, que conoce lugares, que ve pueblos y gentes. Y agrego que el viajero no es sólo el que anda geográficamente, sino el que siempre está retornando al mismo lugar. Se puede estar viajando aún estando quieto”, define Peteco.
–Un viajero del tiempo también. Muchas de las canciones remiten al acervo popular de los ’70...
–Sí. La idea fue retomar ese hilo tan fructífero que ha tenido la música popular en los ’70 y que por ahí se ha cortado con la dictadura, por la prohibición de autores, la censura y todo lo que ya conocemos. Es cierto que después se lo ha retomado, pero algunas canciones han sido dejadas de lado, y me pareció que estos tiempos son propicios como para volver a recurrir a esas canciones.
–¿Por ejemplo?
–“Cuando tenga la tierra” tiene mucho que ver con el momento histórico que está viviendo el país. Es una canción que, sin dudas, ha recobrado vigencia.
–¿A qué se refiere puntualmente?, ¿al proyecto que lleva a cabo el gobierno de Cristina en general?
–No es algo puntual, sino que engloba todos los cambios que están ocurriendo en el país. Me refiero a los cambios de mentalidad, o a ciertos quiebres que hay, al replanteo de situaciones en general. En este contexto, una canción como “Cuando tenga la tierra” vuelve a adquirir presencia. Se resignifica.
–Siempre recurre a Silvio Rodríguez. Ya lo hizo con “Oh Melancolía” y en este caso optó por un tema que podría leerse como una especie de constatación del contexto social y político que se vive: “Vamos a andar”.
–Silvio está constantemente en mi cabeza y en mi oído, igual que Serrat, Blades o León Gieco. Músicos que siempre me están acompañando. Me pasa seguido que estoy en una conversación o en una nota y me acuerdo de cierta frase de alguna canción que explica en forma concisa alguna situación.
–Se refería a una resignificación en el caso de “Cuando tenga la tierra”. ¿“Vamos a andar” va por ese lado o fue una decisión más “artística”?
–Sí. Es más, cuando terminamos un concierto casi siempre nos despedimos con una chacarera, pero esta vez lo vamos a hacer con la canción de Silvio, porque siempre va desprendiendo nuevos significados. Son canciones que, pese a las vicisitudes políticas, nunca mueren.
–¿Qué pasa con Los Carabajales? Grabaron un disco, lo defendieron un poco, más bien poco, y ahora se presentan de manera muy salteada... ¿Desentendimientos en el clan?
–(Risas) Pasó que este verano, más allá de la peña de Cosquín, se ha frustrado el trabajo porque Cuti y Roberto decidieron ir a trabajar a un teatro de revistas en Mar del Plata. Para mí era el momento de salir a tocar en los festivales, pero bueno, no se ha podido hacer... ellos prefirieron otra cosa.
–Le ganaron 2 a 1...
–Claro (risas). Ahora la cosa está stand by. No es muy complicado juntarse, pero a la vez no es un grupo que sí o sí tenga que cumplir con determinadas reglas como grabar un disco por año y cosas así. No tenemos ninguna obligación. Cada uno está siguiendo su carrera y ojalá se dé, pero si no está todo bien.
–El péndulo generacional lo ubica del lado de los más jóvenes, entonces...
–Tal vez. Demi, además de tocar muy bien la batería, está consolidado como compositor, y Homero está empezando de a poco. Tiene condiciones, sobre todo con la escritura. Yo, cuando tenía su edad, no había hecho nada en términos de composición. Nada.
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