En la suma de las emociones desatadas en los tres conciertos de U2 en La Plata, especialmente con el corolario que fue la presencia de León Gieco, Bono de algún modo entró todavía más en el corazón de la Argentina. Y la Argentina entró aún más en el interior de Bono, que ayer se tomó un avión a Mendoza para almorzar con Gustavo Santaolalla. Bono vino, vio y le dio al vino que el músico argentino produce en sus terrenos en la Mendoza occidental. El cantante de U2 viajó más de mil kilómetros en un avión privado, invitado por Santaolalla, que este sábado tocará en La Plata también, en el Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires.

No se supo de qué hablaron, pero seguramente no de si es conveniente tomar la Autopista Buenos Aires–La Plata o el Camino General Belgrano para salir de la Ciudad de las Diagonales, y sí de vides y otras inquietudes que ambos comparten: el mestizaje musical, las culturas del mundo que está después del “Primero” o el trabajo artístico satelital a una causa. Haber compartido la mesa con Santaolalla, ganador de dos Oscar a la mejor banda de sonido (por las de Secreto en la montaña y Babel), fue un nuevo episodio en la estancia argentina de Bono: diez días en los qué bailó tango, visitó las parrillas más emblemáticas de la ciudad, se apareció por una discoteca de moda, se reunió con Cristina Fernández de Kirchner, tocó con Gieco, probó el Malbec de Santaolalla y le regaló una felicidad tremenda a al menos 170 mil personas con sus conciertos en el Estadio Unico de La Plata. Tremendo raid de algún modo también deja el gusto dulce de que no sólo para la Argentina fue U2 una atracción, también para U2 fue el país una atracción. Pero, claro, ahora le toca ir a Brasil. ¿Se vendrá una semana de capoeira y caipirinha? ¿Invitará a Caetano Veloso a subir a The Claw?