Lun 11.04.2011
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MUSICA › RECITAL DE IRON MAIDEN EN LA CANCHA DE VéLEZ

El nuevo testamento metálico

La banda británica presentó su 15º disco, The final frontier, ante unos 30 mil fans. Buena parte del show, de poco menos de dos horas, se concentró en el repertorio de la última década, aunque también hubo lugar para clásicos como “Fear of the dark” y “The trooper”.

› Por Juan Ignacio Provéndola

Iron Maiden acaba ser bañado en una ovación tan unánime como multitudinaria y Bruce Dickinson, que dispone del escenario a las anchas de su soledad, piensa que es el momento justo para tocar los corazones de los chicos de cuero. Están por hacer “Blood brothers” y la excusa viene bien para hablar de los desastres naturales y nucleares de Japón, de la guerra de Libia y de que “Iron Maiden se caga en los colores de tu familia porque tenemos fans negros, blancos y amarillos en todo el mundo”. Un largo alegato en contra de las diferencias de razas y fronteras que sorprendió a todos... menos al propio Dickinson, que ya había hecho exactamente lo mismo en Monterrey, México DF, Bogotá, Lima, San Pablo, Río de Janeiro y Brasilia (y esta noche quién dice, tal vez vaya por lo mismo en Santiago, Chile).

¿Hasta qué punto es moralmente aceptable que lo imprevisto esté guionado? ¿Se puede vender sinceridad leyendo el libreto de reojo? Tal vez Maiden lo tiene permitido, simplemente porque han hecho de la estricta planificación el principal argumento para poder sostener una carrera de 35 años bajo los más altos rindes de calidad y reputación. La teatralidad del grupo cabe más en la orquestación harto premeditada de una ópera que en el libre albedrío de cualquier otra fórmula que admita la improvisación. Quienes venden esta fórmula heavy no son unos bandidos que atraviesan las rutas en motos de alta cilindrada, sino un piloto de avión, un obsesivo de la historia antigua, un eximio luchador de esgrima y un sociólogo.

En la fría noche del viernes, la banda británica pareció llevar esa virtud al extremo para poner el show al servicio de The final frontier, su 15º disco de estudio, que los lanzó a su enésima gira mundial a bordo del Ed Force One, el boing 757 especialmente tuneado que la banda usa como convoy de gira y que es conducido por su propio cantante.

Haciendo gala de una auténtica puntualidad inglesa, a las 21 en punto comenzó a tronar por las bocinas del estadio “Doctor, doctor”, de UFO, en el setlist que los músicos prepararan especialmente para mitigar la ansiedad de la espera. Todo maidenhead sabe lo que esa canción presagia: a su término, las luces del estadio cederán a la espera del fuego de la doncella. Y eso sucedió con “Satellite 15... The final frontier”, intro y canción que originan su último disco, al que Maiden le dedicó un esmerado énfasis durante más de la mitad del show. Tras “Eldorado” (donde Dickinson lanzó el primero de sus infinitos “scream for me, Argentina!”), las fieras recibieron “2 minutes to midnight” como el primer gran motivo para blandir el agite y campear el frío que atravesaba campo y plateas de Vélez como una daga inquisidora.

“Argentina fue la gran estrella de nuestro último DVD, así que ahora serán protagonistas de otro”, anticipa el cantante mientras cámaras de todo tipo barren el estadio a gran velocidad y se gana la aprobación de las huestes aún cuando todavía no estaba el pescado servido. En la intimidad de su puño cerrado caben las voluntades de 30 mil personas y él, pequeño gran domador de multitudes, ejerce su poder discrecionalmente para no mitigar efervescencias mientras las doce de cuerdas de Dave Murray y Adrian Smith certifican honores y medallas de su sociedad sonora a través de “The trooper” o “Dance of the death”. Son los momentos más intensos de la primera decena de canciones y honrosas excepciones a una suerte de Nuevo Testamento destinado casi exclusivamente a lo que Maiden concibió desde el 2000 a la fecha. Uno, clásico de larga data inspirado en la guerra de Crimea y máximo exponente de esa impronta épica tan característica que invita a batallas sin trincheras ni enemigos en donde el bajo de Steve Harris y los parches Nico McBrian azuzan el polvorín con sus bases rítmicas. El otro, un clásico fuera de tiempo que bien podría haber sido compuesto en 1984 y no veinte años después, como finalmente sucedió.

De ahí en adelante, ahora sí, el viejo Maiden: “The evil that men do” significó no sólo la inserción definitiva del repertorio en su etapa entrañablemente ochentera, sino también la primera de las tres apariciones de Eddie The Head, mascota y séptimo elemento. Lo que los Redonditos de Ricota lograron despertar con “Jijiji”, Iron Maiden podría hacerlo con por lo menos diez canciones de toda su historia. Y si los himnos se cantan porque se sienten, “Fear of the dark” respeta celosamente el protocolo con el enorme planteo existencial que esconde la prédica inocentemente paranoica y esas líneas de guitarras dobladas entre sí que se siguen a gola pelada como una cuestión decididamente personal.

Iron Maiden, con un Eddie imponente de ocho metros que es trasladado de un lado a otro del planeta en barco porque no entra en el avión, anuncia un final que se materializa con “The number of the beast”, “Helloweed be thy name” (o cómo sonar opresivo e intimista con el relato de un tipo que está por ser colgado ante 30 mil personas) y “Running free”, interpretación a la que Dickinson le pone el cuero pese a que originalmente no fue él quién la grabó, sino Paul Di Anno.

Poco menos de dos horas y un esmero más concedido hacia lo nuevo que hacia lo clásico hacen pensar que Maiden tuvo noches porteñas más calientes que la del viernes pasado. O será que tienen permitidas estas licencias por haber satisfecho gustos y repertorios en sus siete visitas anteriores (toda una plusmarca para bandas del género). La banda se despide, las luces se encienden, la multitud se dispersa sobre Juan B. Justo, Jonte o Rivadavia. A través de los altoparlantes, los Monty Python sugieren: “Always look on the bright side of life”.

7-IRON MAIDEN

Integrantes: Bruce Dickinson (voz), Adrian Smith (guitarra y coros), Dave Murray (guitarra), Janick Gers (guitarra), Steve Harris (bajo) y Nicko McBrian (batería).

Lugar: Viernes 8 de marzo, estadio Vélez Sarsfield.

Público: 30 mil personas.

Duración: 110 minutos.

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