Mar 12.04.2011
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MUSICA › III FESTIVAL INTERNACIONAL DE FOLCLORE DE BUENOS AIRES

Buen cierre para el Woodstock criollo

› Por Carlos Bevilacqua

Desde La Plata

Luego de su tercera edición, el Festival Internacional de Folclore de Buenos Aires (Fifba) se consolida como un evento masivo, el más tardío del calendario de festivales folclóricos y también el más audaz en cuanto a programación. En tres días, los que fueron del viernes al domingo últimos, convergieron en el Bosque de La Plata grupos y solistas en su mayoría volcados al experimento, ya sea por fusión, repertorio, instrumentación o posturas sobre el escenario. Propuestas que fueron de un tributo a los Hermanos Núñez o el rescate de la cuyana Juanita Vera a la electricidad de Tremor o Terraplén, pasando por un tributo a Leda Valladares en boca de cincuenta alumnos de un taller de coplas que se dicta en una escuela pública bonaerense. Todo con entrada gratuita y en cuatro escenarios diferentes.

La última jornada del festival, celebrada anteayer, tuvo uno de sus primeros hitos en la actuación de la cantante Eva Ayllon, figura central de la música peruana contemporánea. Carismática y graciosa, la experimentada morena no sólo cubrió los ritmos afros y valses típicos de su país, sino que también se dio el gusto de cantar el tango “Nostalgias”, en compañía de Laura Albarracín en voz y Franco Luciani en armónica. Sobre el final de su celebrado show, cuando el anfiteatro ya desbordaba de gente por los pasillos, hasta tuvo artistas invitadas sorpresa en un grupo de niñas de una escuela de danzas que fuera de programa se subieron a bailar con ella un festejo.

Con todo, las emociones más fuertes empezaron a desgranarse a partir de las 20, cuando el escenario principal atrajo a unas 25.000 personas con un show de Raly Barrionuevo. El cantautor santiagueño, representante de las últimas camadas de folcloristas, despertó la pasión del público (compuesto en su mayoría por jóvenes) con un poderoso set de chacareras, zambas y otras canciones de influencias varias, casi siempre con un fuerte compromiso político en sus letras. Causa de muchos suspiros femeninos, no sólo cantó, sino que antes de despedirse también tocó el bombo y zapateó. En una línea estética afín, el Dúo Coplanacu trajo después sus versiones a dos voces de clásicos del cancionero popular nativo. Afinados, precisos, llenos de expresividad, Julio Paz y Roberto Cantos calaron hondo en la sensibilidad de una multitud que crecía minuto a minuto.

Para el cierre quedó la figura más convocante de toda la grilla: el Chaqueño Palavecino, ese vendaval sonoro digno de ser experimentado en vivo, al menos una vez en la vida. Sostenido por una afiatada maquinaria de nueve músicos, el cantor del sombrero y las pilchas gauchas soltó su catarata de romanticismo recargado durante dos horas de canciones. Sobre el final tuvo un gesto de generosidad al compartir el escenario con cinco cantantes de incipiente profesionalismo. Dos de ellos habían tenido sus propios segmentos antes del show del Chaqueño: el entrerriano Facundo Mocoroa y la chubutense Florencia Domínguez.

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