Miércoles, 27 de abril de 2011 | Hoy
MUSICA › JORGE CUMBO ACTúA CON SU CUARTETO, PENSANDO EN VOLVER
Esta noche, en La Plata, el notable aerofonista preferirá concentrarse en canciones que nunca sonaron aquí antes que en el material de Cien viejos caballos, disco que registró con el aporte virtual de músicos espontáneos de todo el mundo.
Por Cristian Vitale
“No me fui a comer ostras en París, me fui porque ya no tenía cómo pagar el teléfono ni la luz”, comienza Jorge Cumbo. Tal vez sea una causa contundente, pero no suficiente, para explicar por qué este eximio aerofonista argentino nacido en 1942 orientó su derrotero nómade hacia más allá del océano Atlántico. Podría pensarse también en una demanda estética que, dados los patrones culturales del momento, no encontraba su hueco en la escena mainstream de la música popular argentina. “Sí, asumo que la música que hago no es para nada comercial, que no es vendible. Me es difícil poder establecerme como un producto porque trabajo con cosas que no son las usuales... busco la libertad, y la libertad se paga carísima”, sigue él, en un intento por redondear el concepto. Es nítido: en cualquier mojón de su carrera en que uno se pare para revisarlo, Cumbo es él y su libertad. Desde las épocas en que fundó y dirigió el Quinteto Vocal Tiempo, integró Los Incas, giró con Paul Simon, armó tríos con Lito Vitale y Lucho González o dúos con Manolo Juárez y Leo Maslíah, hasta todos sus trabajos discográficos (casi veinte, entre La nieve y el arco iris y Cien viejos caballos), Cumbo es un derroche de riesgo, de personalidad creativa. “Hace dos años me coloqué un desafío: ¿qué música puedo hacer yo sin tocar la quena? Me puse a hacer un disco pensando en una forma más libre, porque la quena es un instrumento que tiene sus límites”, explica sobre su último trabajo.
Cien viejos caballos es un disco editado en forma independiente y trabajado con una herramienta de interacción virtual que era ininteligible años atrás. Cumbo compuso varias piezas, grabó todas las bases y las desparramó por la web a varios músicos interesados en el proyecto, para esperar una devolución afín. “Es increíble... sin conocer siquiera sus caras, me conecté con gente de muchas partes del mundo, y se logró un CD”, se sorprende. Pero no es este trabajo el motivo por el cual el ex Urubamba retornó al país luego de cuatro años. Ni siquiera los tocará esta noche en el Ciudad Vieja de La Plata (17 y 71), cuando se presente bajo el nombre de Jorge Cumbo Cuarteto (Ana Archetti, Marco Archetti y Pablo Venegas), donde tiene pensado, al igual que anteanoche en Clásica y Moderna, recrear composiciones de todas sus etapas. “Voy a hacer muchas canciones que jamás he tocado aquí”, prevé. El motivo de su regreso parece ser más bien emocional. “Me está llegando el momento en que quiero volver a mi país, porque estoy un poco cansado de estar todo el tiempo con el pasaporte en la mano. Quiero andar con el DNI e ir a tomar mate a la casa de algún amigo, algo que no tenés ni en España ni en Francia. Quiero volver a respirar la cultura de acá, retomar ese lugarcito que tenía antes de irme.” En principio se trata de un paseo: el quenista aún vive en Castelldefels, un paraje mediterráneo de las afueras de Cataluña, y permanecerá en el país hasta el 11 de mayo, “pero el plan es retornar definitivamente”, asegura.
–Hacía cuatro años que no venía. ¿Con qué país se encontró esta vez?
–Estoy sorprendido, porque noto un país en ebullición, excitado pero bien, ¿no? Un poco descontrolado y positivo. Claro, siempre hay un pero, algo que no anda bien, pero eso pasa acá, en Francia o en Alemania. En general, veo un crecimiento interesante que me gustaría probar como músico.
–El momento parece propicio porque hay un reverdecer de la música de raíz, tal vez mucho más pronunciado que en la época que usted emigró.
–Sí, me parece que la gente por fin se está identificando más plenamente con su propia cultura. Por eso pienso que eso que yo hacía hace veinte o treinta años no estaba en el momento oportuno y ahora sí.
–¿Qué nivel de recepción tuvo este tipo de música en los diferentes lugares donde recaló durante su nomadismo musical?
–Pienso que en todos los países, desde el más recóndito hasta el más floreciente, siempre hay un sector de la sociedad que busca el cambio: un asomo de libertad, una destrucción de estructura preestablecida... casi siempre es pequeño, por eso hay que poder encontrarlo. Intuyo, palpo que hay una demanda de libertad más grande aquí.
Desde su partida en los albores de la Argentina menemista, Cumbo ha vivido en España, Francia y un breve período en Japón, donde conoció a su actual mujer (una nipona de nombre Mayo), pero hubo un sello en el alma que jamás pudo esquivar. Se podría llamar de mil maneras, pero él lo traduce a lenguaje musical: “Siempre seguí en un viaje interno, explorando mi internalidad, mi cultura, porque yo camino en ternario, no camino en dos: camino en tres, como la zamba y la chacarera. Por eso siempre estoy en contradicciones, buscando el mejor lugar, y en este momento de mi vida creo que es acá. Total, la experiencia laboral que tuve durante todo este tiempo viviendo afuera me indica que siempre me pasa lo mismo: yo trabajo cuando alguien se enamora de mí”, se ríe.
–¿Podría ser más preciso?
(Risas.) –Ocurre cuando alguien que sabe manejar la máquina comercial me dice “vení conmigo”, voy y hago... soy un pésimo vendedor de mí mismo.
–¿Cuánto tuvo que ver para que ocurran esas posibilidades de “enamoramiento” el hecho de haber grabado un disco con Paul Simon (Live in New York, 1973)?
–Sirve, porque la gente se deslumbra cuando dice “¡tocaste con Simon!”, pero la realidad es que él no dijo: “Cumbo, qué bien tocás la flauta, vení a tocar conmigo”. La realidad fue que yo integraba Urubamba, un grupo que a él le gustaba... fue como parte de un todo, y es un gran recuerdo, porque Paul es un tipo que hay que conocer... no es un tipo fácil, no es extrovertido. Hay que estar tranquilo y esperar que se vaya mostrando, pero todas las giras que hicimos (unas 60 presentaciones) fueron muy lindas. Todo pasó de buena onda, con mucho amor e interés por compartir música sin prejuicios.
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