Viernes, 20 de mayo de 2011 | Hoy
MUSICA › OJO DE TIERRA, UN TRíO QUE FUSIONA GéNEROS FOLKLóRICOS
La cantante, Micaela Piccirilli, es de Cañada Rosquín, como Gieco, que musicalizó uno de los temas de su interesante CD debut. Lo presentarán mañana, en El Empujón del Diablo.
Por Cristian Vitale
Micaela Piccirilli canta, toca la caja y a veces la guitarra. Tiene 30 años y nació en Cañada Rosquín, la comuna del oeste santafesino que también alumbró a León Gieco. “Pero nos conocimos acá”, clarifica ella, ante la inevitable pregunta de cómo llegaron a confluir en un disco. Ni cosa sanguínea o vecinal. Ningún lejano lazo de parentesco, siquiera en un pueblo que no alcanza los cinco mil habitantes. El nexo fue una poesía que ella escribió para la fiesta del pueblo y que León musicalizó junto a Rafael Lazarte, integrante del grupo andino Mitimaes. Se llamó “Tres lunas” y es el bonus track que refuerza el de por sí muy buen disco debut de su trío: Ojo de Tierra. “La verdad es que yo lo conocía a León, pero él a mí no. El siempre vuelve al pueblo cuando pasa algo, siempre está y para muchos rosquinenses es un ejemplo musical y humano; pero lo conocí acá, cuando empecé a trabajar como secretaria en su estudio: pegamos onda por el trabajo y por el tema que él me había musicalizado sin haberme visto nunca”, reseña Mica entre risas, merodeada por Laura Dos Santos y Jeremías Fernández, el resto del trío que se presentará mañana en El Empujón del Diablo (Carranza 1969).
Fernández, su pareja además, toca la flauta traversa, arregla la mayoría de los temas y también es de Santa Fe, puntualmente de San Cristóbal, un pueblo de 10 mil habitantes cuyas tierras casi rozan Santiago del Estero. Se conocieron estudiando música en la Universidad Nacional del Litoral y no hubo porfía emotiva que los desuniera. “Nos enamoramos y empezamos a tocar a la vez –se ríe él–. Yo tenía un trío instrumental y empezamos a acompañar a Mica cuando cantaba. Pegamos una onda terrible porque los dos, además de amar el folklore, éramos re melómanos del rock: desde chicos nos habíamos matado con Janis Joplin, Jethro Tull, Genesis... ¡Spinetta! Estábamos tres o cuatro meses para entrar en la senda de entender temas suyos que era revolados. Todo ese rock tanto como MPA (Músicos Populares Argentinos), Lalo de los Santos o el Cuchi Leguizamón nos fueron nutriendo.” Dos Santos, pata porteña del trío, se unió a ellos a través de Iris Guiñazú, una especialista en cantos chamánicos latinoamericanos, que moldeó –y moldea– la de por sí dúctil voz de Micaela. Laura toca la guitarra, el charango, la calimba, el bandolau y el bombo, y es la creadora de tres de las piezas del disco que no son versiones de otros: “Bagua Blue”, “La trunca distancia” y “El mar entre los pies”. “Nos encontramos entre bagualas y chacareras”, resume ella, diez años mayor que la pareja santafesina.
¿De qué va eso de Ojo de Tierra? Dos Santos desliza un significado espiritista y ahí queda. Pero Jeremías, el que eligió el nombre, lo ubica en una cuestión visual, algo así como un ojo que mira los lugares donde está sonando cada música que componen o interpretan: una chacarera que mira a Santiago del Estero, una canción litoraleña a Santa Fe, o una baguala al NOA. “El ojo representaría a todos nosotros mirando hacia el lugar cuya música estamos tocando... un ojo que trata de ver lo que somos, y la música que ha escuchado cada uno”, explica él. “Pero con el foco puesto en lo su-damericano, básicamente”, refuerza la cantante.
–Y un equilibrio, si se quiere, entre las composiciones propias y las versiones de otros que, como data base del disco, se emparientan a través de los arreglos...
Laura Dos Santos: –Es el concepto que tiñe el disco... ciertas ideas sobre cómo se fusionan los ritmos, o cómo entran los conceptos rítmicos adentro de los arreglos, todo de una forma sencilla pero propia, ¿no? Es la forma de articular los estribillos, las introducciones, los solos o las rearmonizaciones, cuyo concepto es igual en los temas propios y en las versiones.
Ojo de Tierra consta de 13 temas que, excepto el bonus musicalizado por Gieco y Lazarte –una zamba ideal para peñas–, recrean una atmósfera sonora vinculada con las nuevas miradas sobre la música de raíz que proliferan en el mapa folklórico argentino: cuidado en los arreglos, respeto por el barro de cada región, un feeling con la creación que va más allá de “la fórmula del éxito”, y pequeños lujitos armónicos imposibles de lograr si el fin es meramente jugar en las grandes ligas. “Es una propuesta que por ahí no está muy arraigada en ciertos lugares. Fuimos a tocar a Cañada y notamos que allí hay pocos referentes musicales, y los pocos que hay son los comerciales, los conocidos... En este marco, lo nuestro sorprende: la gente trata de entender, se muestra atenta y sorprendida”, señala Micaela.
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