Martes, 31 de mayo de 2011 | Hoy
MUSICA › DANIEL MAZA TIENE UN NUEVO DISCO BAJO EL BRAZO, DE FERIA
El notable bajista uruguayo comenzó planeando un disco de boleros, pero cuando empezó a componer empezaron a salir cosas de estilos diferentes. Así fue conformando el material de su disco más reciente, que presentará la semana próxima en Boris Café.
Por Cristian Vitale
Para nombrar su disco, Daniel Maza pensó en la feria de Tristán Narvaja, una inmensa romería de Montevideo donde se puede comprar zapatos, verduras, repuestos para autos, estufas, vino o lo que venga. “Hasta dentaduras postizas usadas podés encontrar, si estás en ese plan. Yo lo he visto”, se ríe él, con la vista clavada en su última criatura: De feria. “La tapa aclara todo... es una chismosa, la bolsa que llevan las viejas a las ferias”, precisa. De feria, entonces, además de ser el cuarto disco solista de este bajista nacido en Uruguay pero con nido en la Argentina hace casi 30 años, implica –de allí la analogía– un trabajo que de pretender ser sólo de boleros –el género que más lo puede– terminó en un desparramo de ritmos: latin jazz, porro, reminiscencias africanas, candombe, pop y murga. “Pasó esto: la verdad es que yo no soy un compositor prolífico. No me puedo sentar a componer y sólo lo hago bajo mucha presión o cuando pasa algo. Y unos días antes de empezar a grabar pasó algo... se me empezaron a ocurrir temas que no eran boleros como yo quería. Al principio no los quería poner, pero los muchachos del trío (el Chungo Roy, Fabián Miodownik y Yeye López) me insistieron para que los pusiera y bueno... quedó cualquier cosa, quedó una feria”, define, lapidario, sobre el trabajo que mostrará el sábado 11 de junio en el Boris Café.
El Maza, Daniel Omar Correa Suárez según el DNI, se refiere a las cuatro piezas de autoría propia que se inmiscuyen entre una totalidad de doce: “Un siete para Posadas”, “Baión de la Chicha”, “Samba nuevo” y “El tema de Amanda”, dedicado a su hija y en honor a la canción de Víctor Jara. Ninguno de ellos es un bolero. “Tuve que recurrir a otros para que quedara algo de la idea inicial”, admite. A Johnny Mandel y Paul Webster, por caso, para tomar, traducir y devolver bajo su tacto en “La sombra de tu sonrisa”; a Enrique Garrido, para ubicar “Quiéreme así” en la senda de su impronta; o a “Si la vida”, un bolero de Alberto Mastra cantado por su madre. De feria es el cuarto mojón de una saga que completan Música destilada, Y va y Al contado, trabajos que Maza salpicará con los del disco nuevo en la presentación. “Voy a centrarme en los temas nuevos, pero algo de los otros voy a hacer, incluso del segundo, ese disco maldito que nunca presenté porque la compañía hizo todo mal. La edición fue un desastre y lo tenía negado, pero bueh... otra vez me convencieron los muchachos.”
De feria y sus circunstancias transcurren bajo una dinámica que involucra al versátil bajista en otros proyectos. Dos relacionados con los Fattoruso Brothers: el trío “a secas” con Hugo y Osvaldo, a punto de editar el disco Tango del Este, y el cuarteto que suma a Leonardo Amoedo (guitarrista de Ivan Lins) y que también tiene un trabajo bajo el brazo: Cuarteto Oriental. “El otro es Sólo los dos, un disco que hicimos con Lorena Astudillo sólo de bajo y voz, bien pelado”, informa.
–Voy a ser claro: hay mucha gente que vive de los músicos, más de la que nosotros imaginamos. Cuando vas a tocar a La Trastienda o al N/D Ateneo, por ejemplo, y si tenés suerte y llenás, cobran el sonidista, el iluminador, la policía, el vendedor de boletos, el que hizo y pegó los afiches, el que vende gaseosa, el del estacionamiento y recién después, si queda algo, cobra el músico, cuando en realidad la gente va a los lugares a ver a los músicos, no a tomar algo. ¿O me equivoco? Yo mismo he escuchado a empresarios decir: “A los músicos los tenés que tener allá abajo”. ¡Si vos vivís de esto, loco! Sin músicos no hay nada. A eso me refiero.
Su historia de músico de la clase trabajadora lo legitima en el reclamo. Maza se hizo bajista en Uruguay, cuando sus ratos libres como soldador de calderas –es foguista profesional– le dejaban tiempo para acoplarse al grupo Guanabara. Después, instalado en la Argentina, combinó diversas labores metalúrgicas con las ya lejanas jam sessions en Papagayo que lo fueron convenciendo de “vivir de la música”. “Me convencieron mis compañeros. Cuando yo vine acá, me fui a vivir a Villa Bosch y, mientras trabajaba en un taller de silenciadores de caños de escape, iba a zapar al bar de San Telmo. Pero eso era terrible, no me daba el tiempo... me quedaba dormido en los trenes y una vez me perdí el cumpleaños de uno de mis hijos: me tomé el tren en Chacarita y me fui dormido hasta Campo de Mayo; cuando volví también me quedé dormido y seguí hasta Martín Coronado, y así, hasta que llegué a casa como a las siete de la tarde.”
–Totalmente. Encima ese día me tuve que levantar a las once de la noche para ir al bar y, como llegaba tarde y se me iba el tren, no saqué boleto. Terminé preso en Chacarita y, cuando me largaron, me cagaron a pedos en el bar por llegar tarde. Pasó bastante tiempo hasta que la cosa se empezó a normalizar: empecé a tocar en boliches brasileños, después en las fiestas de la comunidad judía con el grupo Sambatuque, después en las bailantas y recién ahí empecé a comer como con aceite (risas)... Y llevar a mis hijos al Ital Park, una deuda que tenía pendiente con ellos desde que habíamos salido de Uruguay.
Fue el comienzo de un periplo que con el tiempo lo depositó como bajista de la banda de Luis Salinas durante muchos años, de Ligia Piro, del Tata Guines. “Costó y aún cuesta porque, desde que me largué como solista, me volví a enfrentar con todos esos escollos: el pozo negro de Sadaic, que nadie sabe cómo se administra; la burocracia, la hipocresía del Sadem, que te dice cuánto tenés que cobrar por tocar y cuando tocás ahí no cumplen con lo que dicen... en fin, es todo un aprovechamiento que gira alrededor de nuestra debilidad, que es la música. No sé... yo puedo hacer otras cosas y de hecho las hice: soldar, cargar bolsas o manejar un remís, pero lo que el músico siempre quiere es tocar, y hay un montón de gente que se aprovecha de eso”, dice, y es un buen epílogo.
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