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Lunes, 4 de julio de 2011

MUSICA › RECITAL DE JORGE FANDERMOLE Y RAúL CARNOTA

Cruce de referentes

Ambos músicos, cada cual a su manera, mostraron una forma de leer la música de raíz que camina por su mundo sin copiar ni atarse a las fórmulas del éxito. El resultado fue encantador.

 Por Cristian Vitale

Raúl Carnota hizo un tema que define su todo por la parte. Lo registró cuando acababa el siglo (Reciclón, 1998) y merodeó con él, casi dio en el blanco, su ser total en la música. Es una chacarera algo exótica, medio desviada, llamada “La asimétrica”, y la letra le descorre el velo a una forma muy personal, auténtica, de leer la música de raíz. “Yo me suelo aburrir, tocando siempre igual y me largo a inventar chacareras con piques de más”, encabeza él, sin que le tiemble el pulso mandibular. Una definición de principios, una afrenta –atenta al devenir de la letra– que valida a la vez que descarta el veredicto de miradas ajenas, pero reafirma un plus de autoestima: el de cantar chacareras “moviendo el compás”. Es la parte, entonces, de un todo que aplica la misma matriz a la enorme paleta de géneros que Carnota reinventa cada vez que le da por crear. A la guarania, por caso, que le musicalizó a Teresa Parodi para nutrir de aires mesopotámicos la cantata del Bicentenario (“A la patria”), al valsecito heterodoxo que llamó “La rosa perenne”, a la zamba abierta y maravillosa que tomaron como propia desde Mercedes Sosa hasta Los Fabulosos Cadillacs (“El grito santiagueño”), a “La torcida” o a sus coplas sin luna, también mil veces visitada.

Jorge Fandermole hizo un tema con intenso groove acústico que le dio título a su anteúltimo disco: Navega. Una presta gobernada por síncopas ensoñadas que habla de su principal preocupación poética (el río) y sus implicancias: la tierra arrasada y las penas, el barro y la arena, las escamas y las flores que pasan. También una forma de asumirse y acreditar su identidad ante la alteridad. O, dicho de otro modo, una forma de leer la música de raíz que camina por su mundo sin copiar, ni atarse a las fórmulas del éxito. Un trazo poético sereno, yendo calmo por el costadito de las estrellas, que pega suaves pero certeras puntadas al corazón. Que también, con otros tempos, se traduce en “Sueñero”, en la conmovedora “Oración del remanso”, en “Hispano”, una pieza de lúcidas melodías, una especie de “Canción con todos” a la Fander, es decir, con una belleza poco usual. O en aquellas revisitas en que la vieja pluma de la trova rosarina hace casi una apología del Chacho Muller, Aníbal Sampayo o el Zurdo Martínez –aquellos vates que lo guiaron por la senda de la canción litoraleña- a través de “Creciente de nueve lunas” o “Agua dulce”.

Raúl Carnota y Jorge Fandermole hicieron un recital que pocos olvidarán entre los que atiborraron el Teatro Sha en la noche más fría del año. Confluyeron el rockero devenido folklorista que casi inventó un estilo y se ganó la aprobación de la patria folk, el cantor de la voz ronca y entrecortada, con el fino poeta de la provincia de Santa Fe que puede mirar un cacho de agua fluyendo y convertirlo en una canción inolvidable. Carnota y Fandermole, apoyados en un versátil guitarrista de horneada reciente, Marcelo Stenta –que hasta le dedicó un tema (“Corazón de bombisto”) a Carnota por la forma percusiva en que éste toca la guitarra–, refrendaron en no más de dos horas sus rasgos de referentes, de puntales para la música de raíz imperante, resignificada. Y lo refrendaron sin estridencias. A veces los tres, a veces Carnota solo con su guitarra, o a veces Fandermole y Stenta a dos guitarras, le dieron, pese a las diferencias de matiz, un sentido holístico a la noche. Demostraron que el grito por el grito, que la adrenalina por la adrenalina, que el decibel por el decibel no bastan por sí para que la música se materialice en el cuerpo.

Que un marco íntimo, austero, de conmovedora sencillez y sabio manejo de los silencios, las voces, los arreglos y las armonías puede ser más profundo que un barbón con sombrero de gaucho gritando con voz legüera. Que dos registros, aún con sus contrastes, pueden ensamblar perfecto mientras el nudo sea colectivo y provenga de ciertas honduras. Que cuando el toque “sale del corazón”, cualquier artilugio puede –y debe– pasar a quinto plano, como pasó esta vez.

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