MUSICA › ANDRES CALAMARO DESPUES DE SU GRAN NOCHE
El autor de El salmón fue la figura excluyente de la ceremonia, gracias a su último disco, El regreso, grabado en vivo.
› Por Karina Micheletto
“Este regreso fue un milagro, y si los milagros no existen, mejor, porque entonces fue solamente un regreso”, dice Andrés Calamaro, en una suerte de slogan que sintetiza el momento que está viviendo. Así nomás, El regreso, llamó al disco que el año pasado grabó en vivo en el Luna Park, con el que ahora ganó el Gardel de Oro. Un premio que cae casi como un moño a la reciente explosión Calamaro y que ahora el cantante celebra imaginando paraísos: “Espero que donde esté Carlos Gardel, en ese paraíso incierto, un poco francés, un poco uruguayo y un poco argentino, esté conforme conmigo y con que me haya llevado el premio a mi casa”, se entusiasma.
Este año, Calamaro fue el mayor ganador de los premios que otorga la industria discográfica, con tres Premios Gardel (interpretación del año, mejor artista de rock y mejor diseño de portada), más el de Oro. León Gieco, con su tema El ángel de la bicicleta, elegido como canción del año, y el Café de los maestros, en el que Gustavo Santaolalla reunió a las glorias del tango, se llevaron dos Gardel cada uno (ver recuadro). Distendido y sin ocultar su felicidad, antes de viajar a Rosario, donde su novia, Julieta Cardinali, está grabando la película que filma Fito Páez, Calamaro dimensionó el premio que acaba de recibir: “Para mí es un privilegio ser un Gardel de Oro, como Sandro, Mercedes, León y todos los que lo ganaron antes. Esta noche no estuvieron por diferentes motivos el Indio Solari, Gustavo Santaolalla, Luis Alberto Spinetta o Pappo, pero sin lugar a dudas yo les hubiera dado el Gardel a todos ellos, porque son músicos argentinos de oro”, asegura y arriesga: “Tal vez en algún futuro al Gardel le cambien el nombre y se llame el Pappo de Oro, el Spinetta de Oro o el Indio de Oro... ¿Por qué no?”
“No quiero que sea un juego de palabras gratuito, pero pido por favor, perdón y gracias, por todos estos años en la música, y es bueno decirlo con un Gardel de Oro en la mano. Estoy honrado de formar parte de la música argentina, que siempre fue mi pasión”, sigue diciendo Calamaro y se preocupa por resaltar el alcance de la definición de música argentina: “Me gusta hablar de música argentina, creo que es una de las más interesantes, ricas y valiosas del mundo, probablemente con Gardel y Piazzolla como iconos universales. Me gusta más la música argentina que el rock nacional”.
–Que sería una parte...
–Bueno, porque no vale la pena dividirla, pero también porque quiero sentirme parte de la música popular argentina, dentro de la cual están la cumbia, el cuarteto, el chamamé, la música litoraleña, todos los géneros y subgéneros. Y, por supuesto, el tango y el folklore, con los cuales la convivencia no siempre fue ideal, pero ahora... está buena. Recién vimos a León con Los Pibes Chorros (se refiere a la ceremonia de entrega de premios, que será emitida hoy a las 23 por Telefé). Hace tiempo que vemos a Mercedes atreviéndose con todo, con Charly García, con Fito... Y ahora, para mí es un privilegio compartir la música con Juanjo Domínguez.
Si de un tiempo a esta parte Calamaro comenzó a buscar por el lado del tango y el folklore (recordar la versión de El arriero de su disco El cantante), la oficialización de esa búsqueda llegará con el disco que el cantante grabó con Juanjo Domínguez, transformado en una suerte de padrino tanguero que no se cansa de señalar la “humildad” con la que su ahijado se acercó al género. El otro disco que por estos días lo tiene ocupado es el que está grabando con Litto Nebbia y su banda La Luz (Ariel Minimal, Federico Boaglio y Daniel Colombres), que incluye duetos con Vicentico, canciones nuevas y de ésas que circularon entre fanáticos por Internet, como El palacio de las flores, Mi bandera o Corte de Huracán.
–Cuando recibió el premio se definió como “un aficionado del rock”. ¿Por qué lo dijo?
–Porque yo era un muchacho que iba a los conciertos de rock, que un día consiguió subir al escenario y seguir haciéndola desde ahí. Empecé de público, mi primer recital fue allá por el ’72, ’73, mi papá me llevó a ver a Santana al Luna Park. También vi a Sui Generis en el Luna, lo vi a León, a Spinetta, a Polifemo... Después me tocó ver a Sumo y a Los Redondos en el Centro de Artes y Música, en el año ’79, cuando repartían buñuelos de ricota de verdad. Más tarde a Virus y a Soda Stereo, a Sumo en el Stud, nos hicimos amigos en los camarines de La esquina del Sol... y finalmente vi a Los Abuelos de la Nada, desde adentro. Espero que Miguel esté celebrando este premio, igual que Polo Corbella, Julián Infante y Pappo. A ellos les quiero dedicar el Gardel de Oro y todas las notas que todavía me queden por tocar y por dar. Porque, además de mis compañeros, ellos fueron ejemplos de código, de ética, de inspiración, de nobleza, de argentinidad sutil y poética. Yo aprendí a ser músico, a ser varón y a ser Gardel con esa gente.
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