MUSICA › NICOLáS GUERSCHBERG, HOY EN NOTORIOUS
Al frente de su sexteto, el pianista de Escalandrum presentará su nuevo álbum, Movimientos porteños, que en muchos momentos está cercano a la música de cámara, pero para él se sitúa en el tango.
› Por Diego Fischerman
“A veces toco tango y noto que se meten otras cosas. Y lo mismo me sucede cuando toco jazz”, dice Nicolás Guerschberg. Y podría pensarse que sería imposible de otra manera. Que se trata de un rasgo generacional. Que para el oído –y la enciclopedia– de un músico argentino de alrededor de 40 años, Bill Evans, Piazzolla y Charly García habitan territorios vecinos. Y la música de tradición escrita compuesta a partir del siglo XX no está demasiado lejos, tampoco. El pianista, que fue parte fundamental de La Camorra y que actualmente alterna Escalandrum con sus proyectos solistas, recuerda, por ejemplo, la explicación que Barenboim hizo de Dérives, de Pierre Boulez, un mediodía porteño y en un Gran Rex lleno hasta el tope.
En el mismo teatro, hace muy poco, presentó con el grupo de Pipi Piazzolla su trabajo sobre la música de su abuelo Astor. “Tengo una gran familiaridad con esa música”, cuenta. “Por Pipi y también por su padre, Daniel, que me abrieron las puertas de ese material. Por eso mismo era un compromiso muy grande. Sentí, todo el tiempo, que se trataba de algo importante.” Hoy a las 21, en Notorious (Callao 866), Guerschberg actuará con su sexteto para presentar su último disco, Movimientos porteños. Además, estarán el domingo, en el mismo horario, participando del Segundo Festival Tango Radio CAFF, en Bustamante 764. Y en este caso, también, se trata de una obra importante. El en piano, su hermano Alejandro en bandoneón, Juan Pablo Navarro en contrabajo, Esteban Falabella en guitarra, Martín Pantyrer en clarinete bajo y César Rago en violín recorren cinco composiciones de Guerschberg situadas exactamente en el borde de varios géneros. Pero, sobre todo, las hacen sonar. Despojado de cualquier ampulosidad o envaramiento, lo que hacen no se parece a ningún experimento sino, más bien, a la música a secas. “No me interesa romper los géneros”, dice el compositor. “Me interesa estirarlos.”
En Encuentro, su disco anterior, donde tocaba en trío con Mariano Sívori y Leandro Savelón, aparecía, como contrafigura de su música, un tema de Gardel y otro de Charly García. Esta vez es “Laura va”, de Luis Alberto Spinetta. “No es que piense en el público mientras compongo o mientras pienso un disco, si no, por ahí, haría otra cosa”, dice. “Pero me gusta poner cosas muy populares y partir de ahí. Tener como punto de partida un lugar seguro, una forma ya establecida, permite sentirse muy libre en otros aspectos.” En un contexto cercano en muchos momentos al de la música de cámara, la música de este disco, para él, se sitúa en el tango. O, por lo menos, en una serie de gestos identificados con él. “Pero me interesa mucho la improvisación y he intentado crear los marcos para que todos los músicos puedan improvisar. En ese sentido, al trabajar con instrumentos que no son los habituales en el jazz, como el bandoneón, y en contextos que no son exactamente jazzísticos, se trata de encontrar estilos propios, que sean, sobre todo, coherentes.”
Nicolás Guerschberg, que actuó con Ute Lemper y que este año se presentará con su grupo y junto a la Orquesta Elvino Vardaro en el Festival de Tango, tiene una particular veneración por Piazzolla. Pero sabe, también, que en la música argentina hay pocas influencias más peligrosas que ésa. Y es que se puede tocar “yumba” sin que nadie resulte acusado de imitador de Pugliese pero, en cambio, los rasgos de estilo del marplatense se identifican con él hasta el punto del mimetismo. “Tanto en mi música como en los arreglos que hice para Escalandrum, tuve mucho cuidado de ver desde dónde tomaba cada cosa y qué es lo que elegía leer en esos temas. Porque, efectivamente, hay, por ejemplo, maneras de comenzar un tema que están prohibidas. Un bajo caminante y una entrada escalonada, fugada de los otros instrumentos suena directamente a copia.” Pero Piazzolla, para el pianista, enseña varias cosas. Y una de ellas es que la música no siempre es lo que está en la partitura. “La práctica y escuchar las cosas son las únicas maneras de saber si algo funciona o no. Hay cosas que en el papel están bien y, cuando las escucho, me doy cuenta de que no van. Y al revés también: algo que por ahí es muy sencillo, que no nos parece una gran idea, cuando lo escuchamos revela una potencia o un lirismo fantásticos.” La elasticidad que Guerschberg pregona, por otra parte, tiene, para él, ventajas y desventajas. Las primeras son obvias: ésa es la música que quiere hacer. “Las desventajas –explica– tal vez, a la larga, no lo sean. Porque la parte más difícil es que cada género tiene sus normas. Lo que es bueno para uno no lo es para otro. Y moverse en las fronteras, entonces, implica necesariamente encontrar protocolos propios, que se sustenten en la misma música. Esa es la dificultad y ése es, también, el desafío.”
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