MUSICA › VERNON HARRINGTON, UN BLUESMAN DE CHICAGO EN BUENOS AIRES
El show que presentará esta noche en La Trastienda servirá para mostrar las canciones de su disco West Side Blues, donde sus temas conviven con clásicos de un género que nunca muere.
› Por Cristian Vitale
Sombrero blanco, tez negra y un swing impresionante. El video muestra la actuación de Vernon Harrington en la última edición del Chicago Blues Festival y parece una fuga hacia atrás: en la banda son cinco (él + piano, bajo, guitarra y batería), la fachada es una casa de madera como esas del viejo Mississippi y el sonido vintage de “Cross cut saw” ambienta bien. El es voz y guitarra líder. La toca como hacían Albert King y Otis Rush: con la izquierda, los dedos cambiados y “al revés”, con las cuerdas agudas en la parte superior del mástil. El dice que es natural. Que no lo pensó como una cuestión técnica, que de chico agarró la guitarra de su hermano y la dio vuelta. “Un día, a los 11 años, Magic Sam me pasó su guitarra para que la tocara un poco y, mientras yo tocaba, él se dio vuelta y puso la cabeza para abajo para mirar cómo lo hacía. El era muy gracioso, hacía ese tipo de chistes”, se ríe el viejo bluesman. Hombre de Illinois, Chicago, nacido en mayo del ’53, Harrington debuta en Buenos Aires presentando West Side Blues hoy en La Trastienda (Balcarce 460). Un disco grabado de una toma, con mucho reverb, guitarras al frente y un sonido crudo, muy de los ’50. “Me dicen que soy uno de los pocos que todavía conserva ese sonido en mi guitarra, porque si te ponés a escuchar gente como Buddy Guy te vas a encontrar con que cambió un poco el estilo. El hace cosas más comerciales, más cercanas al rock o incluso al pop. Según me dijo el mismo Buddy, yo soy el único que todavía puede hacer sonar ciertos temas como los tocaba Magic Sam. Es el mejor halago que me pueden hacer”, dice.
–En el disco hay varios standards y cuatro temas suyos. ¿Hay un motivo existencial o vivencial que los unifique?
–Mis composiciones están basadas en mis experiencias, porque el blues habla de la vida, de situaciones comunes a los seres humanos, sentimientos como el amor, la traición o el deseo. Es eso, sin vueltas: la historia de mi vida es como la historia del blues (risas).
–Triste...
–Sufrí mucho por mi novia, que murió de neumonía. Habíamos salido de jóvenes y un día toda la familia se tuvo que mudar por un problema de drogas que tenía el hermano... dejé de verla por años sin saber nada de ella, hasta que logré localizarla. Nos volvimos a ver, ella vivía en Detroit, volvimos a salir y pasamos hermosos días, hasta que le propuse matrimonio y ella aceptó. Pero pasaron dos semanas y su prima me llamó para darme la mala noticia. Eso fue un golpe muy duro. Pero, como dice “Out Of Bad Luck”, la canción de Magic Sam que grabé, “estuve mal tanto tiempo, pero estoy en mi camino hacia arriba”.
–¿Sam es su principal referente, no?
–Era mi ídolo, y lo sigue siendo. Nunca escuché otro guitarrista que hiciera las cosas que él lograba. Además, hay algo que muchas personas no entienden: el instrumento más importante en el blues no es la guitarra, o la armónica, o el piano. Es la voz, y Magic era un cantante excelente. Vivía a unas cuadras de mi casa y era muy amigo de mi tío, así que solía verlo. Una de las cosas que recuerdo con más afecto es cuando me tocó “That’s All I Need” incluso antes de que la grabara. Si vos te fijás hoy en YouTube, ese tema es el que más visitas tiene de todos los de Magic Sam y a mí me lo tocó en su casa, con una guitarra acústica.
No sólo por su música, Harrington da con el perfil de heredero del West Side Blues. Su padre, el reverendo Houston Harrington, tocaba la mandolina y tenía un sello cuyo estudio funcionaba en el sótano de la casa. Por allí pasaron grandes figuras del blues: además de su hermano Joe –uno de los bajistas más requeridos de Chicago–, solían grabar Eddy Clearwater, Lurrie Bell, Lovie Lee, Carrie Bell, Sunnyland Slim, Little Mac Simmons, y el mismo Sam. “Usualmente arrancaban a la noche, e incluso en muchas ocasiones después de sus actuaciones pasaban a grabar, así que podían llegar a las 2 o 3 de la mañana y quedarse hasta las 8. Con el tiempo mi padre me dejó observar esas sesiones, pero antes era muy pequeño, así que solo podía acercarme a la puerta y escuchar lo que hacían... se armaban grandes zapadas, fue un gran aprendizaje”, cuenta.
El primer gran paso lo dio a los 24, cuando Willie Dixon lo eligió para formar parte de la gira europea The New Generation of Chicago Blues. “Fue una exposición muy importante, pero ya tenía una hija y al año siguiente nació mi hijo, por eso tuve que dedicarme a mi familia. Asumí esa responsabilidad y no me arrepiento, porque al poco tiempo nacieron mis mellizos. Seguí tocando y grabé algunos discos como acompañante. Hace unos años opté por una jubilación anticipada, así me puedo dedicar full time a la música y no me fue mal: grabé mi disco, compuse nuevas canciones y toqué dos veces en el festival de blues más importante del mundo, el de mi ciudad natal, Chicago.”
–¿En qué aspectos su ciudad sigue siendo el epicentro blusero del mundo?
–La tradición del blues sigue viva, pero no es lo mismo que hace 20 o 30 años. En esa época había un club en cada esquina. Por ejemplo, en mi barrio, el West Side, hoy no tenés más que cuatro o cinco lugares con música en vivo, cuando antes tenías uno al lado del otro con músicos como Buddy Guy, Otis Rush, Junior Wells, Muddy Waters, Little Walter o Howlin’ Wolf tocando el mismo día y a solo unas cuadras de distancia.
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