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Para dejar en claro que pasaron 30 años, Marcelo Bo-ccanera puso dos fotos casi enfrentadas en la tapa: una es él, ahora: frente ancha, algo de papada y una camisa elegante sport, beige, al modo –formal– de un hombre de su edad. La otra también es él, pero tres décadas atrás: rulos pequeños y en masa hacia arriba, pose langa, gabán abierto y una cara que remite a un icono de aquellos tiempos: el de Roberto Carlos posteado en las calcomanías de los coches de medio Buenos Aires, a fines de los ’70. El link aparece rápido: el cantante y compositor multiterreno logró lo que Roberto soñaba en el hit: tener un millón de amigos para poder cantar más fuerte. Y, de no ser porque, por motivos diversos, se cayeron Nito Mestre, el Pelado Cordera, Tilín Orozco, Baglietto o Tarragó Ros, los amigos que intervienen en Marcelo Boccanera, 30 años (el disco de la tapa), se hubieran acercado a esa cifra. “Todos ellos podrían haber estado, también. Fue una cuestión de agenda”, justifica él. El también, entonces, incorpora a todos los que sí estuvieron: León Gieco, Luis Enrique Mejía Godoy, Esteban Morgado, Adrián Goizueta, Ignacio Copani, Bernardo Baraj, el Pollo Raffo, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Quique Condomí, Silvio Rodríguez y Jairo. “¿Anduve cerca del millón, no?”, ironiza el cantautor.

–Lo que indica la lista es su carácter de músico ecléctico. Hay gente del rock, del folklore, del tango, de la trova. Hay argentinos, nicaragüenses, cubanos y argentinos emigrados, como el caso de Goizueta. ¿Cómo cosechó en la diversidad?

–Siempre anduve metido en varios géneros pero, sobre todo, viajé mucho. Si hablo de 30 años es porque tomo como fecha de origen mi viaje a México, en 1981, para visitar a mi hermano Jorge. Ahí empecé a laburar por todo el continente... salí de la colimba y no hablé otro idioma que el de la música. Gardel dice que 20 años no es nada ¿no?, bueno, yo digo que 30 tampoco lo son. Son y no son, porque el camino sigue, y tengo la alegría, la emoción y la dicha de haber conocido músicos gro-ssos... todos me dan una caricia al alma.

El seleccionado de músicos que Boccanera (con siete discos grabados a la fecha) logró reunir bajo un mismo soporte completo todo el disco dos de un trabajo que también involucra canciones interpretadas solo por él. La parte uno (14 piezas en total) es un fresco vital del Boccanera más volcado a la cosa romántica, entre boleros, canciones para cantar con velas y algunos aires de tango. “Muy diverso, ¿no? –se pregunta y se responde–, si tuviera que hacer una especie de psicoanálisis infantil-musical diría que lo primero que compuse en mi vida, a los diez años, fue una canción que tenía un título desastroso: se llamaba ‘Niña buena no te vayas’ y me acuerdo que la estrené en la escuela 49 de Banfield para un acto escolar en el que también cantó Rimoldi Fraga; después me llamaron para cantar todos los viernes en un programa que iba por Radio Nacional, y lo que hacía era interpretar temas de Tejada Gómez, en fin, mi viejo fue cantor de tangos y creo que fue lo que más canté en mi vida, pero lo primero fue el folklore y después vino lo rioplatense... mis primeros trabajos profesionales tienen ese aire.”

–Aires que después van rotando. ¿Podría ensayar una autodefinición?

–Soy un trovador.

–No muy afecto, por lo que se escucha en el disco, a los temas sociales. El CD uno está muy asociado con temas románticos: “Miénteme”, “Bailando boleros”, “Te quiero”, “Te he conocido”...

–En este disco sí, pero hay una pila de canciones que he compuesto solo, o con mi hermano, que hablan de temas sociales, o de paisajes, como “Mi viejo White”, que es como una mirada sobre el lugar en que nací, cerca del puerto de Bahía Blanca. Pero la decisión consensuada con el sello (Fonocal) fue enfocar en esos temas.

–Y dejar los otros para los temas compartidos del disco dos...

–El que hago con Teresa (“Aún caminan conmigo”) es un tema sobre los desaparecidos, y me recuerda mucho a cuando nos conocimos cantando en el anfiteatro del Parque Lezama... ella recién llegada de Corrientes con su vestido blanco de tiras negras, y toda esa energía. “Cinco siglos igual” (la versión que comparte con Gieco) ya sabemos de qué habla; “Nieve de abril”, un tema que terminamos con Heredia una misma tarde, también, y el de Silvio (“Del cielo a los andenes”) es de una belleza poética que incorpora muchos sentidos. Si tuviera que elegir uno de los momentos más emocionantes que viví en estas tres décadas fue cuando lo conocí: era 1984, el país volvía a la libertad y lo fuimos a buscar al aeropuerto con Hamlet Lima Quintana, el Quinteto Tiempo y Tejada Gómez, como parte del movimiento Música Siempre, que habíamos armado acompañando la época... los llevamos a comer, improvisamos una zapada y nos hicimos grandes amigos. Es más, voy a presentar el disco en noviembre para que Silvio, aprovechando que toca por acá, venga a cantarse unos temas.