Lunes, 5 de septiembre de 2011 | Hoy
MUSICA › NACHO VEGAS HABLA DE LA ZONA SUCIA, QUE ACABA DE SER PUBLICADO EN LA ARGENTINA
El asturiano tiene bien ganada su fama como cantautor oscuro. Sin embargo, en su disco más reciente no hay tantas drogas, desamores desgarradores y muerte, y sí la sensación de seguir adelante pese a todo y de combatir la ansiedad que provoca el paso del tiempo.
Por Roque Casciero
El título La zona sucia habrá hecho que sus fans más morbosos se relamieran: al fin y al cabo, Nacho Vegas nunca le rehuyó a meter el dedo en la llaga, incluso si ésta supura desde su propia carne. Este cantautor con pasado lejano de rockero ruidoso y otro más cercano como una suerte de Leonard Cohen asturiano ha escrito sobre el suicidio de su padre, sobre sus experiencias con las drogas más duras y sobre desamores que terminan en las páginas de policiales. Pero no esta vez: las canciones de su último álbum, publicado aquí por Ultrapop, están más “limpias”. “El título hace referencia a un punto de partida, a un lugar desde donde nacen las canciones, una parte que está un poco más sucia y más desordenada. Pero tienes que llevarlas a un sitio más luminoso”, explica Vegas desde Gijón, teléfono de por medio.
–Usted suele escribir canciones en las que se habla de seguir adelante pese a todo. ¿Es esa tozudez lo que le salva la vida al ser humano?
–Sí, sin dudas, esto de intentarlo una y otra vez, incluso sabiendo que la batalla está perdida, es lo que caracteriza al ser humano. Vivir es un poco eso. Por eso, ahora que ya llevo varios discos miro un poco atrás y me doy cuenta de que las canciones hablan de lo mismo: de que el tiempo pasa y que uno intenta con su vida librar una batalla contra el tiempo. Es una batalla que está un poco perdida de antemano, pero sigues intentándolo, y cada vez que fracasas te vuelves a levantar. Eso es lo importante, esa especie de camino en el que uno va tropezando y que siempre es un poco incierto. Todos sabemos cuál es la meta y por eso intentamos retrasarla lo más posible.
–En su disco anterior, El manifiesto desastre, había una canción llamada, precisamente, “Detener el tiempo”, donde contaba que desde chico lo perseguía ese deseo.
–No fue de una forma consciente, pero entre los primeros recuerdos que tengo de cuando empezaba a escuchar música está el de darme cuenta de que los discos eran algo con lo que de repente sentía que todo se había detenido, que yo era lo único que existía y que tenía la eternidad a mi disposición. Eso me pasaba cuando escuchaba canciones que me emocionaban y, en realidad, hacer canciones es un poco lo mismo. Y también enamorarse, o hacer cualquier cosa que te apasione, que te encienda de alguna manera, provoca una sensación parecida, que es lo que a uno lo hace sentirse vivo.
–Lo de detener el tiempo y también lo de seguir pese a todo aparecen en “Reloj sin manecillas”, donde usted dice que “el futuro acecha como un animal”, que tiene miedo, pero que por una vez va a ser la más bella ciudad...
–Sí, habla de la ansiedad que provoca ver que el tiempo pasa. En el disco también está presente la idea de la infancia como ese momento en el que no tienes suficiente pasado como para que sea algo que te pese y lo que pase mañana te da igual; vives un poco en el momento. Sin embargo, cuando te haces adulto ya llevas una mochila en tus espaldas, en la que vas cargando, quieras o no, las cosas que has vivido y, al mismo tiempo, crece la ansiedad por saber lo que puede pasar mañana. Esa sensación puede causarte cierta angustia y de lo que se trata, al final, es de combatirla.
–Pero en “La comedia humana”, la mirada no es de niño y hay una soledad que lo obliga a imaginar un tiempo mejor. Es muy interesante que no pueda hundirse en la soledad, que ella lo obligue a pensar en un futuro más luminoso.
–Las canciones que fueron para ahí funcionan como una representación de eso, porque cuando tienes esa sensación de ser como un muerto en vida y te dejas llevar porque no te apetece salir de ahí, la música tiene el poder de obligarte a mirar un poco hacia adelante. Eso se nota en las canciones más tristes del mundo, en un blues, un tango o cualquier canción folklórica de ésas con letras tan duras: al final parece que estás mirando hacia adelante y te provocan la sensación de sentirte vivo.
–En una entrevista dijo que cada canción era una pregunta que lo llevaba a otra canción. Por más catarsis que haga, sabe que volverá a suceder.
–Sí, en realidad es todo absurdo, pero como las canciones tienen una urgencia, una razón poderosa para surgir, de alguna manera son necesarias e inevitables.
–En el disco hay muchos valses. ¿Ese ritmo le permite desarrollar más cómodamente las letras?
–Es algo de lo que no me di cuenta hasta que me mencionaron que solía utilizar ritmos ternarios, cuando lo normal en el rock es usar más bien los binarios. Pero, bueno, tal vez sea por escuchar mucho folk, a Bob Dylan, que suele utilizar esos compases de tres por cuatro, y también la forma de frasear es diferente que en el cuatro por cuatro, te da lugar a cantar de otra manera. Pero no sé por qué una canción surge con un tipo de compás o con otro. Ahora los combino más que al principio, creo.
–Usted se define como “un poco mitómano” con respecto al mundo del rock. ¿Algunas de sus canciones alimentan un mito que quizá no tiene tanto que ver con su persona?
–Bueno, no sé, en realidad no deberían... En las cosas que cuento en las canciones hay suficiente distancia conmigo mismo. Incluso hay momentos autoparódicos, y eso tiene que ver con que esto de crearse un personaje y alimentar un mito es algo que uno no puede tomarse muy en serio hoy en día, porque resulta un poco ridículo. Sí me gusta mucho el mundo del rock y me gusta leer sobre los mitos, pero para comprobar que caen fácilmente.
–Al usar tanto la primera persona, usted debe tener la clase de fans que inventan su biografía basándose en sus canciones. Pero si fuera el protagonista de cada una de sus canciones, hace rato que usted estaría muerto, preso o en un psiquiátrico...
(Se ríe) –Es cierto, hombre. Es muy fácil abusar de la primera persona. Después de mi primer disco utilicé más la segunda y la tercera, y lo que hago ahora es usar diferentes primeras personas. Creo que eso se ve. Es cierto que en España se ha creado un personaje en torno a mí pero, tal y como son las cosas hoy en día, nadie se toma demasiado en serio este triunvirato de sexo, drogas y rocanrol. A veces hay personas que se toman más en serio tus canciones que tú mismo y la sensación es un poco extraña; pero, bueno, es algo que uno nunca sabe bien cómo tomarse.
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